Hablaba, Víctor Hugo Morales, de la burla de los futbolistas alemanes contra sus rivales argentinos: si ellos se animan a hacer eso es porque todavía hay alemanes que los aplauden… Y Eduardo Rothe, adolorido por la saña israelí, lanzaba un anatema: los niños de Israel crecen todos, sin excepción, moralmente lisiados por la crueldad, brutalidad y barbarie de ese Estado…
Son palabras certeras. Sin furia, sólo con dolor. Cuentan sobre como, del desprecio a los nacionales de un país, se puede pasar a su asesinato en masa. Eso es lo que pide la diputada Shaked. Así ocurre cuando la subestimación de los “otros” se introduce en lo profundo del inconsciente.
A esas naciones, y sobre todo a sus ambiciosos y desalmados dirigentes, se les ha inoculado una cultura nacional edificada sobre la arrogancia y la criminalidad. La Misión Histórica y Espiritual del Pueblo Alemán, la del Pueblo Escogido por Dios, o en el caso de la nación gringa, El Destino Manifiesto, sin importar como lo adornen los heidegger, los rabinos o los obama; sólo significa genocidio. De ahí que los esfuerzos que constantemente vemos hacer a políticos, diplomáticos y gente “bienintencionada”, para diferenciar a esos pueblos de sus gobernantes, estén entre la demagogia (para no decir complicidad) y la pajudez.
Esas tres naciones, como muchas otras sin su fuerza y obcecación, han estado, siempre, orientadas por una ideología de derecha. Y no se trata de que esa ideología ha permeado su cultura, la ha conformado totalmente y con ella han estructurado sus Estados. El materialismo histórico no me permite decir que no tengan compón, pero si que, sólo con su liquidación como potencias y desmontando ellas mismas el retablo de valores que edificaron, será posible el surgimiento de un mundo diferente. Cosa harto difícil. Mientras tanto en Gaza las madres que queden vivas seguirán cantando esta canción de cuna, que Eduardo nos trajo:
Qué guapa en la cuna, mi niña adorada,
para que la muerte cuando venga a verte te encuentre acostada.
Cierra los ojitos, vida de mi vida,
para que la muerte cuando venga a verte te encuentre dormida.
Duérmete, mi rosa,
para que la muerte cuando venga a verte sea cariñosa.
Duérmete, ojos bellos,
si hay gatitos muertos por entre las ruinas jugarás con ellos.
Duérmete, rubí,
y a ver si la muerte cuando venga a verte me lleva a mí.
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