Sucedió en Caracas. Municipio Libertador. Cinco de la tarde en el interior de un centro comercial. Fue una acción rápida. Un arrebatón certero lo dejó sin celular. Pero por muy poco tiempo. Con una persecución certera lo recuperó. La denuncia nunca se hizo. No por falta de ganas sino por falta de “método”. El “método” consiste en hacer lo posible para que el ciudadano se desanime. El discurso del policía desanimador que te tocó es claro: debes entregar el celular para comprobar la flagrancia. “Y lo mas seguro es que no lo vuelvas a ver”. Al celular, no al chamo arrebatador.
El arrebatado, es decir la víctima, se desanima, no faltaba más. Pero la autoridad que debe cumplir la Ley también tiene otros “métodos”, pero al margen de la Ley. “La guasa” se propone en el lugar de la denuncia. Patadas y golpes sustituirán a la cárcel. El arrebatado acepta. Prefiere “eso” a que el arrebatador se quede sin castigo.
(Del lat. impunĭtas, -ātis). 1.F. Falta de castigo. Solamente esa frase se puede leer en el Diccionario de la Real Academia Española como significado de la palabra impunidad, palabra que describe una de las aristas más preocupantes del desorden, del desarreglo ciudadano, de los anti valores que nos acechan y que muchas veces nos caracterizan.
Y es que los conserjes metropolitanos están más preocupados por dirimir sus diferencias políticas que en resolver el problema de la impunidad. De la impunidad que protege al invasor que destruye el pulmón vegetal de Caracas. De la impunidad que protege al buhonero que puso su tarantín sobre una fuente ornamental. De la impunidad que protege al delincuente que arrebata celulares, carteras y prendas. De la impunidad que permite el asesinato de una médica cubana, que vino a Caracas a mejorar la calidad de vida de los desasistidos de siempre. De la impunidad que permite que te atraquen dentro de tu vehículo en pleno centro de Caracas, la capital de un país llamado Venezuela. Con total impunidad.
La ciudad de Caracas está atrapada en la falta de castigo. No hay castigo para los ciudadanos que no respetan la Ley de Tránsito Terrestre. No hay castigo para los conductores de transporte que no respetan esa misma ley. No hay castigo para quienes ensucian la ciudad. No hay castigo para el comerciante informal que se apodera de aceras, calles y bulevares. No hay castigo para esos comerciantes informales que ensucian esas mismas calles, aceras y bulevares. No hay castigo para los alcaldes, para los conserjes que no cumplen con su trabajo. No hay castigo.
Y tal vez no haya castigo para quien utilice el nombre de un ciudadano sin autorización. Fue en el interior del país que leí un remitido a página completa en el diario Ultimas Noticias (01/09/06) que hacía a quien escribe coautora del texto titulado “Los periodistas denunciamos intento de linchamiento político contra el colega Juan Barreto”. Lo que opino sobre eso lo pudo leer usted la semana pasada en este mismo espacio.
Pero al margen de lo que yo opine, que pudiera ser importante o no, está el abuso de quien es capaz de escribir un remitido y hacerlo “firmar” por casi cien periodistas, al parecer, sin consultarle. Sé de al menos quince que no lo leímos. La impunidad se viste, se disfraza, se camufla, se esconde... Y casi siempre es letal.
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