La amnistía presidencial y el perdón a los corruptos

Las antenas están activadas con respecto de la amnistía a políticos fugitivos y presos pagando condena por corruptos, saboteadores, homicidas y participar en el golpe del 11 y 12 de Abril de 2002.

No recuerdo que en otras oportunidades se haya desatado alharaca alguna por el tema de la amnistía, pero ahora desde que el presidente Hugo Chávez llamó a los venezolanos a un diálogo nacional y dijo que los presos enfermos son merecedores de beneficios procesales, observo malestar en gente que ha expresado su opinión en contra hasta con evidentes signos de enojo; dan la sensación de que el máximo líder de la revolución venezolana, como niño en el día de su cumpleaños, estuviera listo para darle el primer palazo a la piñata cargada de caramelos y jugueticos.

No creo que la tal amnistía se convierte en algo así como aquel Miami del “ta barato, dame dos” que se popularizó en la Venezuela de la IV República; Chávez tiene la última palabra, sin embargo, es pertinente destacar un aspecto preocupante: La gente tiene sembrado en la conciencia que un homicidio es peor que un acto de corrupción. Y eso debe acabarse.

El diputado rojo rojito Elvis Amoroso, por ejemplo, ha dicho que los sentenciados por delitos contra la vida no deberían ser beneficiados y añadió que quienes padecen enfermedades podrían recibir la medida, cuestión que me parece humanitaria si de verdad los presos se encuentran mal de salud y no están tratando de chantajear al Presidente y al pueblo.

Pero añadió –y esto si no me cuadra nada- que los casos de los acusados de corrupción podrían ser revisados, basándose en que algunos llevan más tiempo fuera del país de lo que habría implicado una condena. Allí se observa claramente la banalización de ese delito, como si no tuviera importancia, como si la situación se pudieran resolver con un “pao pao” en las manos y después vamos a olvidarnos de todo. Borrón y cuenta nueva.

Tal situación advierte que seguimos pensando que sustraer el dinero de la administración de un hospital, de la alimentación de los niños de un kínder, no es tan grave como un homicidio. No debemos caer en ese juego, ¿cuánto paciente no pudo haber muerto por la falta de recursos robados a un hospital? ¿Cuántos niños desnutridos que pudieron fallecer porque en el preescolar se llevaron el dinero de la comida? Evidentemente que una gran cantidad. Y eso serían muertes provocadas por corruptos.

A esto incluyo lo que a mi parecer genera una mayor indignación en las personas que opinan en contra de la gracia presidencial: los asesinatos vinculados a la corrupción. En esta revolución ha corrido bastante sangre por este tipo de delitos. Son unas cuantas las personas muertas por defender el proceso de corruptos que han saqueado a la nación.

Debemos tener en cuenta que lo único que un pobre tiene es la vida y en Venezuela muchos la han ofrendado sin vacilaciones por la revolución. Eso no es cualquier cosa, eso ha de valorarse, verse como el mayor de los méritos y no debe ser pisoteado perdonando a vagabundos fugitivos de la justicia alegremente.

Ser blandengue con la corrupción resulta una paradoja en este proyecto bolivariano. Por un lado tenemos a Chávez como máximo líder de la revolución venezolana diciendo que será implacable con las fallas e irregularidades y, por otro, gente afecta al Gobierno asume una actitud suave referente a este delito. He allí una contradicción.

La corrupción es una de las plagas que más daño ha hecho al proceso revolucionario. Votos que en las elecciones a veces se buscan y no se encuentran, bien pueden pertenecer a esa gente descontenta, decepcionada, desencantada que demanda mano dura ante ese delito sobre el que pareciera costar tanto aplicar castigos.

Creo que en lugar de pensarse en buscar salidas fáciles para los acusados de corrupción que huyen, más bien se deben desempolvar las denuncias por esos hechos que hay en la Contraloría y en la Fiscalía del Ministerio Público, de bandidos que siguen escondiditos y jugando al olvido en Venezuela. ¡Basta ya de impunidad!

De esa manera, si se es coherente con la revolución. Si se hace justicia. Y el pueblo lo agradece; las personas honestas ven bien que se castigue a los corruptos, y en caso de ser revolucionarios los que resulten responsables, que se les de con esa fuerza que Chávez ejerce golpeando el escritorio en reunión de ministros.

El beneficio de sancionar y desenmascarar a los corruptos es tan necesario, que evitaría que camuflados de corderitos con caritas de yo no fui pretendan enchufarse o seguir enchufados en puestos públicos, o sencillamente lanzarse como candidatos a cualquier cargo de elección popular.

Insisto, en consecuencia, que se debe depurar la revolución de ineficientes, de ineficaces pero, sobre todo, de bandoleros implicados en esos hechos que riñen con la moral y las buenas costumbres.

albemor60@hotmail.com

@AlberMoran


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Alberto Morán


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