Definitivamente, no. Y un gobierno revolucionario, que aspira contribuir a superar a las sociedades divididas en clases y construir la sociedad de las y los iguales, necesita ser fuerte.
Este tema ha sido objeto de discusión teórica y de planificación estratégica en todos los propósitos marxistas (o referidos a partir de Carlos Marx) de establecer un "Estado de transición" hacia el socialismo. No hay nada definitivamente escrito. Pero el Estado, todo Estado, justifica su existencia, sólo mediante la combinación de la represión y el consenso para mantener o contribuir a mantener, el "equilibrio" entre clases irreconciliables.
El Estado es el "árbitro" mientras hay contrincantes en "el cuadrilátero" de la realidad social. Ese hecho, que no lo vamos a calificar en esta nota, es decir, no lo vamos a señalar como bueno o malo, sencillamente es. Y es inherente a la confrontación entre burgueses y proletarios en las relaciones que se generan al producir, distribuir, consumir y reproducir, bajo la dominante explotación capitalista.
Quienes creemos en y contribuimos a construir la sociedad de las iguales y los iguales, es decir, la sociedad socialista, el comunismo o la Patria socialista, como superación del capitalismo, apuntamos a la eliminación definitiva del Estado, de todo Estado, ya que en la nueva sociedad no habrá clases que arbitrar y, por tanto, no será necesario quien asuma esa función "mediadora".
Sin embargo, mientras lo viejo termina de morir y lo nuevo de nacer (para decirlo como Hugo Chávez parafraseando a Antonio Gramsci), los comunistas, los socialistas, necesitamos contar con un Estado sumamente fuerte (que debe diferenciarse muy bien de "represivo": Fuerte no significa represivo ni maltratador) pero que, desde el presente, prefigure la sociedad que queremos, a la mujer y al hombre nuevos que queremos y –por supuesto- a la cosmovisión y a los valores de clase del proletariado.
Esta introducción argumentativa, en este artículo, viene al caso, especialmente, porque el dominio capitalista y sus aparatos hegemónicos, políticos, económicos, mediáticos y militares, controlados desde el Departamento de Estado, la CIA y el Pentágono, han juntando sus esfuerzos, teóricos y prácticos, para debilitar el incipiente "Estado socialista" que ha intentado levantar la Revolución Bolivariana y Chavista desde que es poder gubernamental, luego de la primera victoria del Comandante Chávez, en 1998, y hasta la actualidad, con el Presidente Nicolás Maduro al frente del proceso.
Desmontar en Venezuela un Estado cuidadosamente levantado, especialmente durante toda la denominada Cuarta República (casi 200 años y no 40, como algunos creen) y perfeccionado por los gobiernos del puntofijismo, que disfrazaron la dictadura de clase del capital, como "Democracia representativa", NO ES NADA FÁCIL, lo que no quiere decir que sea imposible.
Actualmente observamos y padecemos ese aludido debilitamiento de nuestro "Estado de transición" al haber perdido el espacio de poder legislativo que hoy es controlado por la derecha más recalcitrante, rancia, proimperialista y fascista, cuya mayoría conforma la Asamblea Nacional venezolana. Pero, al lado de eso, la misma guerra por detener los avances de la Revolución Bolivariana y Chavista y derrocar el gobierno que preside nuestro camarada Nicolás Maduro, ha llevado a los estrategas agrupados en el imperio yanqui, a diversificar y arreciar los ataques de su guerra, emprendiéndola directamente desde los ámbitos económico, político, de conflictividad social e inseguridad y, sobre todo, desde el mediático.
Pero lo más resaltante de los últimos días ha sido la cadena de asesinatos selectivos, entre los que destaca el del revolucionario haitiano Friz Saint Louis y el de los policías embestidos en plena vía pública en el estado Táchira, cuando cumplían sus labores de mantener el orden público, ante revueltas de calle alentadas por los mismos facinerosos pro-golpistas cuyos voceros políticos están acantonados hoy en la Asamblea Nacional.
Mientras paracos infiltrados y "estudiantes" de Táchira cometían, el pasado martes 29 de marzo, sus fechorías criminales en la Ciudad de San Cristóbal, la santurrona Asamblea Nacional (el mismo día) apuraba sus alegatos y manos alzadas para aprobar una denominada Ley de Amnistía que, a priori, dejaría impunes a los asesinos que hayan cometido, cometan o puedan cometer, crímenes de lesa humanidad, como los citados acá como tímidos ejemplos.
Es la hora de fortalecer el Estado en Revolución. "Un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político", según reza en el Artículo 2 de los Principios Fundamentales de nuestra Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
No hay dudas ni faltan argumentos, pero hace falta estar vigilantes, no descuidar la contraloría e inteligencia social ni olvidar jamás que nuestra Democracia es participativa y protagónica. Está prohibido el descanso, para luego puede ser tarde, puede ser demasiado tarde.