No voy a mencionar las circunstancias de la arbitraria detención (o secuestro) del cantautor Julián Conrado; han sido denunciadas hasta el cansancio por importantes sectores, artistas y personalidades políticas favorables a la revolución bolivariana. Sin duda, luego de la entrega de Joaquín Pérez Becerra y la posterior repulsa mundial que causó, el gobierno venezolano se replanteó la política de colaboración con el gobierno colombiano. Aunque el secuestro de Conrado se da por una operación nunca aclarada entre las fuerzas represivas de ambos países, al menos no fue entregado de forma expréss como sucedió con el periodista. Las autoridades venezolanas tuvieron que enfrentar a una opinión pública ya alertada y sensibilizada que consideraba (y considera) una traición la entrega de revolucionarios a un Estado como el colombiano, signado por el atropello y el crimen, contra toda oposición progresista, armada o no.
Así, el caso del cantante quedó en una especie de limbo político, cruzado por delicadas presiones y los dilemas de la coyuntura. Por un lado, la maquinaria represiva colombiana; por el otro, la opinión adversa de un grueso de la izquierda internacional y de la militancia bolivariana. Del lado colombiano, el paranoico Uribe y el alto mando colombiano; del nuestro, miles de compatriotas resentidos por un cambio inexplicable en nuestra política internacional. Desde el vecino país, un proceso judicial contra el artista, cargado de mentiras y vicios procesales; en Venezuela, la declaración de la Fiscala General, Luisa Ortega Díaz, expresando la posición del Ministerio Público, contraria a la extradición. Desde allá, la pluma aviesa del paracolumnista José Obdulio Gaviria (¿qué escribe en...???. Adivinen. !El Tiempo!... periódico de los Santos), con ayudaítas inexplicables en escritos públicos de Néstor Francia, Julio Escalona y Luis Bilbao, quienes justificaron lo injustificable; desde acá, centenares de escritos de artistas, revolucionarios, periodistas y militantes exigiendo el refugio humanitario para Julián.¿Y en el centro qué? Un cantante revolucionario en un calabozo clamando libertad, más popular ahora que cuando cantaba a salto de mata, de bombardeo en bombardeo, en las montañas de Colombia. En el medio del asunto, también está una decisión congelada en el Tribunal Supremo de Justicia venezolano, contrariando lapsos procesales y semejándose a los tribunales colombianos.
El caso debe resolverse lo más pronto posible, para su libertad plena y asilo en ejercicio de la dignidad bolivariana llena de soberanía, como dijo el propio presidente Chávez. Ya no depende de la posible influencia que pudo tener en la campaña electoral, obvia condición que ha retrasado su favorable final. El inicio de los diálogos para la paz en Oslo, brinda un momento ideal para conceder la libertad a Conrado. Es una cuestión de decisión política, más que de leyes y procedimientos, los cuales a estas alturas, después de tantos entuertos y violaciones, claro está que no cuentan para nada en el asunto.
Más aún, recientemente, el estado colombiano retiró temporalmente 191 órdenes de capturas contra la dirigencia de las Farc-Ep. De ellas 132, le correspondían a Iván Márquez. Una sola orden, chimbamente fundamentada, soportó la detención y encarcelamiento de Julián Conrado. Su libertad y posterior refugió no solo ayudarían a distender la mesa de conversaciones en Noruega, sino que sería una contribución y señal inequívoca, de la voluntad venezolana para que se imponga la paz en Colombia.