Ante la violencia a la que una vez más se recurre en nuestro país como vía posible para la toma del poder por parte de una oposición que en 18 años no ha podido acceder al mismo por la vía del voto del pueblo y que le ha deparado al país ya demasiados muertos, sin que ello constituya una buena razón para detenerla, sino que, por el contrario, cada día, por lo que hemos estado viendo en las calles de Caracas y de algunas otras ciudades del interior del país, especialmente Mérida y Barinas, así como en las redes sociales y en los discursos de su dirigencia, se potencia más el propósito de continuarla sin importar hasta donde ello nos pueda conducir, nos ha parecido muy oportuno darle a conocer a nuestros lectores, el contenido de la entrevista que le concedió a la Radio Televisión Española Valérie Bemeriki, una periodista del equipo de la Televisión “Las Mil Colinas” de Ruanda, la cual se erigió en el medio de comunicación que más incitó a la violencia en ese pequeño país africano que provocó, junto con la matanza atroz de Indonesia en 1965/66*, en los dos mayores genocidios que registra la historia del mundo durante los últimos 70 años, dejando el terrible saldo de asesinatos en solamente 100 días, de casi un millón de personas, mediante métodos y formas de la mayor barbaridad: descuartizadas a palos, ahorcadas, acuchilladas, acribilladas a balazos, pateadas, arrastradas y entre otras, incineradas…
Esa atroz experiencia vivida en ese pequeño país africano fue determinada por la “rivalidad política” entre las etnias Hutus y Tutsis, donde la primera, que detentaba el poder dictatorial del Estado y que por ello tenía bajo su control todos los medios de comunicación del país, hizo posible, sobre la base de una intensa y persistente campaña mediática de odio exacerbado, asesinar en menos de 100 días a cerca de un millón de Tutsis.
Algunos responsables de ese genocidio fueron juzgados por los tribunales internacionales, entre los que se encuentra la mencionada periodista Valérie Bemeriki, la cual fue abordada por el periodista español en la prisión donde cumple condena a cadena perpetua, un día de abril de 2014:
"Valérie Bemeriki nos espera en una celda de la prisión de Nyarugenge, en Kigali. Está al fondo del patio. Las ropas coloristas africanas, las que llevan puestas las reclusas y las que están tendidas, le otorgan al recinto un aspecto casi de verbena. Pero no, la cárcel de Nyarugenge tiene poco de festivo. Los días se hacen eternos, la comida es escasa y las presas matan el tiempo haciendo punto o escuchando charlas bíblicas. De las 513 reclusas que malviven allí casi la mitad cumple condena por genocidio.
Valérie tiene la cara gruesa. Va rapada, como todas sus compañeras. La dirección de la prisión no quiere correr riesgos con los piojos e insectos varios. Viste blusa azul cielo con bufanda azul marino. Nos sorprende. Hace mucho calor y su cuello gotea sudor sin pausa. La celda es de ladrillo visto y una cortina a cuadros cubre la intimidad de las literas. Se presenta: “Soy periodista”. ¿Dónde trabajó usted? “En RTLM”. Confirmado, la señora que tenemos enfrente es la que escupió por las ondas frases aberrantes para arengar a los interhamwe (literalmente “los que trabajan juntos”, milicias hutus especialmente sanguinarias) y la que desveló los escondites de los tutsis. Los mensajes terminaban siempre con un lacónico: a trabajar.
Los interhamwe sabían que “trabajar juntos” no era otra cosa que abrir cráneos a machetazos.
“Decíamos "están ahí" y mataban a los niños, las madres, las abuelas, los viejos“
“Decíamos: están ahí. Y en cuanto decíamos eso, los asesinos se dirigían a aquel lugar y asesinaban a todo el que se encontrara por allí. Eso quiere decir que mataban a los niños, las madres, las abuelas, los viejos… A todos.” Nos lo cuenta serena, con la mirada recta, sin buscar refugio en el suelo o alguna pared. Y añade: “Me arrepiento mucho, mucho. Y me hace estar mal. Cuando sé de alguien que ha muerto por alguna de mis emisiones, es un golpe muy duro para mí".
En busca de redención
La Valérie que conocimos los del equipo de En Portada es una mujer que inspira cariño. Su voz dulce y bien domada ayuda a darle credibilidad a todo lo que dice. Es atenta, de esas personas que no tienen nada, pero que darían todo lo que tienen por una sonrisa. Los que la conocieron hace 20 años no tienen el mismo recuerdo. La definen como una persona agria y desagradable. Se cuenta que en el tribunal gacaca que la juzgó (una suerte de justicia popular que tiene como base el reconocimiento de la culpa y la petición de perdón) un testigo aseguró haberla escuchado en la radio: “No mates a las cucarachas con una bala. Córtalas en trocitos con un machete”.
Charlamos durante casi media hora gracias a su francés impecable. Nos habló de todo, de los dos únicos familiares que le quedan después de haber perdido a diez de ellos, casi todos también asesinados después del genocidio…
Ésa es la otra parte de la historia; de cómo se financiaba la Radio Mil Colinas; de quién les hacía llegar los mensajes más sanguinarios; de cómo de pequeña los profesores le “metieron en la cabeza” el odio a los tutsis; y finalmente de lo bien que lo está haciendo el actual presidente de Ruanda, el tutsi Paul Kagame. La entrevista bien podría haber durado dos o tres horas, pero el director de la prisión (estaba presente y es una advertencia necesaria para entender quizá alguna de sus respuestas) ya tamborileaba con sus zapatos en el suelo. Nos habíamos comprometido a una entrevista breve, no más de diez minutos.
Nos despedimos chocando nuestras manos. Con una sonrisa. Y antes de salir de su celda me lanzó una frase de las que hacen pensar: “Gracias, y si me necesitan, aquí me tienen”. Quizá fue un puro formalismo, pero sonó más al deseo de escuchar la palabra gracias, de recomponer su figura, de empezar cuanto antes a resarcir todo el mal que ha causado."