Del
libro Crónica de una Masacre de Rafael Hurtado
Un
amor de tan poquito es aquel que se le ha metido a la patria, desde
que se convirtió en una entidad socio histórica con fe de bautismo
occidental. Amor enjuto para los que la han entendido desde si mismos,
y que por ende serían incapaces de darlo todo por ella. Sin embargo,
de tanto mucho odio han crecido raíces tan profundas que hoy
todavía parece que el amor padece. Y fue eso lo que se padeció aquella
madrugada de un Octubre 4. De tanto mucho odio, de un odio socialcristiano
para la época, con un gobernador con apellido de musulmán y en nombre
de la democracia que nunca existió...se padeció de amor en lo que
se inscribió en la historia como la masacre de Cantaura, mare mare
de sangre.
Fue
en los Changurriales de Morocho Evans. 23 venezolanos; campesinos, empleados
universitarios, estudiantes cometían junto a otros el delito de rebelarse
contra un gobierno de ricos. Pudo la saña emboscar, con la fuerza
de sus broncos y canberras, y un cerco de hombres con pasamontañas.
Pudo atreverse contra el disentir de quienes simplemente pudieran estar
auspiciando un pleno del partido para pensar la pacificación. Fue muy
cerca de Cantaura. Allí. Casi al frente del crucero de Mata, en la
vía nacional. Y se dice, dentro de las tantas cosas que aún se dicen,
que desde la carretera nacional se veía la fogata. Punto visible para
que el más inexperto piloto pudiera atinarle a la fogata...y eso bastaría,
lo demás lo ejecutaría el cerco moviéndose en anillo y como aderezo
el tradicional TIRO DE GRACIA.
Ya
han pasado tantos años de no contar con la sonrisa de Solfanny, ni
con la templanza de la negra Emperatriz. La voz de Enrique Márquez,
puede ser la brisa que ventea el mechurrio de chimire, de lo que
pudo haber dicho el catire Rincón para el avance...para el avance.
Ya han pasado tantos años... y de ese partido, de Bandera Roja, no
queda mucho, no queda nada, apenas si un Gabriel Puerta como guachimán
de sus verdugos apostando al candidato de AD, como opción para
la unidad nacional. Es como se siguiera viéndose la fogata desde
la carretera, sólo que ya no se avanza, porque es que no se puede avanzar
con un amor de tan poquito, amor rastrero el de Gabriel. ¿y es que
no te han emboscado las pesadillas, comandante mentira?.
Cuando
sobre el amor en una especie de plusvalía sentimental, cuando cada
uno de nosotros pueda tener su parte de amor respectivo, sin que le
falte a ningún frente, aunque sea un pedacito de los recuerdos
de aquellos que hoy puedan estar militando en las
huestes de mi general tamanaijo, entonces ya el amor de tan poquito
podrá multiplicarse para promover operación de resta en el odio ese
que tanto nos anima contra nosotros mismos, como si la vida fuese “soplar
y hacer botella”.
Y hoy, cuando los señores
del poder, de la vida y de la muerte reclaman su derecho de ser
ricos animados por la “necesidad de los privilegios”, bastaría
tomarlos a ustedes, héroes de Cantaura, como sacramento para la construcción
definitiva de la sociedad de iguales. Pero, hasta esto debe resultar
difícil, así divididos en cada uno de los odios respectivos, por un
partido nuestro que se está equivocando... que está dejando otra vez
la fogata a los ojos de la carretera. Quizá, la cosa nos esté resultando
difícil para el “país poema”, y todo porque algunos han creído
más en el amor de tan poquito. Si creyera en el amor de muchos, en
el socialismo de verdad, verdad el diputado – piloto de aquel día,
el del bronco que dejo casi guindando la pierna del catire, dijera,
pongo mi inmunidad a la orden y pido camarada Soto Rojas que se
castigue a los asesinos de Cantaura y que se castigue a tiempo.
La otra delación.
El Gabriel que nunca fué.
Hay palabras que son
tan duras como una bomba de 250 libras, de aquellas diecisiete aproximadamente
que dejaron caer los que no creen en la vida.. Palabras que mutilan
como aquella que arteramente dejo apenas en un hilo de sangre la pierna
del camarada eterno y siempre comandante Roberto Rincón Cabrera. Hay
palabras que expresan la otra muerte de los camaradas de cantaura,
de mare mare, de los changurrailes. Son las palabras de Gabriel Puerta
Aponte, “Pablo Pérez traerá el cambio que devolverá al pueblo
venezolano la esperanza de una vida mejor, de una sociedad más justa
y de una patria unida, soberana y de grandeza”, indicó. Universal
02 de octubre 2011-10-02. Sigues la delación, la sigues Puerta Aponte
porque ya ELLOS, no importan…para ti nunca importaron, porque para
nosotros ¡siguen vivos¡.
En el inventario de las cosas que hacen falta para construir la patria buena faltan ellos, aunque para no detenernos tengamos que decir, si no los tenemos busquemos sus recuerdos y la patria nos va a quedar igual de bonita. Sirve un hijo una madre un sobrino, un nieto de ellos para ir zurciendo la patria en bordado rojo ¿de qué color será el amor?
Todavía nos asalta la poesía que es
el único asalto bueno y mucho más sin López Sisco para inundar
iguales dosis de arrechera con ternura y que salga nuestro grito,
ya para las madres, hermanos, sobrinos, nietos:
Por los camaradas
ausentes, decreta nuestra alma se brinde por ellos, alma adentro se
pronuncie una rebelión de cariños reales ordenando que
las lagrimas por un año más de su viaje no tengan otro significado
que no sea el de un rio de esperanzas y ternuras inundándonos por ellos.
Que los negrosluises, los mochuelos y cristofué
no paren el canto y empiecen a volar los recuerdos y que el alma con
sus mejores acordes nos traigan de vuelta los sueños de cada uno, en
todos los pájaros, en todas las flores, que el mirador que se construye
como un homenaje, sirva para recordarnos que los que tenemos que mirarnos
somos nosotros y esa pretensión de semidioses que nos acompaña.
Un credo en en changurrial del Morocho
Evans.
De
aquel octubre, aún queda mucho...siempre quedarán en la posta nueva,
la de toda hora para que la patria la dejen florecer, porque en los
changurriales broto una flor, por ellos, por sus pasos y los caminos
abiertos. En los changurriales broto una flor que todas las mañanas
llora a todos los que partieron más temprano. La diana, la posta, la
polvora, los sueños y Cantaura allí…para el recuerdo, para el credo
nuevo, no el del cielo, sino el de la tierra (porque la vaina es aquí):
Creo en el catire Rincon y en sus pasos firmes.
En las trillas y las y los que le siguieron.
Creo en Florencio y en su volcán interno,
en Chepa y su irresistible terquedad contra el sistema.
Creo en Patricia y en la geografía de su piel, sin los culatazos que ordeno el asesino, en su disposición por preferir el fusil, al labial.
Creo en Arzola,
en zanahoria,
en aquel que cambio el Tejada por Plaza.
Creo en Carmen Rosa, lugarteniente del chaparro,
en Ildemar y su cercanía al cristofué,
en Zambrano,
en Maria Luisa,
en Echegarreta,
en Moira…que siempre será Beatriz,
en Baudilio,
en Becerra,
en Eumenides o Heidi, en Heidi o Eumenides (el orden de los factores no altera el producto) y su pedazo de San Tomé en un rincón de su alma.
Creo en Pacin Collazo,
en Carrasquel,
en Martel Daza, como Domingo,
en Luis Gomez como Pomponio,
en Castro Batista y
en Zerpa Colina,
en el guerrillero sin nombre que lo degradaron a ser una bolsa negra.
Creo en El Chifle, donde esté, si está y si no está también por la locura hermosa de buscar a sus camaradas.
Creo en ellos porque de ellos dependió la vida nuestra y seguirá dependiendo por los siglos de los siglos,
Amor.
Creo
en el poeta que grita ante la flor quemada; “que no hallen,
ni techo para la lluvia, ni abrigo para el frio, ni paz para su descanso.
Que por los siglos, de los siglos, de los siglos sean malditos, los
hematófagos que fueron, con o sin orden, a llevar la oscuridad”.