No es de extrañar la asociación de la extrema derecha venezolana con bandas criminales. Esta gente ha demostrado la carencia total de escrúpulos al intentar infructuosamente asaltar el poder por vías no democráticas. Ejecutaron al pie de la letra todas las opciones descritas en el manual de "golpes suaves" de Gene Sharp (Politics of Nonviolent Action). Por esta ruta fracasaron estrepitosamente y salieron con las tablas en la cabeza, ganándose el repudio de la mayoría del pueblo.
Luego elevaron la intensidad de sus sangrientos métodos, intentando siempre generar situaciones de ingobernabilidad (el bloqueo financiero y comercial es un ejemplo de ello) en la búsqueda de una guerra civil que permitiera las condiciones propicias para una invasión militar. En esto llevan años, promoviendo guarimbas y violencia callejera, dirigiendo intentos de magnicidio con drones cargados de explosivos, hasta llegar a la invasión marítima mediante la contratación de mercenarios extranjeros. Son unos apátridas.
Para cumplir la agenda de la salida violenta impuesta por la extrema derecha, el sifrinaje criollo actúa con impunidad, contando con el total apoyo, respaldo y cobertura de la Casa Blanca y de lo que queda del Cartel de Lima.
Tienen financiamiento a gran escala. Cuentan con ingentes cantidades de dólares provenientes del "lavado" que realizan de la llamada "ayuda humanitaria" (la caja chica y piñata personal de los dirigentes opositores), esquilmando los recursos a través de supuestas ONGs y empresas creadas para tal fin a nombre de amigos y protegidos de esta banda de hampones. Esto les permite la compra y distribución a gran escala de armas y explosivos, así como la contratación de delincuentes y paramilitares para ejecutar sus ataques criminales en contra de la ciudadanía.
La responsabilidad está bien clara. Dirigentes de la máxima dirección de los partidos neofascistas Voluntad Popular y Primero Justicia que han reincidido una y otra vez en la violencia criminal. Los actores son los mismos de las últimas dos décadas: Freddy Guevara, Emilio Graterón, Hasler Iglesias, Gilber Caro, todos dirigidos por el capo de todos los capos, el "inmaculado" Leopoldo López (el que nunca rompe un plato y tiene aureola de santo). Los que no están presos están prófugos de la justicia, escondidos en embajadas (para variar) o puestos en fuga para intentar evadir sus responsabilidades penales.
En el caso de Freddy Guevara, un criminal reincidente beneficiado con un indulto presidencial en el año 2020, se le imputaron los "delitos de terrorismo, atentado contra el orden constitucional, concierto para delinquir y traición a la patria", por su vinculación directa con "grupos extremistas y paramilitares asociados al gobierno colombiano". Sin importarle la vida del pueblo venezolano, su agenda nuevamente estaba montada sobre la generación de acciones de "desestabilización" y zozobra, creyendo con ello poder derrocar al Gobierno Bolivariano. Son unos inmorales. No podemos seguir permitiendo que se violen las leyes. Es necesario que haya justicia y no se permita la persistente impunidad en los profusos expedientes criminales acumulados por los representantes de las bandas neofascistas de la extrema derecha.
Sin embargo, los promotores de la salida violenta y los golpes de Estado se van quedando solos. En el horizonte opositor hay un sector cada vez más grande con la vista puesta en las elecciones regionales y locales del 21 de noviembre. Están recibiendo "máxima presión" de sus amos del norte y de la mesa de negociación con los países europeos. Regañados y a regañadientes van a participar y estarán obligados a contarse y reconocer la legitimidad del proceso y sus resultados.
Todo parece indicar que lo harán con la vetusta tarjeta de la MUD. La cúpula de lo que queda en pie del G4 (Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo), volverán por fin a la vía democrática y electoral. Ya están en modo rebatiña, pues "todavía no se ha definido un método de escogencia de los candidatos", pero todos sabemos de su acostumbrada repartición de cuotas de acuerdo a los feudos regionales y locales. Esta vez se impondrá la ambición de poder político frente a la agenda golpista de la salida violenta.