Al pueblo de Haití le cagó la Verónica

En tiempos pasados, cuando uno podía ver caminando, hablando y apostrofando cualquier español de aquellos que a América aventaron las guerras y desolación que cubrían España, bajo el gobierno “por la gracia de Dios”, de Francisco Franco; cuando las tascas y comederos, no eran esas morisquetas con que uno se topa ahora en la Candelaria, era frecuente escuchar algún hijo de la patria del Cid Campeador, blasfemar diciendo:

“Me cago en la verónica”.

La Verónica fue una humilde y misericordiosa señora que colocó al cristo redentor, en su momento de agonía, un pañuelo sobre el rostro ensangrentado, en el cual se imprimió la imagen del Mesías.

Razón por la cual nunca he sabido ni entendido, por qué españoles, muchos de los cuales combatieron en el Quinto Regimiento y bajo las órdenes del general Modesto, anarquistas, simples aventureros, busca la vida y blasfemos, aún siendo católicos, la tomaron de modo tan soez con aquella señora, sobre la cual se querían cagar por cualquier vaina, cual si fuese un escusado.

Mi pueblo, Cumaná, a cuyo territorio y población original conquistaron y colonizaron, en su mayoría andaluces, le cagaron, uno supone que como a la Verónica, ésta sin culpa ni motivo alguno, poniéndole a su río el nombre “Manzanares”, el mismo de aquel que atraviesa Madrid. Y es probable que entre aquella gente española, que vivìa en Cumanà, no hubiese muchos madrileños.

Quizás por querer ser diferentes y a manera de venganza, los cumaneses aclimataron la expresión diciendo:

“Lo cagó la Verónica”.

Y hasta, en primera persona dijeron, como muestra del sentido nuevo de la expresión:

“Me cagó la Verónica.”

No es que alguien se cague en aquella respetable y piadosa señora, sino al contrario, es ella la que se evacúa, sin pudor alguno sobre la gente. Quizás sobre esos que por pavosos y empavados se querían, a cada instante, cagar en ella.

En verdad, esta expresión es tan ofensiva, violenta y denigrante como la usaban los viejos españoles, pues supone a la señora en actitud de disponerse y hasta incomodarse, para cagarse en cualquier parte y sobre quien sea, sin pudor ni respeto.

Pero no se utiliza para insultar a nadie distinto a la señora, sino para describir una situación, un estado deplorable, digno de misericordia del aludido.

“Lo o le cagó la Verónica”, alude pues a un individuo empavado, sobre quien la mala suerte se solaza. No es pues una expresión con intención blasfema ni necesariamente peyorativa. Hasta podría ser conmiserativa.

Dicho lo anterior, uno puede decir al estilo cumanés, con compasión, dolor y rabia que al pueblo haitiano, aquel glorioso de la primera república independiente, americana y negra, le cagó la Verónica.

Pero esta Verónica, no es aquella que con su pañuelo cubrió la faz de Cristo, ni mucho menos un insignificante Cristofué, pavita, caracol enorme detràs de una puerta o un repartidor de mal de ojo, sino un gigante que para más señas, por allá arriba vive. Sus cagadas ruedan rió abajo, hacia donde estamos.

Es que sobre Haití han pasado las siete plagas de Egipto, los cuatro jinetes del Apocalipsis y hasta se derramó la Caja de Pandora. Que si a ver vamos, son males menores que las modernas cagadas de Verónica.

Pero nada de eso parece ser suficiente. Pues volvió Baby Doc, un gesto gringo de meter a ver que sacaban y por ahora de eso nada han sacado. Pero allá está como Espada de Damocles, pendiendo peligrosamente.

Ahora, para finalizar, sólo por no seguir exponiendo el dolor y la pena del hermano pueblo, han realizado unas elecciones y un mes después, hasta ahorita que escribo, no se sabe quién ganó.

Tanto misterio, dicen quienes lo han cobijado, es para evitar un fraude. Mientras tanto, el gobierno, pide a los haitianos calma, de lo que hasta ahora han sido pródigos, que sigan sentados a la espera con confianza, “que el equipo gana”. Mientas ruedan hacia acà los residuos corporales del norte.


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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