El jueves 16 de marzo, escoltada por los medios poderosos, Yquebella Pacheco gritaba: “¡No tengo miedo!” Iba fresca como una lechuga, eufórica, cargada de ánimo para una larga resistencia desde su prisión. La iban a torturar impidiéndole comer en sus restaurantes preferidos de Las Mercedes. Qué mujer tan sufrida, tan golpeada por la tiranía de Chávez, que se arrastraba casi en cuatro manos, jadeante y amoratado su rostro por la furia de sus captores; la llevaban esposada y a empellones verdugos bien amaestrados, y la trataban como a uno de esos pobres diablos que han vejado y ultrajado en las cárceles de Abu Ghraib de Irak.
¿Quién carajo, de la catadura de los apoyados por la embajada americana, le va a tener miedo a este gobierno? Los más supremos cobardes de este país se han llenado de “coraje” y de “audacia” para provocar caos contra el gobierno bolivariano, precisamente porque saben que aquí no están en una de esas democracias pro-yanqui, al estilo de que se instalaron en El Salvador, Guatemala, en el Chile y en la Argentina de los gorilas y carapintadas. Saben que contra ellos las leyes y la Constitución crujen, sus nombres se proyectan hacia los estrellatos de la fama internacional, que la Sapos Interamericanos Asociados, SIP, los colocará en sus informes como víctimas de otra atroz tiranía. Ir “presos”, pues, para ellos es lo más dulce, lo más rentable y fashion que puede darse en este horrible mar de la felicidad. De modo que para que la libertad de expresión se encuentre en peligro en Venezuela es necesario que estos periodistas, como la Pacheco, estén cada semana, cada día, inventando bazofias, propagando mentiras, infamias y calumnias.
¡Viva la libertad de expresión en Venezuela, carajo! La filosofía de la SIP en estos casos es: ¡Echad cuanta mierda os provoque contra el Estado y el gobierno, y acabaréis por ser mártires, justos, nobles y valientes!
En su columna del día viernes 17 de marzo (luego de un trágico día en prisión, sin poder dormir ni comer), en esa, su Abu Ghraib country flash, lanza estos espasmos de dolor: “Escribo esta columna en mi casa, cumpliendo mi primer día de prisión, mientras escucho a José Vicente Rangel –en su tradicional ejercicio de cinismo– afirmar que el Poder Ejecutivo no pone preso a nadie (él incluso es demandante en los casos de Marianella Salazar y en el mío). A Rangel parece preocuparle particularmente mi confort al declarar que la decisión del Tribunal 11 de Juicio de fijarme casa por cárcel era correcta porque en mi vivienda “estaba más cómoda”.
Y los escuálidos sacan sus pañuelos para moquear por estas memeces; la nena no puede ni sacar la basura de su casa por siquitrillan los morteros,
los misiles y las bombas del Poseso. Ya los reportes para Human Rights
Watch están alertando que un Tribunal ha ordenado el procesamiento de una
respetable periodista defensora de la sociedad civil, por defender la
libertad de expresión en su país.
Al igual que la Marianella, que desarrolla sus toillets en mofa cargadas
de supositorios, Yquebella Pacheco, agrega en su columna: “El Gobierno se
jactaba de decir que en nuestro país no había periodistas presos. Pues fíjense que en menos de dos semanas Gustavo Azócar se encuentra tras las rejas de la prisión de Santa Ana, estado Táchira, y a mí anteayer me llevaban directo al INOF, en Los Teques, hasta que por razones de seguridad decidieron mandarme encanada a mi casa”.
Como se ve, a la pobre le ha salido puro Abu Ghraib country flash. Qué de miserias, coño.