Hoy, los venezolanos y venezolanas, como Ulises ante los monstruos Escila y Caribdis en su Odisea, nos encontramos ante dos calamidades que, en su escalada, nos llevan a un enfrentamiento armado, en el cual los únicos que perdemos somos los habitantes de este país y la Patria misma. ¿Cómo fue que llegamos hasta aquí?
Se trata de un proceso que se retroalimenta. Cismagénesis, lo llaman los especialistas en teoría compleja. Una acción de un polo es respondido por el otro, aumentando cada vez el nivel del conflicto. El motivo está desnudo: el Poder, puro y simple. La disposición de la fuerza bruta, la arbirtariedad sin justificación racional. Ni siquiera el convencimiento, ni siquiera la defensa de unos valores compartidos por todos. Por el camino, han quedado, mortalmente heridos, la verdad y la Constitución de 1999, la más avanzada de nuestra historia. Nadie cree en las instituciones. Sólo son instrumentos de Poder o, en el mejor de los casos, rines de boxeo. Así como las ciudades se parten y se establecen fronteras simbólicas de cada facción, el conflicto llega hasta a disolver las normas mínimas de convivencia ciudadana.
La oposición sólo se ha definido por oponerse al chavismo, al gobierno. Sus acciones y lenguaje, aparte de repetir lugares comunes huecos que, por lo demás, repite el contrincante (bienestar, progreso, comida, democracia, libertad, pueblo), se define por el objetivo único de derrocar el gobierno. Ese motivo los ha llevado a solicitar apoyo internacional, incluso a insinuar la necesidad de una intervención del imperio norteamericano. El gobierno se defiende como sea. Y en eso, se ha llevado por delante cualquier barniz de legitimidad, de respeto a las instituciones. Incluso, ha perdido el rumbo de su símbolo principal, el Comandante Chávez, del cual ha despilfarrado el capital simbólico y político. No hubo "golpe de timón". El barco siguió su ruta suicida hacia los despeñaderos, y hoy la Patria está en girones. Pero ¿cómo llegamos hasta aquí?
Errar es humano, pero los errores de las dos monstruosidades se han repetido y acumulado hasta hacerse desviaciones y vicios. Pero, como la lucha por el Poder no es directamente, nunca, ni en la guerra más abierta, pura fuerza física, a las desviaciones se las enmascara con palabras, propaganda intoxicante, comunicación enferma. Por ello, necesitan hacer simulacros, acompañarse con mentiras simples y repetidas, a la Goebbels.
Los errores de la oposición forman un largo rosario. Desde su unión frente al candidato presidencial Hugo Chávez, pasando por su enfrentamiento rabioso a las primeras medidas populares del gobierno chavista, las huelgas generales, hasta culminar en el golpe de estado del 11 de abril de 2002 y el "paro petrolero" de ese mismo año, llegando a las "guarimbas", su retiro de las parlamentarias en 2005, etc. De alguna manera, el Comandante Chávez agradeció esa capacidad de equivocarse de la dirección política de la oposición. Esos errores tenían varias razones: la derrota histórica de 1999 dejó sin dirigencia experimentada a la oposición, que cayó en las manos de empresarios televisivos que sólo respondían a la rabia, el desprecio y el odio racista y clasista que hacia el pueblo, sienten sectores de la población que le cogieron asco a las barriadas. Despreciaron a Chávez, y a través de él, al pueblo. Hoy los errores se continúan, lindando la traición a la Patria, con el impulso de una suerte de "estado paralelo", listo para solicitar "ayuda internacional" para la guerra civil.
Todavía muchos compañeros dicen que fue un error de Chávez salir con un crucifijo el 13 de abril de 2002, pidiendo perdón a los sectores golpistas. Pero seguramente los verdaderos errores se dieron mucho después, digamos que a partir de 2007, cuando el Comandante, confiando en su tremenda victoria electoral, culminación de una larga cadena de aciertos políticos sobre la oposoción, creyó que el fruto estaba maduro y anuncio el camino hacia el socialismo, a través de una reforma constitucional cuya campaña (y diseño) dejó en manos de unos bates quebrados que le seguirían acompañando en la desviación que, años después atacaría, duramente, cuando llamó a un "golpe de timón" que sus designados nunca respetaron.
Efectivamente, aquellos años (entre 2007 y 2011, aproximadamente) fueron los de mayor bonanza petrolera, y el Comandante creyó que, sólo gastando esos inmensos recursos, podía resolver la dependencia y la transformación socialista. Cayó entonces en lo mismo de otros gobiernos anteriores de Venezuela, cuando entraban esas rachas de buenos precios petroleros. Se cayó en el despilfarro, el asistencialismo (confundir "políticas sociales" con socialismo) y su hermano gemelo, la corrupción. La sombra de la "gran Venezuela" de Carlos Andrés Pérez, con discurso socialista. Un discurso que, por cierto, el propio Chávez criticaría después, en su misma intervención del "golpe de timón", cuando narró el chiste del cochino.
Así como aquellos indígenas catequizados trataron de burlarse del cura, bautizando como pez al cochino, cambiámndole el nombre para cambairle de ser, para comérselo en Semana Santa, los burócratas llamaron "socialista" a cualquier cosa, desde las areperas hasta los aeropuertos, tratando de ese modo, mágicamente, de avanzar en esa dirección. Pero en realidad, la gastadera saudita alimentaba una nueva burguesía. Se instaló el mecanismo delincuencial de acumulación de capital. La deuda empezó a crecer exponencialmente, para no decir criminalmente. Las importaciones desplazaron el capital, de la producción, al comercio, con la correspondiente tajada. Ahí están las cifras de las importaciones de alimentos y emdicinas, donde las mafias, encabezadas algunas por gente uniformada, engordaban.
Cuando muere el Comandante, ya los cómplices se han instalado. La traición comienza a consumarse. Por nada del mundo, los designados escucharon las recomendaciones de unificar la tasa de cambio, perfeccionar los controles de las inmensas importaciones, avanzar losplanes de nuevo modelo productivo que se elaboraron en el papel durante aquellos años, hacer una auditoría, revisar el endeudamiento. Realizar en fin el "golpe de timón". El cambio dual potenció la especulación monetaria. El gobierno, así, ayudó la acción criminal de Dólar Today. Los precios regulados incentivaron la "bachaquería" ante los ojos que no querían ver, porque en ello les iba un deseo insaciable de riqueza.
Ya la acumulación de errores se convirtió en desviación, y ésta en mascarada, simulacro de gobierno popular. El presidente designado, tratando de construir a punta de cuñas un liderazgo vicario, anunciaba que iba a anunciar medidas, hasta que, de aquel parto de los montes, sólo salieron unos "motores" para regularizar algo la entrega de los dóalres entre un sector de medianos burgueses. Pero apareció también algo mucho más significativo: un proyecto de entrega de los activos minerales del país a las transnacionales, para mantenerse en el poder y en la robadera.
Así surgieron las "Zonas Económ,icas Especiales" y los planes de expltoación del arco minero. Así, la subordinación del gobierno a sus nuevos dueños: el capital transnacional chino y ruso que, asociado con los norteamericanos y europeos, se dispusieron a chupar lo que queda de país, a un ritmo tal, que hasta la Constitución de 1999 se les atravesó en el camino. Y la mandaron a matar.
¿Quién fue primero? Por supuesto que la designación viciada de los magistrados el TSJ fue la respuesta a la victoria electoral de la oposición y a su política monotemática de derrocar el gobierno. Este no se iba a dejar tumbar tan "fácilmente" como en Brasil. Menos como en Argentina, a través de elecciones. Luego vino la negación tramposa, mediante sentencias penales, de la posibilidad de cambio que brindaba la propia constitución: el revocatorio. Todos los caminos electorales e institucionales se fueron cerrando, confirmando lo que todos sabemos: el gobierno no podía ganar ninguna elección por el descontento popular ante la crisis económica. El cismagénesis tomó impulso propio. El conflicto se retroalimentó.
Una oposición desbocada, fue puesta en su lugar por un gobierno desbocado. El presidente sacó de su manga un simulacro de Constituyente que venía siendo la asamblea de los mismos burócratas gobernantes. El principio de progresividad del derecho se lo llevaron con los cachos unos magistrados írritos, que le dieron la bendición a una convocatoria que echaba para atrás el avance de 1999, la democracia participativa, al negar la consulta popular que se hizo ese año con una constitución democrática-representativa. Igualmente, convalidaron unas condiciones comiciales que, además de corporativa, al estilo Mussolini, desfiguraba la representación al darle más a los municipios menos poblados.
Hoy, Escila y Caribdis, lo representan, por un lado, una burocracia militar que pretende imponer un gobierno absoluto, supraconstitucional, que producirá decretos, perseguirá enemigos políticos (empezando por la Fiscal), sustituirá Poderes Públicos completos, y hasta construirá una platabanda chimba a la pirámide de Kelsen, de duración indefinida, y, por otro lado, una especie de gobierno y estadop paralelo, listo para solicitar el apoyo itnernacional, en el inicio de una guerra civil que, en última instancia, es la pelea entre dos cúpulas por garantizarle algo de gobernabilidad a los capitales trasnnacionales que quieren nuestras riquezas.
Pero la vía a ïtaca para este Ulises que somos todos y todas, sigue siendo la golpeada Constitución de 1999. Ante la guerra civil, a la que la irresponsabilidad criminal de estas dos monstruosidades nos lleva, hay que mantener la posibilidad de una negociación política, que permita que la Constitución resurja, cumpliéndose las elecciones rpevistas y preparando una nueva opción política, responsable, democrática, revolucionaria, que otra vez ofrezca la esperanza de salvaguardar la Patria.