Claro que me refiero a Jesús, el Cristo. Me refiero a ese palestino que fue acusado por el imperio romano de "creerse el rey de los judíos" y por tanto, fue sometido a las más brutales torturas y asesinado en la cruz, ese instrumento de penalización extrema para los comunistas que se rebelaban contra lo establecido y eran procesados y sentenciados como presos políticos.
Jesucristo era acusado de subvertir el orden como comunista, como fomentador de la la comunión, de la unión común de todos los oprimidos, de los pobres y excluidos, para alcanzar la liberación y construir el cielo para todas y todos. Por luchar por algo así como esta utopía que en Venezuela comienza a hacerse tangible en la Patria socialista.
Jesús de Natharet tenía el espíritu indómito de los palestinos, ese pueblo hoy en diáspora y bombardeado por el Estado sionista en la Franja de Gaza: único pequeño territorio al que se les ha reducido desde la dictadura imperial con sede gubernamental en Tel-Avit.
La muerte de Jesucristo ha sido atribuida por algunos sectores de la interpretación histórica de aquellos hechos, a "los judíos". En realidad se trataba de una falenge aliada al imperio romano, tal como hoy podría relacionarse la falange del Estado de Israel con el imperio estadounidense, en ese afan capitalista por concentrar capital y poder, con una acumulación voraz para la cual, no sólo se explota a trabajadoras y trabajadores en el escenario de la producción, sino que también se asesina, con furia genocida, en los propios territorios donde culturalmente se ha crecido desde hace siglos y hoy están reducidos a una mínima expresión bajo la mira de misiles sionistas.
En la actualidad, el pueblo palestino es estigmatizado con la calificación de comunista, de terrorista. Y bajo ese sello se ofrecen "razones" al mundo para exterminarlos, para acabar con su memoria y su fuerza de resistencia.
Europa, cómplice, aplaude y acompaña la masacre. Estados Unidos, por su parte, la alienta y apoya incondicionalmente, seguros de que es una manera de inyectar sobrevivencia al capitalismo decadente, cada vez más cercado por los pueblos del mundo que han decidido ser libres, soberanos e independientes.
Una vez más, Jesús es crucificado en la figura del pueblo unido de Palestina. La historia querrá señalar a los judíos como rsponsables, porque el Estado de sión encuentra en ello una forma de autovictimización y una excusa perfecta para decir que quienes defendemos y nos solidarizamos con la causa palestina, somos antisemitas.
La única verdad es que las transnacionales del gran capital tienen en el Estado de Israel otro bunker político imperial para seguir manejando su dominación y opresión sobre los pueblos del mundo.
Por eso, Jesucristo, el pueblo palestino, los pueblos indómitos del mundo, siguen siendo calificados de comunistas, para jusificar su exterminio. Pero ante la muerte venida del cielo imperial, este Jesús de hoy en el holocausto palestino, resucitará de entre los muertos y vivirá para siempre libre de explotación y de tantas miserias.
Y, en eso, también Nuestramérica revolucionaria acompaña solidaria a Palestina y sus luchas de resistencia y victoria.
ivanpadillabravo@gmail.com