La violencia en todas sus expresiones perjudica la salud física y mental de los seres humanos. Quienes son objeto de violencia tienden a padecer durante su vida de emociones encontradas, interacciones fallidas y la aparición de prejuicios que a la larga destruye las relaciones interpersonales y sociales dentro de la comunidad. Asumir la violencia como acción cotidiana para expresar el desapego o la inconformidad social solo conduce a un estado de anarquía y de desconcierto
Los estados promocionan la violencia cuando irrespetan a sus ciudadanos y violan sus derechos humanos. Las dictaduras han sido históricamente los regímenes políticos que más violencia han generado en contra del pueblo. Dictaduras como la de Pinochet en Chile, Stroessner en Paraguay y Videla en Argentina, son ejemplos de la sistematización de la muerte y tortura por la violencia de Estado.
No puede imputarse al Gobierno Nacional los asesinatos aislados y fortuitos que ocurren en el país. Somos conscientes del grave problema que se presenta con la pérdida de valores y el aumento de la delincuencia; sin embargo, los planes y programas del gobierno buscan minimizarlo para reducir su ámbito.
La violencia psicológica es una de las aristas más peligrosas. Con la aparición de las redes sociales la proliferación de mensajes de odio y desprecio aumentaron exponencialmente. La política venezolana dividida en dos tajos ha sido manipulada por la extrema derecha para impulsar sentimientos de segregación y racismo. Los personajes que se rasgan las vestiduras y acusan al gobierno de generar violencia son los mismos que lo desconocen, que sistemáticamente difunden terror y miedo y de ñapa lanzan sus seguidores a la calle a drenar sus arrecheras y frustraciones.
Se hace necesario convocar a una verdadera reconciliación nacional. La oposición está obligada a dejar de lado sus diferencias y deslindarse de los elementos violentos que con su obcecación pretenden derrocar el gobierno. La paz y la unidad son fundamentales para labrarnos un futuro de felicidad social.