Grano de mostaza

Los delincuentes no cayeron del cielo

Siempre en la historia han existido asesinos y delincuentes, es una verdad de Perogrullo. Ante esa realidad apremiante del portento malhechor, los pueblos remotos no dudaron en ejercer contundentemente sus acciones para atenuarlos, combatirlos, sancionarlos y prevenirlos. Mucho se ha discutido de la naturaleza delictiva de algunos individuos y grupos, además de las condiciones y circunstancias sociales susceptibles que favorecen la violencia criminal y delictiva. Lo cierto del caso es que estas adversidades son esencialmente de la vida comunitaria, que innegablemente nos perturban la paz y sosiego de la familia humana. Lamentablemente en estas tres últimas décadas constatamos como se ha masificado el crimen junto al tráfico de narcóticos y estupefacientes, con el desbordado mercadeo y contrabando de armas y municiones.

Es un caldo de cultivo perverso que se suma a las atrocidades de los asesinatos vividos últimamente. Sí en algo estamos todos de acuerdo, es que estos hechos se han constituidos en situaciones problemáticas de tal complejidad, que demandan la atención y vigilancia de toda la sociedad en pleno; con responsabilidad principalísima de Estado, gobiernos de los distintos niveles y Poderes Públicos en conjunto. No dudo en calificar estas circunstancias como una pandemia social. Mueren en el mundo más seres humanos por la violencia criminal que por cualquiera pandemia viral. No hay soluciones fáciles; no obstante tenemos que cualificar conscientemente la magnitud real de esta calamidad. No es un problema más de la nación venezolana, es su principal problema y no se puede edulcorar. El llamamiento que ha realizado dramáticamente el Jefe del Estado venezolano es autentico. El encuentro y dialogo entre los distintos factores, instituciones y componentes de la sociedad venezolana contribuirá determinadamente en las soluciones de este foco apocalíptico de corrupción social.

El tema principista de los valores y una indeclinable ética por la paz y la vida son los asideros de la familia, educación, los medios y la sociedad en general. Los delincuentes no cayeron del cielo, muchos nacieron y se criaron aquí en esta tierra de gracia, tienen parientes, fueron a alguna escuela o cualquier templo; y aunque algunos no quisieran, también tenemos que llamarlos para conminarlos a solucionar el problema. Qué Cristo redentor de los pueblos nos ilumine en esta gran misión. Venceremos.


arizaidaarcia1@gmail.com


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William Fariñas

Diputado a la Asamblea Nacional


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