Verónica, asesinada de 28 puñaladas

¿Qué sigue pasando, en plena Revolución Bolivariana, con el Poder Judicial?

¿Qué sigue pasando, en plena Revolución Bolivariana, con el Poder Judicial?

Verónica, asesinada de 28 puñaladas

José Sant Roz

En la urbanización La Linda, de Mérida, viven desde hace veinte años los hijos de primer matrimonio. Los visito con regularidad. Mi hijo menor conoció a Verónica Eugenia Barrios Guerra, asesinada en esta urbanización de 28 puñaladas, el 21 de enero de 2006. Esta bella muchacha, buena estudiante en la ULA, tuvo la mala suerte de conocer y de enamorarse de un joven de nombre José Rafael Marín Molina. Aún, todos los que entran a esta urbanización, pueden ver en los paredones, escritos que piden justicia sobre este crimen. Los carros en la ciudad llevaron letreros por mucho tiempo que exigían que este crimen no fuese a quedar impune.

Todo cuanto se pueda relatar sobre este espantoso crimen resultará pálido ante lo descomunal y la virulencia de lo sangriento. Leemos el siguiente escalofriante testimonio del padre, en El Universal: “A las 11:20 de la noche de aquel día, los gritos de Verónica alertaban a los vecinos -y a su propio padre, Víctor Barrios- de que su novio la agredía con un cuchillo casero. Todo encontró escenario en el estacionamiento de ese lugar, donde estaba ubicada su casa. Ella pudo zafarse y salir del carro -pues ambos llegaban de una fiesta- pero él la alcanzó, la tumbó en el piso y le enterró 28 veces seguidas el cuchillo. No conforme con eso, le rompió el cuello. José Rafael quiso darse a la fuga, recordó Víctor, pero los moradores no lo dejaron. El cuerpo de la chica yacía en el estacionamiento., inerte y sobre un pozo de sangre. Víctor lo vio todo desde la ventana de su apartamento. Asegura no haberse lanzado porque había una reja que lo impedía. Cuando bajó su hija había dado el último aliento. Una de las puñaladas que recibió Verónica fue justo en la boca. José Rafael se la dio cuando empezó a llamar a su padre para que la socorriera”. Se cuenta igualmente que la locura del arrebato de Marín llegó a tal grado, que cuantas personas trataban de impedir que la siguiera apuñalando, él persistía desenfrenadamente en su delirio.

La gente le sigue teniendo más miedo a los jueces que a los criminales, y lo que se temía parece haberse consumado: Desde un principio se barruntó algo muy siniestro y tortuoso, corrió la especie, que ahora sale difundida en El Universal, de que los familiares del asesino son muy amigos del ex magistrado Luis Velásquez Alvaray (cuando éste tenía todavía ostentaba vara de mando en el alto tribunal de la República). Pues bien, el 13 de diciembre, comenzó la audiencia preliminar y en la conclusión de la defensa se sustentó: "La conducta de nuestro detenido encuadra en el delito de homicidio intencional simple... esta conducta fue desplegada bajo intenso dolor. Se deja constancia que fue una debida provocación". Se habló del gran amor que José Rafael sentía por Verónica, se destacó lo indispensable que ella era para él, agregó la supuesta existencia de un frasco que guardaba los restos de un feto (producto del amor) que hasta nombre tenía, dijo que el padre de la jovencita apuñalada había montado una brujería para separarlos y concluyó diciendo que lo que detonó la ira del homicida fue una supuesta llamada que Verónica había recibido de un amigo cuando departían en una fiesta de cumpleaños la misma noche del homicidio. Además agregó que José Rafael Marín Molina no recordaba el desarrollo del suceso. Leemos en la prensa que: “A pesar de tal atrocidad, de haber sido detenido en flagrancia y de haber admitido su culpa, la juez IV de Control del estado Barinas, abogada Neris Caraballo, le bajó la calificación del delito -de homicidio intencional calificado a homicidio intencional simple bajo el atenuante de arrebato e intenso dolor- y le redujo la condena de 12 años (tiempo mínimo estipulado por la ley para el delito sentenciado) a seis años de prisión”.

Yo que he visito con frecuencia las cárceles, me he encontrado casos mil veces menos graves que éste, donde los pobres desgraciados purgan por ellos hasta diez y más años. ¿Qué sigue pasando, en plena Revolución Bolivariana, con el Poder Judicial en Venezuela? “Para llegar a esa decisión –se lee en El Universal-, sólo se realizó una sola audiencia. Esa era la preliminar que debió celebrarse a los pocos días del hecho. Pero para llegar hasta allí, los obstáculos fueron un montón. Según relataron Víctor Barrios y su esposa, Númide Guerra, los padres de Verónica, el caso pasó por tres jueces hasta que llegó a Barinas. El primero en conocer la causa fue el juez Brady Arámbulo, IV de Control del estado Merida. "Él presuntamente recibió 70 millones de bolívares para lograr que José Rafael siempre permaneciera en la cárcel de Mérida con privilegios. Luego, al parecer, cobró otros 30 millones de bolívares para que la radicación del juicio, establecida por el Tribunal Supremo de Justicia, fuera en Barinas". Luego el caso lo tomó la auxiliar de Arámbulo, abogada Aura Avendaño. Ella, explicó Barrios, pidió exámenes psiquiátricos a los padres y hermana de la joven asesinada. Pero la Fiscalía protestó y no se llevaron a cabo. Luego el proceso regresó a las manos de Arámbulo y posteriormente fue asiganado a la juez Marbella Sánchez en Barinas. Pero ella, agregó Barrios, se inhibió porque supuestamente conocía a toda la familia de la víctima. "Llegó a decir que había cargado a mis dos hijas cuando estaban pequeñas y que además tenía acercamineto con una de mis hijas mayores, las del primer matrimonio. Todo eso es mentira", enfatizó Barrios. Así fue como llegó hasta el despacho de Caraballo”.













El crimen de Verónica Eugenia Barrios Guerra (20) clama justicia. La desesperación asuela a sus familiares, pues la sentencia de su homicida no fue la suficiente para pagar el brutal ataque que él -José Rafael Marín Molina- le propinó a la joven el pasado 21 de enero.

A las 11:20 de la noche de aquel día, los gritos de Verónica alertaban a los vecinos del conjunto residencial La Linda, en Mérida , -y a su propio padre- de que su novio la agredía con un cuchillo casero. Todo encontró escenario en el estacionamiento de ese lugar, donde estaba ubicada su casa.

Ella pudo zafarse y salir del carro -pues ambos llegaban de una fiesta- pero él la alcanzó, la tumbó en el piso y le enterró 28 veces seguidas el cuchillo. No conforme con eso, le rompió el cuello.

José Rafael quiso darse a la fuga, recordó Víctor Barrios, padre de la infortunada jovencita, pero los moradores no lo dejaron. Llegó la Policía y de inmediato lo arrestaron.

El cuerpo de la chica yacía en el estacionamiento. Inerte y sobre un pozo de sangre. Víctor lo vio todo desde la ventana de su apartamento en el piso tres del edificio enunciado. Asegura no haberse lanzado porque había una reja que lo impedía. Cuando bajó su hija había dado el último aliento.

Una de las puñaladas que recibió Verónica fue justo en la boca. José Rafael se la dio cuando empezó a llamar a su padre para que la socorriera.

A pesar de tal atrocidad, de haber sido detenido en flagrancia y de haber admitido su culpa, la juez IV de Control del estado Barinas, abogada Neris Caraballo, le bajó la calificación del delito -de homicidio intencional calificado a homicidio intencional simple bajo el atenuante de arrebato e intenso dolor- y le redujo la condena de 12 años (tiempo mínimo estipulado por la ley para el delito sentenciado) a seis años de prisión.

Proceso cargado de tropiezos

Para llegar a esa decisión, sólo se realizó una sola audiencia. Esa era la preliminar que debió celebrarse a los pocos días del hecho.

Pero para llegar hasta allí, los obstáculos fueron un montón. Según relataron Víctor Barrios y su esposa, Númide Guerra, los padres de Verónica, el caso pasó por tres jueces hasta que llegó a Barinas.

El primero en conocer la causa fue el juez Brady Arámbulo, IV de Control del estado Merida. "Él presuntamente recibió 70 millones de bolívares para lograr que José Rafael siempre permaneciera en la cárcel de Mérida con privilegios. Luego, al parecer, cobró otros 30 millones de bolívares para que la radicación del juicio, establecida por el Tribunal Supremo de Justicia, fuera en Barinas".

Luego el caso lo tomó la auxiliar de Arámbulo, abogada Aura Avendaño. Ella, explicó Barrios, pidió exámenes psiquiátricos a los padres y hermana de la joven asesinada. Pero la Fiscalía protestó y no se llevaron a cabo.

Luego el proceso regresó a las manos de Arámbulo y posteriormente fue asiganado a la juez Marbella Sánchez en Barinas. Pero ella, agregó Barrios, se inhibió porque supuestamente conocía a toda la familia de la víctima. "Llegó a decir que había cargado a mis dos hijas cuando estaban pequeñas y que además tenía acercamineto con una de mis hijas mayores, las del primer matrimonio. Todo eso es mentira", enfatizó Barrios.

Así fue como llegó hasta el despacho de Caraballo.

Retrasos y justicia ciega

La audiencia preliminar estuvo fijada para el 27 de noviembre, 10 meses y seis días después del brutal homicidio, pero no se dio y las razones todavía las desconocen los deudos de Verónica.

Hasta que llegó el 13 de diciembre. A las 10:30 am comenzó la audiencia preliminar. Allí debió imputarse al joven para luego ir hasta un juicio. Pero José Rafael Marín se declaró culpable, después del cambio en la calificación del delito. Así fue como se dictó la sentencia.

En las cinco horas que duró el juicio -no se cuentan las dos que se tomó la juez para almorzar y estudiar el caso, refirió Barrios- los abogados defensores expusieron una serie de argumentos para "convencer" a la juez de cambiar la calificación del delito.

Uno de ellos, Isaac León Avendaño, dijo en la conclusión de la defensa: "La conducta de nuestro detenido encuadra en el delito de homicidio intencional simple... esta conducta fue desplegada bajo intenso dolor. Se deja constancia que fue una debida provocación".

Para sustentar esta idea, el defensor refirió 13 hechos. En ellos habló del gran amor que José Rafael sentía por Verónica, destacó lo indispensable que ella era para él, agregó la supuesta existencia de un frasco que guardaba los restos de un feto (producto del amor) que hasta nombre tenía, dijo que el padre de la jovencita apuñalada había montado una brujería para separarlos y concluyó diciendo que lo que detonó la ira del homicida fue una supuesta llamada que Verónica había recibido de un amigo cuando departían en una fiesta de cumpleaños la misma noche del homicidio. Además agregó que José Rafael Marín Molina no recordaba el desarrollo del suceso.

Todas esas irregularidades, para el abogado de los acusadores, Alves Galué, respondieron a la cercanía que tenía la familia del homicida a Luis Velázquez Alvaray, para entonces magistrado de la Sala Constitucional y director ejecutivo de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura. José Rafael es ahijado del ex magistrado.

Futuro interrumpido

Verónica Eugenia era la hija mayor de Númidie y Víctor. Durante su niñez y adolescencia demostró ser de las más aplicadas en la escuela.

En Mérida estudiaba Ingeniería Geológica en la Universidad de Los Andes, soñaba con hacerse experta en volcanes.

Su idea, pra desarrollar su carrera, era irse a algún país árabe con sus padres, por eso estudiaba con empeño el idioma de esa zona del mundo. Ya lo hablaba, así como también lo hacía con el inglés. En total dominaba tres idiomas, contando el materno.

"Ella no salía a parrandear. Tanto, que a sus 20 años no conocía alguno de esos locales. A fiestas iba poco, pues argumentaba que perdía tiempo, ese necesario para estudiar y ser siempre la mejor", recordaron, muy afectados aún, por lo acontecido, sus padres. La apelación de la sentencia es un hecho. En 10 días hábiles, a partir de la decisión de la juez, los deudos de Verónica irán desde Caracas hasta Barinas a introducirla.

Exigen que se haga justicia. "El jucio de Verónica fue una burla para nuestro dolor", señalan.

jrodri@ula.ve



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

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