¡¿Quiénes fueron los antropófagos?!

Reminiscencia de la historia venezolana (Parte XXV)

Una de las falsedades más irracionales que han podido inventar aquellos secuaces de ímpetus criminales, engañadores de la época de la invasión al Continente Abya Yala, (hoy llamado América); que lo hacían en nombre de Dios, de los Reyes Católicos españoles y con la sacra venia de Sumo Pontífice Apostólico y Romano, quien se tomó la potestad de considerarse “representante divino” de ese Dios que ellos vinieron a imponer y, erigiéndose como autoridad propietaria del Planeta Tierra, autoriza el reparto de las tierras, el robo de nuestras riquezas legadas por nuestra Madre Naturaleza. Inician el trágico negocio de la esclavitud y el exterminio de los seres humanos de este hermoso continente, llegando a la más soez insolencia e impúdico cinismo, al declarar que los aborígenes de este continente eran seres “salvajes y sin alma”, y por tal se podían cazar y matar como animales del monte, si no se sometían a los mandamientos de la Iglesia Católica; si se negaban a convertirse en esclavos de los conquistadores, hambrientos de las riquezas saqueadas desde las entrañas de la Pacha Mama, haciendo derramar la sangre de nuestro hombres y mujeres aborígenes, que se declararon en rebeldía por la defensa de lo que por naturaleza les pertenecía: la vida, la tierra, sus dioses y demás pertenencias naturales, espirituales, sociales, políticas, culturales y religiosas y, frecuentemente fueron acusados, falsamente, de practicantes del canibalismo.

Tanto fue el efecto psicológico, que causó esta mentira inmoral, que todavía existen quienes siguen creyendo en tan cruel mentira, que fue utilizada como arma para castigar y exterminar la milenaria existencia de los aborígenes, de estas tierras, siendo Cristóbal Colón, el primer conquistador que dio inicio a esta campaña de desprecio, odio e injuria en contra de los habitantes nativos. Podemos observar los pasajes de la historia, cuando este personaje, que se encuentra con unos seres, generosos, dóciles, inertes, como eran los tainos, luego cambia de parecer y les aplica el castigo de esclavizarlos, que según la ley, impuesta por la Corona Española, este castigo sólo se le aplicaría a los aborígenes que se “alimentaban con carne humana”, señalando maliciosamente a los Caribes, Taviani en la obra: “La aventura de Cristóbal Colón” 2002, dice:

“…la primera idea de reclutar esclavos en tierras descubiertas, el Almirante la tuvo y la cultivó solo respecto a los caribes acérrimos enemigos de sus amigos taínos, comedores de carne humana, salvajes feroces, los considera dignos de los más graves castigos y, por lo tanto, también de ser reducidos a la esclavitud”. (Pág. 97).

Luego del segundo viaje de Colon, cuando comienza a desarrollarse con mayor crueldad la conquista, crece la demanda por el comercio de esclavos aborígenes, entonces la reina Isabel, en consulta con juristas y teólogos de su séquito imperial, decide prohibir la aplicación de la esclavitud a los aborígenes, salvo para aquellos pueblos “caníbales”, beligerantes, que se negasen a adoptar la fe cristiana, que deben ser castigados severamente, aplicándoles a ellos la esclavitud como castigo. Es cuando Cristóbal Colón cambia de opinión en cuanto a sus amigos los taínos, y los recluta para venderlos como esclavos, saltándose aquella ley, ¡¿declarándolos también caníbales?! Pues veamos lo que anota Taviani:

Es un hecho que Colón, además de castigar a los hidalgos y a los colonos prevaricadores, le endosó las culpas a los aborígenes y adoptó aquella política dura que, seis meses antes había rechazado (…). El resultado fue la captura de mil quinientos aborígenes –hombres, mujeres y jovencitos- que fueron reunidos en La Isabela. Un verdadero campo de concentración de hombres y mujeres destinados a convertirse en esclavos.

En la esclavitud ya había pensado el genovés cuando conoció a los Caribes de Las Antillas Menores (…) La reducción de los Caribes –comedores de carne humana- (…) le había parecido a Colón legtítima y oportuna en el plano político. (…) Después de proclamar tantas veces que los taínos eran generosos, dóciles, inertes, deseosos de convertirse en buenos súbditos y cristianos, Colón decide ahora enviarlos al mercado de esclavos de Sevilla. (Pág. 94).

 

Según W. Arens en su obra “Mito devorador de hombres” (1979), describe que: cuando Colón empezó a supervisar la colonización a gran escala y la pacificación de las tierras caribes, comenzó a afirmar que eran caníbales, con el fin de legitimar su causa.” También señala este autor que el gobierno español sólo permite la esclavización de los caníbales, lo que lleva a los colonos europeos “a etiquetar cada vez más a los pueblos indígenas como caníbal”, con el fin de aumentar su poder económico, que le generaba el comercio de esclavos aborígenes.

 

De igual manera, este autor, antropólogo estadounidense, critica las versiones de que los aztecas eran caníbales; señalando que aunque las primeras versiones españolas de los aztecas incluyen descripciones de primera mano de los sacrificios humanos, destaca que ninguno de estos observadores españoles en realidad fueron testigos de canibalismo. En cuanto a investigaciones sobre la presunta antropofagia aborigen, según Ricardo Piqueras Céspedes, en un trabajo titulado “Antropófagos con espada: los límites de la Conquista” anota que:

(…) en el caso de la interpretación del canibalismo indígena, es ante todo diversa y fácilmente manipulable por múltiples intereses, ya sea de los propios protagonistas o de los cronistas que recogen posteriormente los acontecimientos. (…) los castellanos asociaron la palabra caníbal, inventada por ellos mismos, a los conceptos de salvajismo, agresividad y resistencia. El indio hostil era un bárbaro, un salvaje que se oponía a la autoridad soberana de los monarcas españoles y a su propia salvación espiritual y por extensión, un claro candidato a ser considerado antropófago. La palabra caníbal -según este autor- sería una deformación del término «caniba», palabra utilizada por los nativos taínos, que se encuentra Colón, para referirse a los caribes isleños con los cuales mantenían frecuentes tensiones territoriales. (Pág. 258).

Queda claro que el canibalismo que se les achacó a los aborígenes, es una escusa de los conquistadores para burlar la ley que prohibía la esclavitud y, el castigo para los nativos, excepto para los “caníbales”, pero ante el lucrativo negocio de la venta de esclavos, a Colón y a sus acólitos, no les quedó otra alternativa, para satisfacer sus ambiciones económicas y poder político, como conquistadores-pacificadores al servicio de la Corona Española, que iniciar la esclavitud con sus amigos los taínos, que los venden en el mercado de esclavos de Sevilla, y desde allí se entroniza el etiquetamiento de la antropofagia atribuida a todos los nativos Abya-yalanos, que aunque no fueran de filiación caribe aprovechaban como pretexto para justificar la esclavitud, castigo, lucro, dominación, exterminio aborigen y robo de sus tierras y riquezas naturales: el gran negocio de la conquista, desde la supuesta práctica del “canibalismo” aborigen, que en cuanto al tema, Beatriz Pastor, (1983) citada por Piqueras Céspedes señala que:

Canibalismo, idolatría, sacrificios humanos; todo era vendido en un mismo paquete publicitario que pretendía presentar a las culturas indígenas con todos aquellos defectos que interesaba achacar a algo desconocido y que solo interesaba comprender en función de la necesidad de control y dominio. (…) parece que haya toda una estrategia montada en torno al objetivo de privar a los indígenas de toda forma de humanidad. (“Discurso narrativo de la conquista de América”. La Habana, Cuba, 1983, (P.260)

Pero lo que no dicen, los hoy alcahuetas del eurocentrismo, es que quienes sí practicaron el canibalismo fueron los conquistadores europeos, y existen pruebas históricas irrebatibles, de prácticas de canibalismo comprobadas, y que fueron silenciadas por los cronistas de la época con la excepción de algunos como el padre Las Casa y otros, que sí, tuvieron la valentía y denunciaron estos actos criminales en contra de los aborígenes de Abya Yala, como lo expresa Piqueras Céspedes en el trabajo ya citado:

(…) el estudio de las fuentes nos ofrecen numerosos ejemplos a lo largo del XVI en toda la geografía colonial americana (desde Texas a Argentina, pasando por Panamá, Venezuela o Colombia), ni todos ellos fueron casos enjuiciados y rechazados moralmente por los propios cronistas, ni pueden ser enmarcados siempre bajo el epígrafe de «canibalismo de extrema necesidad» que obligue por necesidad biológica vital a un tipo de comportamiento que estaba «teóricamente» ausente de la cultura occidental. (Pág.262).

 

Señala también el autor en referencia, que en las muchas expediciones realizadas a lo largo y ancho del continente americano, al referirse a los actos de canibalismo por parte de los conquistadores europeos sostiene que,

 

(…) pudieron llevarse a cabo actos de antropofagia que fueron ocultados por los propios protagonistas y que no llegaron a saberse ni a relatarse nunca. (…) Los que han salido y van saliendo a la luz, son aquellos casos más notables, ocurridos en viajes, entradas y exploraciones de las que tenemos constancia documental suficiente (…)” (Pág.270).

 

En cuanto a la justificación que algunos historiadores pudieran adjudicarles, a los conquistadores, razones justificables de la práctica de canibalismo por hambre, debido a la escasez de alimentos en aquella temeraria empresa de guerra de conquista, este autor aclara que:

hubo expediciones con hambre intensa y sin canibalismo y otras en que a lo mejor la situación no era tan extrema y se recurrió a la práctica caníbal. Por ello, coincido –dice este autor- con Peggy Reeves en que «el canibalismo puede estar vinculado al hambre, pero el hambre no está necesariamente vinculada al canibalismo»” (Pág. 269).

El historiador larense, Herman Garmendia en su obra titulada: “Cuando el Conquistador Juan de Villegas” donde cita un pasaje descrito por el veedor (español) Francisco de San Martín o Francisco Martín, único sobreviviente de una de las expediciones ordenadas por el conquistador alemán, Ambrosio Alfinger, por los lados del Lago de Maracaibo, donde cuenta en su relato que:

Unos soldados desesperados en forma suicida desertan de la tropa. Estos desertores se comen a una india que encontraron. Volvieron al campo con carne de india en grandes lonjas tiradas sobre las espaldas. (Pág. 151).

Más adelante, en su narración cuenta este funcionario español, -citado por Garmendia- que él, “encontrándose muy enfermo, producto de la ponzoña de un insecto, que le había clavado el aguijón, sus compañeros matan a un muchacho indígena, lo descuartizan y comen”. (Pág. 154). Pero continuando con la misma narración luego dice:

Navegaban unas veinte canoas tripuladas por indios. (…) La casualidad quiso que aquellos navegantes aborígenes fueran pacíficos. Dieron de comer a los expedicionarios. (…) Siete indios del grupo navegante se quedan con los soldados españoles mientras los demás indígenas se dirigen a la orilla del río con la promesa de volver con alimentos. (…) presumiendo los expedicionarios que la retirada de los indios, constituía un ardid. (…) los españoles esperan la noche. Cuando los indios dormían les dieron muerte a algunos, porque, otros, huyeron. Luego se los comieron y guardaron un lote de carne humana para ingerir en el camino (Pág. 16-17). (El resaltado es nuestro)

En referencia a este mismo tema del canibalismo por parte de los conquistadores europeos, como prueba he tomado de la “Historia Constitucional de Venezuela” del historiador venezolano (tocuyano): José Gil Fortoul, donde cita el siguiente relato que pertenece a Fray Pedro Simón, uno de los cronistas de aquella trágica época:

El primer acto de canibalismo que registran las crónicas venezolanas fue obra de estos alemanes y españoles. En el curso de la segunda expedición, hallándose Alfinger por las orillas del rio Magdalena, decidió enviar a Coro el oro que había recogido, (…) y la confió a veinticuatro hombres mandados por un capitán… Extraviándose un poco, y acabados los bastimentos que llevaban, ya medio muertos de hambre, (…) “Más, como sus fuerzas del todo les iba faltando, acordaron y de hecho lo hicieron, de ir matando de los pocos indios e indias que les habían quedado de servicio e írselos comiendo cada día el suyo…, sin dejar cosa de ellos, tripa ni de lo demás, porque nada les sabía mal; y aún sucedió que matando al postrer indio, y arrojando cuando lo hacían cuarto el miembro genital…, era tanta el hambre rabiosa que un soldado, llamado Francisco Martín (relator del suceso), que como perro arremetió y lo cogió y se lo engulló crudo diciendo: pues esto arrojáis en estas ocasiones?...” “Dividiéronse luego unos de otros por temor a que el hambre los obligara a matarse entre sí. Cuatro que partieron juntos encontraron unos indios que los socorrieron con maíz y raíces; pero pareciéndoles poco cayeron sobre ellos, mataron a uno y tostaron la carne para que les sirviera de viático”. (44-45).

Pero existen más pruebas de canibalismo por parte de los conquistadores según Juan Freide citado por Gustavo Pereira en “Historia del Paraíso Los seres inferiores” Libro segundo, reseña algunos relatos, que he sintetizado con los siguientes extractos:

En 1538, antes de ser decapitado por orden de Juan de Carvajal, Felipe de Hutten relata en carta a su hermano este acto de canibalismo practicado por un cristiano de su expedición (…) Es de espanto lo que en esta jornada tenían que comer los cristianos, (…) muchas y diversas cosas y malas comidas, aún devorando algunos carne humana, (…). Un cristiano fue encontrado cuando cocinaba con hierbas un cuarto de un muchacho indio (…) (Pág. 92).

Este mismo autor citando una de las tantas narraciones del padre Las Casas, que hace de la expedición de Nicuesa, se lee:

(…) que 30 españoles (…) padeciendo rabiosa hambre y hallando un indio, que ellos u otros debían haber muerto, estando ya hediendo, se lo comieron todo, y de aquella corrupción quedaron todos inficionados que ninguno escapó (...). Otros españoles se comieron un indio que hallaron muerto en el camino donde iban a buscar pan. Y más adelante narra otro incidente antropofágico: “Felipe Gutiérrez, de Madrid, pidió la gobernación de Veragua por ser rico río; y fue haya con más de cuatrocientos soldados el año 36, y los más perecieron de hambre o yerba. (…) Diego Gómez y Juan de Ampudio, de Ajofrin, se comieron un indio de los que mataron, y luego se juntaron con otros hambrientos y mataron a Hernán Darias, de Sevilla, que estaba doliente, para comer; y otro día comieron a un Alonso González; pero fueron castigados por su inhumanidad y pecado.

En otro pasaje relatado por Gómara, sobre los expedicionarios de la Florida, citado por Pereira dice:

En una isla que llamaron Malhado y que boja doce leguas y está de tierra dos, se comieron unos españoles a otros, los cuales se llamaban Pantoja, Sotomayor, Hernando de Esquivel, natural de Badajoz; y en Jambo, tierra firme, allí, junto, se comieron asimismo a Diego López, Gonzalo Ruiz, Corral, Sierra, Palacio y otros.

Aquí expongo otro relato en relación al mismo tema de antropofágica practicada por los conquistadores que he tomado de un artículo de Manuel Taibo, titulado: “Los conquistadores de Caracas”. Publicado el 26/07/21 en el portal: www.aporrea.org/tiburon/a304508.html al referirse a las crónicas del padre Aguado, dice:

 

Entre los muchos horrores que se achacan a estas expediciones está el de la antropofagia. Cuenta el mismo cronista que, en una ocasión, un grupo de soldados hambrientos se tropezaron con unos indios y comenzaron a darles voces para que se acercaran. Como los indios sospechasen las intenciones, "como después lo pusieron por obra", se mantuvieron alejados. Los españoles, que desfallecían de hambre, les hicieron entender por señas que les trajeran alimentos. Vuelven los ingenuos anfitriones con toda la comida que encuentran en sus pueblos. De antemano los españoles habían decidido que "como el mantenimiento que podían traer sería poco, determinaron que se tomasen los indios y se matasen y asasen en barbacoa para guardar y tener respeto para su comida. Los indios llegaron sinceramente, sin recelo de recibir daño alguno, a quien con tanta buena voluntad traían de comer el maíz y otras raíces que traían. Los españoles, después los vieron, cada uno echó mano de su indio, para poner por obra lo que antes habían tratado. Como la flaqueza era tanta, los indios pudieron desasirse de los españoles, menos uno al cual lo mataron y despedazaron muy liberalmente y asaron en barbacoa para su sustento". Dice Aguado que "se lo comieron con tal alegría como si fuera otro animal de los acostumbrados a comer entre cristianos". A partir de ese momento los hambrientos expedicionarios se dejaron de todo escrúpulo. La sangre no era menester llegarla al fuego porque en abriendo el muerto con las manos la sacaban y la bebían y aún se quedaban lamiendo las manos; y por no ser molesto no quiero pasar adelante con estos abominables exemplos de crueldad".

 

Piqueras Céspedes, citando al escribano Sordilla, citado por Antonio B. Cuervo, en “Colección de Documentos Inéditos para la Geografía e Historia de Colombia”, donde relata el caso de Jorge Robledo, capitán del enviado de Pizarro, Lorenzo de Aldana,

 

(…) cuando este protagonista afirma que «Tanto pudo el hambre que ya deseábamos topar indios, que, aunque fuera a bocados, peleáramos con ellos» (…) Entonces el aborigen es visto ya, no solo como un enemigo bélico, sino también como una alternativa válida a la falta de alimentos y al hambre. De enemigo rechazable pasa a ser pensado como un enemigo apetecible y consumible”. (Pág. 265) El resaltado es nuestro.

 

Existen otros episodios narrados por los cronistas de la Conquista y la Colonia tomados por este mismo autor, que describo en este trabajo por considerarlos como testimonios para la descolonización de la conciencia histórica, ya que los actos de canibalismo por parte de los conquistadores, era realizados de manera deliberada y no tanto por el hambre y los padecimientos producto de la desbocada avaricia de estos salvajes europeos, que sí, eran salvajes en realidad. De acuerdo a las narraciones ya citadas, cuando vemos la cita de este autor cuando dice: “De enemigo rechazable a enemigo apetecible y consumible” Y al referirse a las Actitudes antropófagas frustradas, que no llegan a materializarse, anota el episodio narrado por Hernando Colón (hijo del Almirante “descubridor”) sobre el regreso del segundo viaje de su padre,

cuando ante una actitud claramente antropófaga y consciente por parte de algunos marineros, “muchos, como caribes, querían comerse a los indios que llevaban”, se impone la autoridad del mando (en este caso la del propio Cristóbal Colón) que evitaría la puesta en marcha de la acción”. (Pág.265). El resaltado es nuestro.

Y citando un episodio recogido por Gonzalo Fernández de Oviedo sobre el viaje de Juan de La Cosa a Urabá en 1504, citado por Piqueras Céspedes, cuando intenta ocupar de la Tierra Firme, dice:

Después de múltiples correrías, destruyendo y esclavizando todo lo que se ponía por delante, algunos de sus hombres; (…) mataron a un indio que tomaron, e asaron el asadura, e la comieron e pusieron a cocer mucha parte del indio en una gran olla, para llevar que comer en el batel donde iban los que esto hicieron. Y como Johan de La Cosa lo supo, derramóles la olla que estaba en el fuego a cocer aquella carne humana, e riñó con los que entendían eneste guisado, afeándolo. (Pág. 266).

 

Y citando Fray Pedro de Aguado, cura y cronista de la época de la conquista escribe sobre el canibalismo hispano, lo siguiente:

 

"Dexado aparte el comer de los caballos que se murian, lo qual tenían por muy particular ypreciado regalo, avia yaba ombres que por conservar su vida procuraban con diligencia ver y saber si acaso se quedaba algún hombre muerto, a cuyo cuerpo acudían y cortaban y tomaban lo que les parescía: con lo qual, oculta y escondidamente guisándole y aderesandolo al fuego, comían sin ningun asco ni pavor sus propias carnes,” (Pág. 267).

 

De U. Schmidl, en la obra, “Alemanes en América, Crónicas de América”, (1985), recoge el caso el sucedido en el asedio a los invasores, por parte de indígenas charrúas y guaraníes de la primera fundación de Buenos Aires (1536), “cuando algunos españoles apretados por el hambre, se dedicaron a satisfacer sus apetitos con la carne de los que morían y aún de los ahorcados por la justicia”. -Luego agrega Piqueras Céspedes- “Si retomásemos la cita anterior de Aguado, la continuación de la misma nos llevaría a establecer la última categoría del comportamiento caníbal. Esta presupone la máxima degradación social del conquistador (…)” (Pág. 267).

 

De igual manera encontramos entre sus apreciaciones, otro relato que corresponde a conquistador Alvar Nuñez, Cabeza de Vaca “Naufragios y Comentarios” ed. de Roberto Ferrando, “Crónicas de América” (1984) comenta que:

 

cinco cristianos que estaban en rancho en la costa llegaron a tal extremo, que se comieron los unos a los otros, hasta que quedó uno solo, que por ser solo no hubo quién lo comiese (...). De este caso se alteraron tanto los indios, y hubo entre ellos tan gran escándalo” (Pág. 268).

 

Hasta aquí hemos visto algunas, de las pruebas irrebatibles de las prácticas de canibalismo por parte de los conquistadores europeos, narradas y aceptadas por cronistas, historiadores e investigadores, pero no hemos conseguido pruebas históricamente creíbles, de que los aborígenes abya-yalanos, hayan practicado tal atrocidad; porque la realidad es que estos seres humanos llamados despectivamente “indios”, “salvajes”, “seres sin alma”, -como han sido tratados por los euro-centristas-, jamás osaron alimentarse con carne humana, y menos aún, cuando eran expertos cazadores y pescadores, que vivían en territorios donde disponían de pescado, y generalmente carne animal, que había en abundancia, al igual abundancia de frutos silvestres que les donaba la naturaleza que eran recolectados para proporcionarse la alimentación.

Y es aquí, donde cabe la pregunta curiosa: si los actos de canibalismo cometidos por los europeos, fueron reseñados y detallados por los cronistas de la conquista y la colonia y reconocidos por connotados historiadores, con diferentes formas de visión ideológica y de interpretación histórica, ¿por qué entonces, no reseñan, al menos, algún acto con pruebas testimoniales realmente de credibilidad contundente, de algún pueblo, etnia o parcialidad aborigen, en el Continente Abya Yala, que haya practicado actos de canibalismo?... ¿Se comieron los aborígenes, algún europeo que puedan mencionar, con nombre y apellido, fecha, lugar, del atroz acto, como sí, se reseñan en los testimonios del canibalismo hispano? Entonces, parece cuesta arriba defender el canibalismo de los aborígenes abya-yalanos; como lo han hecho algunos escritores; por lo que podemos señalar de manera contundente, que aquí, por parte de los nativos no hubo antropofagia, como si, la hubo por partes de los conquistadores europeos. Es nuestro deber como estudiosos de la historia, para entender las razones que nos obligan a la descolonización de la conciencia, la historia y la sociedad.

 

Vistos estos irrevocables testimonios de los mismos protagonistas y cronistas, podemos entender que los ancestros aborígenes jamás practicaron el canibalismo, eran respetuosos de la vida, solidarios y hospitalarios. Ahora veamos los criterios razonados de varios escritores e investigadores citados por Pereira, referente a la falsa divulgación antropofágica que acusa a los pueblos originarios de practicar el canibalismo:

Versiones que niegan la antropofagia indígena -dice Pereira- cunden por igual en la historiografía americana. En el tercer libro de su Historia, Las Casas, al referirse a la aventura del naufrago Jerónimo de Aguilar, quien fuera recogido y protegido por los mayas de Yucatán, pone en duda la versión de Gómara –recogida por Cortez y otros compañeros- sobre las práctica antropofágicas de este pueblo: “Gómara dice que había dicho que algunos sacrifico dellos a sus ídolos y los comió y otros guardó para los sacrificar, pero que se huyeron y aportaron a tierra y señorío de otro señor que los guardó y conservó sin hacerles mal alguno (…) Esto de sacrificar hombres y comérselos, como dice Gómara, -lo dice Jerónimo de Aguilar- yo creo que no es verdad, porque siempre oí en aquel reino de Yucatán ni hubo sacrificios de hombres, ni se supo qué cosa era comer carne humana (y decirlo Gómara, como ni lo vio, ni lo oyó sino de la boca de Cortez, su amo y que le daba de comer, tiene poca autoridad, como sea en su favor y en excusa de sus maldades, sino que esto es lenguaje de los españoles y de los que escriben horribles hazañas, infamar todas estas universas naciones para excusar las violencias” (Págs. 94-95). (El resaltado es nuestro).

Respecto al contenido del párrafo anterior donde Pereira cita a Las Casas, donde pone en duda la Versión de Gómara, es buenos aclarar que uno de los cronistas más empecinados en desvirtuar la realidad aborigen en continente Abya Yala fue el padre Francisco López de Gómara,  quien fue historiador español, sirviente de Hernán Cortez en España, que se destacó como cronista de la conquista española en México, relatando en sus crónicas, actos de canibalismo y sacrificios humanos, por parte de los aborígenes, como ciertos; pero lo curioso es que este personaje eclesiástico, jamás viajó hasta nuestro continente, y los relatos que escribió y fueron publicados a todas luces como fidedignos, están basadas en los relatos de los aventureros, que regresaban a España con la mente llena de cuentos, y leyendas fantásticas, en relación a los habitantes, de lo que también ellos llamaban, “El Nuevo Mundo”. Por lo tanto, todas esas versiones de canibalismo por parte de los habitantes de los pueblos originarios, deben quedar sin efecto por carecer de veracidad, lo que más bien fue un ardid, para propiciar la esclavitud y los asesinatos de aborígenes acusados falsamente de caníbales.

Este mismo autor, refiriéndose a otro relato del padre Las Casas para desmontar la falsa del canibalismo entre los aborígenes contra los naturales de la isla de Trinidad, donde Las Casas se autonombra dice:

El clérigo resistió, afirmando que no era verdad, por lo cual mandaron que se pusiese en la instrucción real que llevó el licenciado Figueroa, cómo el clérigo Bartolomé de Las Casas afirmaba que los indios naturales vecinos de la isla de Trinidad no eran caribes, conviene saber, no eran comedores de carne humana; que le mandaba que con toda diligencia, en llegando a esta isla, tomase sobre ellos información y examinase la verdad; el cual así lo hiso con muchos marineros y otros de los mismos que le saltearon alguna veces, y halló que no eran caribes, sino muy modestos y ajenos de aquellos males; y el mismo licenciado Figueroa me lo afirmó”.

Otro historiador citado por Pereira: “Labat considera un error creer en la antropofagia Caribe –continúa Pereira- y da razones sustentadas –dice- con pruebas “más claras que el día”. Él que ha vivido largos años entre los caribes cree que, por el contrario, son bondadosos e indulgentes (…). Labat vivió entre los verdaderos caribes de las Antillas orientales, en quienes pudo apreciar, revela, sentimientos y costumbres contrarios a los comúnmente divulgados (…).

 

De igual manera Pereira cita a De Lalung, basándose en la relación de Breton, llegando a las mismas conclusiones:

 

Sería un error –escribe Pereira citando a De Lalung - creer que los caribes eran antropófagos en el sentido propio del término. Hemos dicho que hacían una sola comida regular: en la mañana. Cuando en el resto del día sentían hambre comían cangrejos y frutas pero jamás la carne humana figuraba en el menú habitual (…).

 

El aventurero Francés Dauxion Lavaisse coincide con Labat al negar la antropofagia entre los caribes (…), y Pereira continúa en su obra, reseñando este tema cuando dice:

 

El historiador y etnólogo venezolano Bartolomé Tavera Acosta, quien residiera durante largo tiempo entre diversas etnias del Alto Orinoco, escribe que jamás vio comer carne humana a ningún indio y considera que la confusión probablemente deviniera del consumo que hacían estos del mono araguato (simia araguato), tan parecido a un ser humano. Tavera escribe en el capítulo VII de su libro Río Negro –citado por Pereira- “juzgo parecida impresión la que recibirían aquellos blancos a la que experimentamos la primera vez que vimos un araguato muerto y preparado para el almuerzo de los indígenas tripulantes que llevábamos, en 1900. Era exactamente igual a un muchacho de 14 o 16 años, y su aspecto el de un perfecto cuerpo humano sin movimiento”.

Para concluir sobre este tema, y observado los diferentes testimonios que hemos podido incluir aquí, es justo considerar que los actos de salvajismo y canibalismo por parte de nuestros aborígenes, solamente reposa en los cuentos y leyendas inventadas por los invasores, con la expresa intención de mal poner y castigar inmoralmente la conducta sana e inocente de aquellos seres humanos, que al principio les sirvieron a los conquistadores, como buenos anfitriones, saciándoles el hambre, en múltiples momentos; que inicialmente recibieron a los europeos con formidable hospitalidad, hasta que los nativos se dieron cuenta de las intenciones macabras de aquellos inhumanos seres, llamados “cristianos”. Partiendo de estos principios históricos es que debemos reafirmar la firme idea de la descolonización de nuestro pensamiento histórico. Debemos profundizar el pensamiento cultural insurgente, ante la constante transculturación y distorsión historiográfica que sistema capitalista ha impuesto, como sometimiento a la recolonización sobre los pueblos.

 


 


 



 



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Reinaldo Chirinos

Licenciado en Educación Mención Desarrollo Cultural. Facilitador del INCES.

 reinaldoc06@gmail.com

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