Lo que dijera el embajador Víctor Delgado ya había sido reseñado en el libro de Sant Roz “La CIA en Venezuela”. En el capítulo sobre el “El macabro goteo”, se explica cómo se trataba, en los primeros meses del 2002, de tensar el estado de nerviosismo dentro de los cuarteles, tal cual como se hizo para derrocar Allende. Un aire de locura corría por los batallones y sus jefes. Las noches estaban llenas de rumores y de incertidumbre. Se repartían volantes con groseras y violentas acusaciones contra el Presidente, sus inmediatos colaboradores y su familia. Los correajes y poleas en la cámara de tortura pasaron al nivel B: se produjo un jalón que desquició a varios oficiales, y los alaridos fueron registrados en los servicios secretos instalados dentro del propio Fuerte Tiuna donde trabajaba una muy equipada sección del Comando Sur de los EE UU. En Altamira se concentraban, pues, los mayores expertos de la CIA, monitoreando el pulso de la situación nacional con cámaras de Globovisión en todos los puntos estratégicos del sector. Gente que habían trabajado en Centroamérica y en el cono Sur, unidos a la gusanera cubana quien está estrechamente relacionada con los bandidos de la ex canciller chilena Soledad Alvear y su maridito Gutenberg Martínez. Fueron los días en que se dio luz verde a los pronunciamientos del capitán de la Guardia Nacional Pedro Flores, del general de Brigada (aviación) Román Gómez Ruiz, del coronel Hugo Sánchez (aviación) y del contralmirante Carlos Molina Tamayo.
Tras bambalinas, recibiendo órdenes de los expertos agentes del Departamento de Estado de EE UU, estaban el general Rommel Fuenmayor León, el contralmirante Héctor Ramírez Pérez y los generales Carlos Alfonso Martínez, Efraín Vásquez Velasco, Néstor González y Pedro Pereira Olivares, entre otros.
Si hay algo que caracteriza a estos hombres cuando se tortura, es la vil costumbre de mirar por entre los cortinajes, por entre las persianas. Siempre disimulados entre las sombras.
La CIA había conseguido reunir al mismo tiempo toda una gama conspiradora internacional, para que el reconocimiento del nuevo gobierno fuera lo más expedito posible. Dos semanas antes del golpe, consiguió que la ODCA (Organización Demócrata Cristiana de América Latina) se reuniera en Caracas. Allí Eduardo Fernández propuso su ayuda en la conformación del nuevo gabinete, y se decidió que José Rodríguez Iturbe (vicepresidente de la ODCA) fuera el canciller. Se aceptó que Carmona Estanga inaugurara la nueva era de progreso para Venezuela. El presidente de la ODCA, Gutenberg Martínez (esposo de la cancillera chilena, Soledad Alvear) trajo buenas disposiciones del gobierno de Ricardo Lagos para ayudar en todo lo que estuviese a su alcance.
Se estaba tomando parte, pues, del formato con el que se derrocó a Allende, donde la Armada tuvo una participación fundamental, por lo que se propuso que el contralmirante Héctor Ramírez Pérez debía viajar a Chile. Así se hizo y Héctor Ramírez Pérez sostuvo varias reuniones con los veteranos “demócratas” que habían participado en la batalla del 11 de septiembre del 1973. Ramírez Pérez, pues, se trasladó a Santiago de Chile, y debió haber llegado a Santiago a principios de abril. Allí fue recibido por el capitán de navío Martínez Hernández, agregado de Defensa en la Embajada venezolana en Chile. La encargada de poner a Ramírez Pérez en contacto con los expertos fascistas chilenos, fue la encargada de negocios de nuestra embajada, la señora Delma Mirelles. Esta dama, fue la que el 12 de abril entró al palacio de la Moneda para entregarle al Presidente Ricardo Lagos, el maravilloso currículo de Pedro Carmona Estanga. Iguales movimientos estuvieron activando la CIA a nivel de diplomáticos peruanos, colombianos y ecuatorianos.
Hoy Chile, con la señora Bachelet en la presidencia vive el mismo secuestro pinochetista que padeció Ricardo Lagos. Y toda la oligarquía latinoamericana emprende una feroz campaña contra Venezuela, Cuba y Bolivia. Ya no enfrentamos la oligarquía criolla, sino la continental, la de Fox-Calderón en México, la de Alvear y su maridito en Chile, la de Uribe en Colombia, la Alán García en Perú. Además, la batalla será mundial.