¡¡Ojo pelao, hay que escoger bien!!

En Venezuela hay que considerar que los cuerpos de seguridad se crearon y existen para estar bajo las órdenes del jefe que gobierna la República, los Estados y los Municipios, haciéndolos aparentar que es para cumplir con las leyes, resguardar el orden público y cuidar la vida y bienes de la ciudadanía. Desde que en 1.830 se instituyó la República, los diferentes organismos de seguridad que se crearon se fueron poniendo a la orden exclusiva del jefe, así sucedió cuando el caudillismo dominaba esta patria y solo empezó a cambiar, un poco, cuando el general Juan Vicente Gómez logró acabar con los constantes levantamientos regionales de grupos armados que se formaban por doquier.

Sin embargo, el general Gómez contó con su policía, La Sagrada, Pérez Jiménez con su Seguridad Nacional, Rómulo Betancourt con su Digepol, y así cada Mandatario Nacional contó con su policía política particular, hoy también los gobernadores cuentan con su policía siguiendo los patrones preestablecidos, vea como la policía Metropolitana estuvo al servicio de Alfredo Peña, Alcalde Mayor, que en la práctica es lo mismo que la gobernación del Distrito Federal; pero también sucede con los alcaldes de los diferentes municipios de la república, todos ellos, estiman que esos cuerpos de seguridad son de su propiedad. Es tan cierto este asunto, que en el más pobre y apartado municipio del país existe un cuerpo policial y el Alcalde que todavía no lo tiene, está muy pendiente por fundarlo, porque él le sirve para su protección personal y los suyos, abusar de quienes lo adversan y, principalmente, para esconder evidencias de gastos indebidos efectuados con los dineros públicos.

La policía actualmente es mirada, por una gran parte de venezolanos, como el refugio de pillos especializados, por lo que existen zonas en el país donde se le teme más a la policía que a los delincuentes comunes; ójala que la Comisión Nacional para la Reforma Policial haga un buen trabajo y sea capaz de crear un cuerpo policial y de seguridad que hagan cambiar el modo de pensar de aquellos que desconfían de ellas; debido al mal comportamiento de los funcionarios que allí laboran. Ahora bien, esa Comisión no deberá buscar a los mismos expertos para que la asesore, pues ellos han vivido toda la vida aplicando una determinada receta y tienen en la cabeza ideas distorsionadas de lo que es protección, seguridad y orden público, ellos durante largo tiempo han prestado sus servicios a diferentes administraciones públicas y en realidad no han aportado nada efectivo en el combate de la delincuencia, no, la Comisión debe orientarse con las opiniones de nuevos profesionales en la materia.

La Comisión Nacional para la Reforma Policial deberá contar con la cooperación y participación de los Poderes institucionales del país para así lograr un buen trabajo, ya que si aquellas no existen, no se alcanzará el ambicionado propósito buscado. El DOCTOR ELADIO RAMÓN APONTE APONTE, en el discurso de apertura del año judicial 2.006, reconoce la más grave deficiencia existente en el medio donde se desempeña y expone en forma contundente “Junto a la desafortunada falta de firmeza moral de algunos juzgadores, se producen vías alternas para la satisfacción de intereses de los económicamente más aventajados, con las consecuentes trabas para quienes no alcancen la cuota monetaria exigida”, afirmando más adelante: “ Cuando la corrupción contagia los estrados hace que se pierda la seguridad y con ella la libertad…y nosotros, los Magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, tenemos la obligación de implementar mecanismos para la erradicación de este flagelo que tanto daño le ha hecho a la justicia venezolana”. Por lo tanto, esa Comisión Nacional y la Asamblea Nacional deberán tener muy buen tino al emprender su ardua tarea, y tener inalterablemente presente lo que nuestro Libertador Simón Bolívar escribe al general Sucre el 28-10-1.828: YO ANTEPONGO SIEMPRE LA COMUNIDAD A LOS INDIVIDUOS. Y al general Páez el 16-12-1.828: TAN NECESARIO ES CUIDAR DE CREAR, POR DECIRLO ASÍ, EL ESPÍRITU PÚBLICO, QUE SIN SU AUXILIO LA FUERZA FÍSICA APENAS PRODUCE UN EFECTO MUY PRECARIO.


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José M. Ameliach N.


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