En octubre de 2001, me senté largamente a conversar con Giandomenico Puliti y me hizo las siguientes observaciones:
1- el MVR es un movimiento aluvial, creado para sortear una etapa con características netamente electorales. En el momento de su creación no hubo ideas concretas, sólo un típico trabajo propagandístico, electoral. El MVR fue un aparato creado para ganar elecciones, nada más. Esto, de por sí, ya es una debilidad concreta. Esa realidad la reconocemos cuando Chávez en 1998, entonces candidato presidencial del Polo Patriótico, aglutina a todos los factores que representaban un cambio para el país y, también, una esperanza para quienes fueron relegados del beneficio público generado por la renta petrolera. No olvidemos, de todas maneras, que está en curso, aunque algunos no crean, un reacomodo de la estructura de poder que rigió nuestro destino político durante las décadas pasadas. Los equilibrios que imperaron entonces, se agotaron. Eso posibilitó el surgimiento de un líder distinto: Chávez.
2- Cuando pasa la fiebre electoral, otra realidad aparece: las ideas que antes fueron relegadas, presionan por salir. Allí comienza la crisis. Sin embargo, debemos reconocer que cuando un movimiento, como el MVR, atípico y heterogéneo, crece sin saber a ciencia cierta hacia dónde debe ir, resulta lógico pensar que algún día entrará en “etapa crítica”. En ese movimiento entró de todo: adecos, copeyanos, masistas, miristas, urredistas, comunistas, socialistas, izquierdistas e izquierdizantes; muchos de buen corazón y con buenas intenciones; pero, al mismo tiempo, otros llegaron con los vicios aprendidos durante su pasantía por los partidos tradicionales. De estos últimos, algunos pasaron a ocupar puestos claves en el MVR parroquial, municipal, regional. ¿Cómo negar esta verdad? Al MVR llegaron oportunistas de oficio, adulantes, arribistas, felicitadores, etc. Pero, esto no sería lo más grave. Quizás hayan reflexionado y cambien su manera de actuar, ahora, dentro del MVR. Si no lo hacen, considero, la misma gente que confió en ellos, les declarará su muerte. La revolución acabará barriendo los obstáculos que le impidan avanzar.
A esta segunda observación, debemos decir que Giandomenico no dejaba de asombrarse, por ejemplo, de la manera como Luis Velásquez Alvaray había conseguido encumbrarse tan violenta y determinantemente dentro de los cuadros del MVR, sabiendo todo el mundo el protuberante rabo de paja que ostentaba.
Añadía Puliti: “El remedio para que el MVR fortalezca sus bases es transformarlo en un movimiento doctrinario y, verdaderamente, revolucionario. Hace falta debate dentro de sus cuadros. Un debate serio, franco y reflexivo. Tenemos que discutir nuestros puntos de vista respecto del carácter de la revolución. Que desde los círculos patrióticos y bolivarianos nazca una discusión permanente, colectiva, para que el MVR logre un salto cualitativo y deje de ser un instrumento político-electoral para volverse vanguardia política organizada del proceso revolucionario venezolano. El MVR no puede seguir siendo un partido político estructurado “a la americana”, donde el conjunto de su “militancia” juega un papel cada vez más pasivo frente al ejercido por un grupo pequeño de dirigentes. Debemos fomentar la democracia interna. El MVR debería ser, asumiendo como nuestras las palabras de Jorge Riechmann, “una organización coralina, construida por acumulación, creciente en forma de red de redes, protectora de la diversidad, en la cual la dimensión pedagógica y la dimensión moral sean básicas”.”
Iba más lejos en sus reflexiones: “Necesitamos, incluso, recuperar del olvido el legado marxista; su instrumental teórico que sigue siendo válido como elemento analítico de la sociedad y su cambio. Debemos, insisto y como ha señalado recientemente Martha Harnecker en “Los desafíos de la izquierda latinoamericana”, destinar tiempo a la formación teórica; reconquistar cuadros intelectuales; formar comunidades científicas de investigadores y realizar escuelas populares permanentes de cuadros. También urge elevar el tono discursivo. Porque hasta ahora, no puede ser que dentro de los círculos patrióticos o círculos bolivarianos y directivas parroquiales o municipales del MVR, se sigan discutiendo cargos, cambures, dimes y diretes. Perdamos el tiempo en banalidades, tonterías, estupideces. La discusión debe ser más profunda. Temas sobran y el país reclama un movimiento político completamente distinto a los demás”.
Así pensaba este hombre que en el momento en que lo matan era Presidente de Instituto Merideño de la Cultura y candidato a Alcalde de Tovar. Su asesinato reverbera como uno de los crímenes más misteriosos que se han dado en el país. Todo el mundo aún se pregunta: ¿A quién hacía tanto daño la pulcritud, la decencia y la valentía del discurso de Giandomenico Puliti?