Fue el volcán y el verbo, el fuego y la palabra, la lluvia y el relámpago, el rayo y la pasión, la vehemencia y la entrega, la juventud y la vida.
Robert Serra era vitalidad y alegría, lo más alejado de la “no vida” que es la muerte.
Hoy dijeron que hay duelo en el 23 por la ausencia física de su joven diputado revolucionario. No…, en el 23 sigue habiendo fuego porque Robert dejó su antorcha encendida entre su gente y su pueblo. La antorcha de su corazón guerrero.
Mano tendida hacia los más necesitados, verbo de fuego ante las injusticias, pecho y escudo frente a la canalla, solidaridad y entrega para los golpeados por un sistema excluyente o por los avatares de la naturaleza.
Su paso por la vida -trueno y centella- fue breve y fulgurante, pero indeleble. Hizo camino al andar a lo Antonio Machado, y dejó huellas profundas en el amor de su pueblo y su juventud.
Hoy nos golpea el canto y la cal, la cal y el canto del príncipe de los poetas de América: Cuando quiero llorar no lloro/ y a veces lloro sin querer.
Lloramos nosotros y vimos llorar a Robert una tarde marzo. Lo vimos golpear su escritorio. Vimos el magma del volcán derramarse en lágrimas. Se interrumpió la plenaria de la Asamblea Nacional y apareció en pantalla el entonces Vicepresidente de la República, Nicolás Maduro. No sabemos si lo oímos o si leímos sus labios y su rostro. Nos informó la muerte del Comandante Invicto, Hugo Chávez.
Esa tarde, el guerrero Robert Serra estalló en llanto como un niño. Rodeado de todos sus camaradas diputados, parecía solo y desamparado en el planeta. O no lo parecía, en ese momento, lo estaba.
El joven diputado, derrumbado en su curul, era el luchador abatido por algo superior.
Ángel caído, como azotado por una súbita orfandad planetaria.
Su mentor político, su padre, su guía, su líder… ya no estaba, físicamente…
Robert tomó sus libros, sus carpetas y se marchó en silencio por ahí, como buscando el camino de su Comandante, que no es otro que el camino del pueblo, al que se entregó en pensamiento, palabras y obras. Como decir: en verbo, en lucha y en amor. Robert Serra. ¡Hasta la victoria!
P.S: VAN TAMBIEN, PARA TI, ESTA DOS MINICRÓNICAS…..
ROBERT SERRA
Era mi vecino de Curul. Después de sus encendidos discursos, me consultaba: “¿Lo hice bien, profe”. Lo hiciste muy bien, Robert. Se tomó muy en serio lo de “profe”. Me preguntaba de todo, en un afán inagotable de aprender, de conocer. A mí, que soy hombre de letras, hoy me flaquean las palabras, cada sílaba me duele. Este martes 30 de septiembre, aplaudí su último discurso. El martes que viene va a ser duro. Me diré que mi joven camarada salió un rato por ahí.
¡CORRE, ROBERT!
Hace 2.504 años el soldado Filípides corrió más de 40 kilómetros para informar la victoria de los griegos sobre los persas en la batalla de Maratón. “Alegraos, ateniense, hemos ganado”, dijo y se desplomó. El domingo, en la carrera “Caracas Rock”, el atleta Marvin Blanco atravesó triunfal la meta mostrando un afiche de Robert Serra. El joven mártir bolivariano sigue corriendo, marcando el camino y obteniendo victorias, tras los pasos de su Comandante.