4 de octubre: 32 años de la masacre de Cantaura

El 4 de octubre de 1982 el gobierno de Luis Herrera Campins (Copei) atacó el campamento del Frente Guerrillero Américo Silva (conocido por sus siglas FAS), que contaba con unos 40 combatientes en ese momento, y se encontraba localizado cerca de Cantaura (estado Anzoátegui), movilizando 1500 efectivos militares y de la Disip, aviones Bronco y Canberra, y helicópteros UH-1H.

El objetivo del gobierno era exterminar completamente a las organizaciones revolucionarias que pudieran presentar alternativas de cambio ante la crisis de la democracia burguesa puntofijista. El ataque se apoyó en la información de falsos revolucionarios que el enemigo logró infiltrar en el mismo frente guerrillero.

La sorpresa del ataque y la superioridad en el poder de fuego y en número de combatientes, generó que las distintas columnas de guerrilleros sufrieran numerosas bajas tratando de romper el cerco militar, falleciendo 23 camaradas y logrando superar el cerco 17 revolucionarios.

Prácticamente todos los muertos fueron rematados, pues sus cadáveres presentaron tiros de gracia con armas cortas. No hubo detenidos. Entre los caídos 17 eran hombres y también fallecieron 6 mujeres combatientes. Casi todos fueron heridos, capturados y ejecutados con tiros de gracia, como se ha verificado tras las exhumaciones e investigaciones realizadas por el Ministerio Público.

La premeditación de la acción, la desproporción de fuerzas y armas empleadas, y la ejecución sumaria de los heridos hechos prisioneros, señalan que se cometió una Masacre, que merece ser calificada como Crimen de Guerra o Crimen de Lesa Humanidad. Así fue denunciado desde un primer momento por organismos de defensa de los derechos humanos y por actores políticos de izquierda. El año 2009, 27 años después, la Fiscalía General de la República retomó el caso de la Masacre de Cantaura. La Fiscal General, Luisa Ortega Díaz, se comprometió públicamente a reabrir el caso y realizar las investigaciones.

Dentro de las actuaciones adelantadas por el Ministerio Publico en el caso de la masacre de Cantaura, ha sido citado en carácter de imputado en agosto de 2013 el Teniente Coronel del Ejército Ismael Antonio Guzmán, quien comandaba el Batallón de Cazadores "Coronel Vicente Campo Elías N° 63". También han sido citados a declarar como imputados Remberto Uzcátegui Bruzual, ex director de la extinta Dirección General de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip) y José Domínguez Yépez, ex director de Inteligencia de la Disip.

Hasta 2011 la fiscalía había promovido la exhumación de 21 de los 23 asesinados en Cantaura, encontrando que todos ellos tenían tiros de gracia, indicando con ello que habían sido rematados en el mismo sitio del combate. Es de señalar que en Cantaura el Ejército y la Disip no efectuaron ninguna detención, sólo hubo muertos en el bando revolucionario. Hasta ahora nadie ha sido condenado a pena alguna por la masacre de Cantaura.

CAÍDOS EN CANTAURA:

  1. Roberto Antonio Rincón Cabrera (El Catire): 32 años. Natural de Maracay. Primer comandante del FAS. Incorporado a la lucha revolucionaria desde los 16 años.
  2. Enrique José Márquez Velásquez (El Gato). Segundo Comandante. Natural de Cumaná. Empleado de la UDO.
  3. Emperatriz Guzmán Cordero (Chepa). Tercera Comandante. Natural de Aguasay (Monagas). 38 años. Primera mujer combatiente de la guerrilla oriental.
  4. Carlos Hernández Arzola. 32 años. Natural de Caracas. Dirigente popular del 23 de Enero.
  5. Carlos Alberto Zambrano Mira (Jaime). 30 años. Natural de Santiago de Chile. Responsable de la retaguardia y oficial del FAS.
  6. Sor Fanny Alfonso Salazar (Mayorca). 32 años. Socióloga (UDO Anzoátegui). Oficial del FAS.
  1. María Luisa Estévez Arranz. 27 años. Estudiante de la USB y luego de UDO. Miembro de la retaguardia del FAS.
  2. Mauricio Tejada. Natural de Medellín (Colombia). Estudiante de la UCV. Oficial del FAS.
  3. Eusebio Ricardo Martel Daza. Natural de Caracas. Dirigente obrero.
  4. Carmen Rosa García. Estudiante, 19 años. Natural de Cariaco (Sucre).
  5. Beatriz del Carmen Jiménez. Estudiante, 24 años. Natural de Cariaco.
  6. Jorge Luis Becerra Navarro. 20 años. Natural de Ciudad Bolívar. Estudiante de la UDO.
  7. Diego Alfonzo Carrasquel. 28 años. Natural de Barcelona (Anzoátegui).
  8. Luis José Gómez (Pomponio). Dirigente estudiantil en Anaco (Anzoátegui). 19 años.
  9. Julio César Farías. 20 años. Dirigente estudiantil de la ETI de Barcelona.
  10. Nelson Pacín Collazo. 23 años. Estudiante de economía en la UCV. Natural de Caracas.
  11. José Míguez Núñez (Zanahoria). Nacido en Sevilla (España). Estudiante de la UCV.
  12. Rubén Alfredo Castro Batista. 27 años. Dirigente obrero de La Guaira.
  13. Baudilio Valdemar Herrera Veracierta. 18 años. Estudiante de Barcelona.
  14. Antonio María Echegarreta Hernández. 24 años. Caraqueño. Dirigente popular en Guarenas-Guatire.
  15. José Isidro Zerpa Colina. 28 años. Obrero. Natural de Barinas.
  16. Itamar Lorenzo Morillo. Natural de San Luis (Falcón). Estudiante de la UCV.
  17. Eumenedis Ysoida Gutiérrez Rojas. Maestra. Natural de San Tomé (Anzoátegui).

RESPONSABLES DE LA MASACRE:

  • Luis Herrera Campins (Presidente).
  • Luciano Valero. Ministro del Interior.
  • Vicente Luis Narváez Chourión (Ministro de la Defensa).
  • Remberto Uzcátegui (Director DISIP).
  • Arpad Bango (Jefe operaciones DISIP).
  • Henry López Sisco (Brigada Intervención DISIP).
  • José Dionisio Murga Cabrices. General de Brigada. (Cdte. 5ta Brigada de Infantería de Selva, Maturín).
  • Gral. de Brigada Gaviria Valero (Cdte. Base Aérea).
  • Gral. Eutimio Fuguet Borregales. Comandante de los Canberra.
  • Arturo Machado Santana. Director del DIM.
  • Pilotos de los Canberra: Vladimir Filatov Riabkov y Rafael Enrique Quijada Hernández.
  • Pilotos de los Bronco: Norbidio Sandrea González , Rafael Pérez Neuville y Roger Cordero Lara.
  • Infiltrados-delatores: Norberto Rebanales (Inti); Alirio Rebanales (Chema, Almeida); El Chino o "Dámaso".

REIVINDICAMOS LA LUCHA ARMADA COMO HERRAMIENTA DE LOS PUEBLOS PARA CONQUISTAR SU LIBERACIÓN.

La Masacre de Cantaura fue una acción represiva de los gobiernos adeco-copeyanos contra la principal organización revolucionaria que para esa época mantenía la lucha armada en Venezuela, el Partido Bandera Roja. De 1982 a 1984 el gobierno de Luis Herrera Campins desató una campaña de exterminio que buscaba aniquilar a Bandera Roja y sentar con ello un precedente contra el movimiento popular que comenzaba a dar respuestas ante la crisis económica manifestada en esos años.

Hoy podemos afirmar que la estrategia de lucha armada desarrollada por Bandera Roja era equivocada, por diversas razones que intentamos enumerar:

  • Al diseñar una estrategia de guerra prolongada rural, desconocía el despoblamiento del campo venezolano y la concentración urbana de la población desde la primera mitad del siglo XX. Con el petróleo, el centro de la lucha de clases se había trasladado a las ciudades, y la lucha campesina había quedado como un recuerdo de la economía agroexportadora.
  • Se fundamentaba en una concepción foquista o vanguardista de la lucha de clases, sustitutiva de los trabajadores y el pueblo, que partía de creer que la acción de los frentes guerrilleros podía "acelerar las contradicciones" y crear situaciones de crisis políticas que permitieran la toma del poder.
  • En los hechos, las acciones armadas de pequeños grupos foquistas terminaban sirviéndole de justificación a la burguesía para generalizar políticas represivas contra todo tipo de protesta social. Las luchas del pueblo eran criminalizadas al vincularlas con los grupos alzados en armas, aunque esta vinculación no existiera.
  • La estrategia de lucha armada fue un error general de toda la izquierda venezolana desde la década de 1960. Tanto la creencia de que una lucha impulsada desde las zonas rurales podría generar un crecimiento progresivo de las fuerzas revolucionarias en las ciudades. Como la perspectiva foquista que colocaba la acción de la vanguardia militar por delante de las luchas sociales de los sectores populares.
  • Pero la lucha armada desarrollada por la izquierda fue tan equivocada como la lucha parlamentarista que se ejecutó luego del proceso de pacificación iniciado en 1969 y años siguientes. El parlamentarismo también partía de una visión vanguardista que enfatizaba en la acción de los diputados y en la gestión institucional, y menospreciaba la lucha de clases de los trabajadores en las fábricas, de las comunidades en los barrios, de los estudiantes en liceos y universidades, de campesinos, profesionales, etc.
  • Esta separación entre la izquierda y las luchas del pueblo fue la causante de que en posteriores escenarios de exacerbación de la lucha de clases, como el estallido del Caracazo en febrero de 1989, los partidos autodenominados "socialistas" y "comunistas" no jugaran ningún papel, quedaran totalmente por fuera del accionar popular, arrinconados como simples observadores de la majestuosa insurrección espontánea que el pueblo de Caracas y zonas cercanas desarrolló entre el 27 de febrero y el 3 de marzo de 1989.
  • Es evidente que los argumentos anteriores nos conducen a cuestionar igualmente la estrategia que sectores militares desarrollaron el 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992. También fueron acciones eminentemente foquistas, basadas en el vanguardismo militar, que sustituían las luchas del pueblo por las luchas de un pequeño grupo de audaces dispuesto a "tomar el poder y hacer la revolución".
  • La guerrilla rural, el parlamentarismo y los alzamientos militares implican una concepción de la revolución como un "golpe de mano" ejecutado por una vanguardia selecta, desligada de las masas populares, que parte de creer que lo principal en una revolución es la existencia de una organización de vanguardia, menospreciando y anulando la actuación de organizaciones participativas y masivas de poder popular.
  • Es la disyuntiva entre creer que la revolución es un acto administrativo ejecutado por decretos sabios de una vanguardia iluminada que debe tomar el poder, o la revolución como acto de participación masiva del pueblo que asume la transformación social mediante un proceso de aprendizaje colectivo de las organizaciones de poder popular.

No obstante, el proceso de lucha armada tuvo importancia e impactó en la conciencia del pueblo venezolano, de acuerdo a las siguientes consideraciones:

  1. La lucha armada retomó las tradiciones populares de lucha que se desarrollaron en Venezuela desde la época colonial y la posterior guerra de independencia. Desde la resistencia armada que presentaron las comunidades indígenas ante el avance de los conquistadores hispanos, pasando por las rebeliones de esclavos que buscaban la libertad confiscada por el bárbaro sistema productivo impuesto por los europeos en América, considerando las insurrecciones populares desatadas durante la independencia (incluyendo el respaldo popular al ejército de Boves), hasta las guerras campesinas de mediados del siglo XIX encabezadas por Ezequiel Zamora, la lucha armada de los 60, 70 y 80 del siglo XX le dio continuidad a esa corriente histórico-social de resistencia, rebelión y creación de nuevas formas de participación social.
  2. La lucha armada buscaba la conquista del Socialismo como programa de transformaciones para Venezuela. Significó la primera vez en la historia que la izquierda venezolana se lanzaba a una ofensiva revolucionaria que iba más allá de los programas democrático-burgueses que caracterizaron la actuación de la izquierda en las décadas inmediatamente anteriores.
  3. La gesta revolucionaria implícita en la lucha armada de los años 60 al 80 generó una gran simpatía en amplios sectores de la población. Los guerrilleros se convirtieron en leyenda y sus acciones moralizaban a un pueblo cuyas luchas estaban en situación de reflujo, en medio de un panorama político de hegemonía absoluta del bipartidismo de AD y Copei.
  4. La lucha armada desarrolló una fuerza moral a toda prueba. Miles de jóvenes, miles de trabajadores, se desprendieron de su vida cotidiana, de su trabajo, de su estudio, de sus familias, y se involucraron en un proceso de lucha que implicaba un sacrificio total, incluso de la propia vida, en función de conquistar el socialismo para Venezuela. Muchos regaron con su sangre las montañas y llanos de esta tierra bolivariana, y muchos otros regresaron, derrotados, pero con la experiencia y el honor de haberse esforzado hasta el límite por intentar construir una alternativa de cambio social. El ejemplo de los guerrilleros venezolanos es una referencia para el modelo de militante revolucionario que debemos formar, sobre todo su desprendimiento, el no aspirar a prebendas materiales, el no buscar beneficios de poder institucional, aspectos que hoy escasean en buena parte de la "militancia" de esta revolución bolivariana.
  5. Amplios sectores de la clase media de origen universitario se involucraron en una guerra que implicó la inmolación de varias generaciones de jóvenes, estudiantes en su mayoría, los cuales sufrieron los efectos de una represión sanguinaria desatada por el puntofijismo y sus amos imperialistas. Miles de revolucionarios que sobrevivieron obtuvieron una experiencia de lucha que ha servido para la orientación posterior de las luchas sociales en diferentes escenarios de las bases populares.

ENSEÑANZAS DE CANTAURA:

La Masacre de Cantaura fue producto de una operación de infiltración desarrollada por la inteligencia enemiga. La estrategia de infiltrar a las fuerzas revolucionarias la impuso la CIA en América Latina desde los años 60. Cantaura es un ejemplo de la efectividad de dicha estrategia.

Así como los cuerpos de inteligencia enemiga se esforzaron hace 30 años por infiltrar y destruir a pequeñas organizaciones revolucionarias, podemos estar seguros que un esfuerzo mucho más amplio debe estar ejecutando el imperialismo por infiltrar al gobierno bolivariano, si tomamos en cuenta que esta revolución ha modificado el panorama político de todo el continente americano y que incluso extiende su influencia a otros continentes.

Cantaura fue posible por la ausencia de una dirección colectiva que permitiera considerar las observaciones que algunos combatientes, incluyendo a algunos miembros de la comandancia como Alejandro Velásquez Guerra (el Cámara), tenían con respecto a la incorporación de los hermanos Rebanales al frente guerrillero. Esas observaciones no fueron tomadas en cuenta por la comandancia, lo que significó un error mortal para buena parte de los revolucionarios que se encontraban en el FAS.

En lo particular, siendo combatiente del FAS años antes de Cantaura, puedo decir que el camarada José Luis Domínguez (que en ese momento era el primer oficial del FAS) me confió que sus hermanos (Norberto y Alirio Rebanales) trabajaban para el DIM y/o la DISIP, y que habían sido vistos en esos días participando en alcabalas montadas en las carreteras del oriente venezolano, en medio de un cerco militar que nos acosaba, de tantos que los gobiernos de la cuarta implementaron tratando de destruir a la guerrilla.

Esa información debían conocerla tanto la comandancia del frente como la dirección de BR. Sin embargo, por razones que aún no conocemos y que serían en cualquier forma injustificables, estos dos personajes fueron incorporados al frente a comienzos de 1982. Los Rabanales habían sido combatientes del Frente Antonio José de Sucre, y se pacificaron junto con Carlos Betancourt en 1979. Ellos siguieron a uno de los antiguos jefes del FGAJS, Vergenis Veracierta (si no me equivoco), quien comenzó a trabajar con el gobierno copeyano de Luis Herrera, específicamente con el gobernador de Anzoátegui para 1980. Todos estos datos me los dio en la guerrilla el camarada José Luis Domínguez.

Domínguez para el momento de los sucesos de Cantaura no estaba en el FAS, pues había sido herido y detenido en una acción revolucionaria a fines de 1980 (heridas que terminaron produciéndole la muerte pocos años después). Hoy todos los testimonios que han hecho públicos quienes formaron parte de BR y del FAS en esos años, coinciden en que los hermanos Rabanales trabajaban para la inteligencia enemiga y ejecutaron una estrategia de infiltración del partido y del frente guerrillero, estrategia que le permitió al enemigo montar y ejecutar la masacre de Cantaura.

En los actos que permitieron la exhumación de los restos del comandante guerrillero Américo Silva, a los 40 años de su caída en combate, en marzo de 2012, tuve la oportunidad de comentarle esta información sobre los Rabanales que me suministró José Luis Domínguez (también conocido como el negro Ventura, su nombre de guerra en el FGAJS), a uno de los responsables militares de BR en esa época. Mi sorpresa es que este camarada me dijo allí, en el salón de la Asamblea Nacional donde le rendíamos homenaje a Américo Silva, que esa información sobre los Rabanales nunca la tuvo la dirección de BR. Algo que no puede ser cierto, porque si Domínguez me suministró esa información a mí, que era un simple combatiente del FAS, es lógico que debió habérsela suministrado a la comandancia, y esta comandancia se lo debió informar a la dirección de BR. Además, el dato sobre la presencia de los Rabanales en alcabalas del enemigo en el año 1980, era aportado por miembros de la retaguardia del frente, instancia que dependía directamente del secretariado de BR y que por tanto si le dijeron eso a Domínguez en el FAS se lo debieron haber dicho también a los miembros del secretariado en Caracas.

Por tanto, la propuesta de ingreso de los Rabanales al FAS a comienzos de 1982 puede que haya tomado desprevenidos a algunos miembros de la dirección de BR. Pero es lógico pensar que algunos de los principales miembros del secretariado sí conocían los antecedentes de estos tipos, lo que permitiría concluir que uno o varios de estos miembros del secretariado de BR actuaban de común acuerdo con la inteligencia enemiga y tomaron las decisiones organizativas que permitieron se produjera la Masacre de Cantaura (nos referimos a haber dado la orden de incorporar al FAS a los Rabanales).

En conclusión, la Masacre de Cantaura fue producto de una estrategia de infiltración ejecutada por los cuerpos de inteligencia de los gobiernos adeco-copeyanos (que actuaban bajo la dirección de agentes de la CIA como Posada Carriles), que llegaron incluso a infiltrar a la dirección de BR, cuestión que condujo a montar el cerco militar que generó la muerte a 23 revolucionarios.

  • En homenaje a José Luis Domínguez, más conocido como Ventura y cuyo verdadero nombre era Mateo Enrique Guillén.
  • Primer oficial del FAS entre 1977-1980 y guerrillero de capacidades infinitas en el combate.
  • Resistió salvajes torturas y hasta su último aliento fue un gran revolucionario.

  • En homenaje a Francisco José Mayz Arias, más conocido como El Choco. Primer oficial del FAS y caído en mayo de 1982, en el combate de Barcacoa, estado Anzoátegui.
  • Su gran corazón y su decidida convicción revolucionaria se constituye en ejemplo para los luchadores sociales de Nuestra América.

Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 25 de septiembre de 2014.



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Roberto López Sánchez

Roberto López Sánchez (Caracas, 1958). Profesor Titular de la Universidad del Zulia (LUZ) con ingreso en 1994. Licenciado en Educación (LUZ, 1994). Magister en Historia (LUZ, 2005) y Doctor en Ciencias Políticas (LUZ, 2013). Actualmente dicta 6 materias en la Licenciatura de Antropología en LUZ: Historia de América; Historia de Venezuela; Intercambios Económicos; Poder y Movimientos Sociales; Culturas Afroamericanas; y Modo de Vida e Identidad Nacional. Ha dictado seminarios a nivel doctoral y nivel maestría en universidades venezolanas; y seminarios de Historia de Venezuela en universidades de Chile y España. Actualmente coordina la Unidad Académica de Antropología. Ha dirigido proyectos de investigación a través del CONDES-LUZ, y CLACSO. Línea de investigación: estudio de los movimientos sociales. Ha publicado más de 50 trabajos científicos. @cruzcarrillo09

 @cruzcarrillo09

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