Colombia vive la más grave y prolongada crisis humanitaria de América. Ocupa el tercer lugar en el mundo en número de desplazados, después de Siria y Sudán, según cifras del Consejo Noruego para Refugiados.
Más de 5,5 millones de colombianos viven en nuestro país, cifra que asombra a cualquier mortal y que cada año se incrementa en más de 100 mil personas.
Esa realidad, a no dudarlo, es consecuencia de la guerra interna que ya lleva en ese país más de 50 años y nos indica, de modo irrefutable, que esos hermanos vecinos debieron abandonar su tierra porque les fue imposible satisfacer allí las mínimas necesidades que demanda la vida para poder echar hacia adelante una familia, con la esperanza de un futuro promisorio que garantice mejores y mayores oportunidades de crecimiento integral, en armonía y en paz.
Los colombianos que aquí se han instalado, han encontrado esa paz y esas oportunidades de crecimiento, sin discriminación alguna, que no lograron en su país. ¿Quién no conoce a más de un colombiano y podido verificar lo que decimos?
De manera que cuando la canciller del país vecino, María Ángela Holguín, denuncia que en Venezuela se atropella a sus paisanos, de inmediato advertimos la falacia de esa acusación, pues la formula intentando desconocer, precisamente, que esa tragedia humanitaria que vive Colombia ha encontrado rápida y solidaria solución en el nuestro, pero es que, además, ella la despliega en el marco de la atroz agresión mediática internacional que recibe hoy nuestra Patria, la cual intenta imponer la matriz de que Venezuela está gobernado por una cáfila de ineptos y narcotraficantes que han impuesto una férrea dictadura que abolió la libertad de expresión y tiene sometidos a sus habitantes y más aún, a los periodistas, a una bárbara represión.
¿Cómo desvirtuar esa matriz? Nada fácil hacerlo, pero sin duda creemos que estas tareas que indicamos son efectivas para lograrlo: Reforzar la unión cívico militar que nos legó Hugo Chávez; vigorizar cada segundo la unidad revolucionaria del pueblo, escuchando y dialogando con todas las voces de la izquierda progresista y crítica; enterrar el sectarismo; diseñar una incansable política comunicacional que muestre los logros de la Revolución; hacer real y efectiva la participación del pueblo en la solución de los problemas del país, a través de la organización popular y mediante su activa movilización de calle con un claro contenido revolucionario, herramientas estas de lucha histórica insustituibles de los pueblos que sería un suicidio permitir que nos las robe la derecha neofascista.
¡Sólo el pueblo salva al pueblo!