Es conocida la frase de Gramsci que resume la idea del destino de una revolución cuando no termina de nacer: "la crisi consiste appunto nel fatto che il vecchio muore e il nuovo non puo nascere: in questo interregno si verificano i fenomeni morbosi piú svariti" (Quaderni del carcere).

En ese claroscuro (interregno), en esa zona de nadie, surgen los monstruos. Gramsci se refería al fascismo y a los fascistas, eran lo días de mussolini.

Esta Revolución nuestra se estancó en el claroscuro, y tal como lo alertó el teórico italiano están surgiendo los monstruos. El fascismo nos alcanzó, las señales del deslizamiento hacia la barbarie son muy claras.

Podríamos establecer algunos hitos que no facilitarían la comprensión del surgimiento del monstruo. Primero fue aquella razzia en el barrio San Vicente de Maracay; sobre esa "hazaña" se levantó la doctrina de la mano fuerte para combatir lo diferente, en esa ocasión el objetivo fue la delincuencia, el nefasto camino emprendido era difícil percepción. San Vicente se desarrolló hasta el "operativo de liberación del pueblo", allí la práctica y la teoría de la doctrina de fuerza se fue concretando, muertos que algunos cifran en miles, y la justificación de la masacre de los marginados, los que no tenían ni nombre, ni derechos humanos. La doctrina fascistoide se perfiló un poco más: lo diferente no tiene derechos humanos, no son humanos, son animales.

De esta manera se caminó hacia la instalación en la sociedad de una ética de la intolerancia a lo diferente, que abrió la puerta al atropello del humano y a la formación de cuerpos policiales sin respeto por la vida: lo importante es "limpiar", "desaparecer", todo era permitido contra la delincuencia, no se comprendía su causa, no era necesario, la solución final era liquidarlos. De esta manera, la ética del delincuente impregnó a sus perseguidores.

La fuerza, que en un principio se aplicó a los supuestos delincuentes, la fuerza que sustituyó a la formación de conciencia, de pertenencia a la sociedad, de condiciones materiales y espirituales que permitan el despliegue de lo mejor del humano, esa fuerza no resiste la tentación de usarse contra toda disidencia.

No vamos a comentar las circunstancias de linchamiento de Oscar Pérez, bastante se ha escrito y criticado el hecho. Fijaremos la atención en la actitud del presidente maduro. Sus declaraciones son un hito del desplazamiento al fascismo. Ya está superada aquella sospecha cuando el presidente habló de que le provocaba lanzar a los disidentes desde un avión, ahora se cumple la sabia máxima de que al dar poder a una persona surge su verdadera condición humana. Veamos.

El presidente declara, leamos la noticia de El Universal:

El presidente de la República, Nicolás Maduro, dijo que cualquier "terrorista" que sea enviado al país desde Miami (EEUU) o Colombia tendrá el mismo destino del grupo del exfuncionario rebelde del Cicpc, Óscar Pérez, quien murió en una operación de comandos militares.

"A 17 días de dar la orden, orden cumplida. Debe saber la contrarrevolución miamera, debe saber la oligarquía colombiana, que cada grupo que financie para traer el terrorismo le va a tocar el mismo destino porque estamos dispuestos a defender con nuestra vida la independencia y soberanía de nuestra patria. Nadie va a traer el terrorismo a Venezuela", aseveró.

De esta manera certifica la masacre de Oscar Pérez. Si esta amenaza la unimos a las acusaciones alegres de terroristas, de agentes enemigos con las que se califican todas las disidencias, debemos concluir que vendrán más ordenes de aniquilamiento.

No hay dudas, nos deslizamos rápidamente al fascismo, similar al de la cuarta, recordemos las masacres en ese nefasto periodo, los desaparecidos. Pensábamos que esa etapa oscura estaba superada después del 4 de febrero, pero debemos aceptar con tristeza que el Comandante aró en el mar, la historia se repite.