1.-Es un espectáculo violento encubierto como arte, y aún como deporte. En un mundo donde la violencia es el pan nuestro de cada día, las corridas de toros aportan su grano de arena al respecto. Se trata de un espectáculo en el que la agresión del hombre a un animal y el derramamiento de sangre en éste son los principales protagonistas; es la barbarie legada por el imperio español en América y la afición de unos seres que celebran la muerte más que la vida misma, capaces de obligar a sus pequeños hijos a presenciar el frenesí taurino. Aún así los defensores de la Fiesta Brava la consideran como un arte, o incluso como un deporte; pero lejos está de ser una manifestación artística, toda vez que el arte hace referencia al sentido estético contenido en diversas creaciones del genio humano, y no al espíritu destructivo en torno a la matanza injustificada de un ser vivo. Y mucho menos puede considerarse a las corridas de toros como un deporte, por dos razones básicas: a) En toda actividad deportiva se busca preservar la integridad física de los participantes, más allá de que ocasionalmente ocurran percances; b) Los bóvidos entran al ruedo en desigualdad de condiciones ante el torero. Para que el espectáculo taurino pueda ser considerado como arte o deporte, tendría que preservarse la integridad del animal, prohibiendo obviamente el uso de armas blancas por el torero; mientras tanto no pasa de ser una vulgar carnicería sin sentido, magnificada por los taurófilos.
2.- Se tortura y mata a un ser vivo por simple placer. Una cosa es matar a un animal por razones alimenticias, ecológicas o de cualquier otra índole razonable, y otra cosa es la matanza lúdica, y por tanto irracional, muy mal vista en tiempos en que los derechos animales cobran bastante fuerza en el mundo. Además se castiga severamente al toro antes de que ocurra su muerte, y obviamente el sufrimiento del animal es enorme, tal como afirma el ex torero colombiano Álvaro Múnera: “El toro no sufre. Esto es una falacia absoluta y total; basta saber que el toro tiene un sistema nervioso central que responde a los estímulos del dolor de la misma forma que el nuestro y decir que el toro no sufre, más que una disculpa que ellos inventan es un acto de atrevimiento tal y de ignorancia que raya en lo absurdo y en la estupidez”.
3.-El toro de lidia no es especie ni raza, y no es un animal violento, sólo se defiende de sus agresores. Consideran los defensores taurinos que el toro de lidia es una especie o una raza como tal, muy importante desde el punto de vista ecológico, y que desaparecería si se prohibieran las corridas. Evidentemente se trata de una argumentación sin base científica, pues el toro de lidia no es más que un bovino común y corriente preparado especialmente para la carnicería taurina; de manera que si se prohibieran las corridas no desaparecería algo que no existe. Entonces creen los taurófilos que el animal empleado en las corridas es bravo por naturaleza, nacido exclusivamente para ser sometido en los ruedos. Cierto es que el toro que es soltado en una plaza arremete contra el torero, pero lo hace como una forma de defenderse, como la reacción natural a la presión del público, a su acorralamiento y a las agresiones con armas blancas
4.-La tauromaquia no es bien vista por un grueso sector de la población. Por lo general los defensores de las corridas arguyen la notable popularidad de su espectáculo, pero la realidad ha demostrado lo contrario, incluso en partes del mundo en las que se supone que la tauromaquia tiene más arraigo. Recordemos que en Cataluña, comunidad española, se prohibieron recientemente las corridas de toros. En el caso de Mérida (Venezuela) diversos personajes y organizaciones antitaurinas plantearon en el año 2012 la celebración de un referéndum consultivo para determinar si el pueblo está o no de acuerdo con la continuidad de la carnicería taurina.
5.- El empleo de fondos públicos para financiar un espectáculo que se supone genera importantes ingresos. En el caso de Mérida se sabe que a nivel estadal y municipal se ha subvencionado a la tauromaquia, incluso por parte de gobernantes autocalificados como socialistas y humanistas. Fondos que han debido ser utilizados para solventar de cierta manera diversos problemas que afectan a la población.
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