Siendo un veintiañero provinciano, sin vínculos en la adolescencia a los movimientos y luchas estudiantiles que en los años 80 pululaban en las ciudades es en los 90 cuando, después de mucho esperar, ya en la UCV me relaciono con gente que sí vivió esas experiencias de primera mano. Es entonces cuando comienzo a oír el nombre de Carlos Lanz, con frecuencia.
El "viejo Carlos" como se refería a él quién fue uno de los profesores que admiré desde el primer día y quién después habiéndose hecho mi amigo, me inició en lecturas, encuentros, conversas y finalmente en la militancia política universitaria. Confieso que en aquellos tiempos algunas veces llegué a pensar que lo que mi mentor me refería del viejo Carlos no eran más que mitos.
Después, por razones académicas, conocí el INVEDECOR. Con los años fue que comprendí que en aquellos tiempos estuve lejos de entender la profundidad de lo que planteaba el autor en el método INVEDECOR.
Pero al final de los 90, como todos saben, Hugo Chávez por vía electoral llega a Miraflores (1.998). Confieso que siendo militante estudiantil de esa "izquierda académica" de la época ni voté por Chávez ni creía en las promesas que hacía y que lo convirtieron en Presidente. Yo como mis pares de militancia política admitíamos que Chávez tenía un discurso seductor, pero por su condición de militar no creíamos que fuera el conductor ideal de la Revolución que los universitarios más que nadie anhelábamos. Otro populista más de los muchos que cada cierto tiempo cobran vida en la historia de los pueblos.
No tuvo que pasar mucho tiempo para que comenzara a darme cuenta que mientras quienes estábamos en la universidad seguíamos apegados a nuestros dogmas, Chávez iba revolucionando la realidad de un pueblo, el pueblo chavista. Un pueblo que no se conformaba con haber llevado a su líder a Miraflores sino que parecía dispuesto a seguir hasta el final a ese mesías que parecía enviado por la misma Providencia.
El nombre de Carlos Lanz y el del Proyecto Educativo Nacional (PEN) comenzaron a popularizarse pero ahora como propuestas de un incipiente gobierno popular. La propuesta de Constituyente Educativa obligó a que cualquiera que estuviese vinculado a la educación fijara posición a favor o en contra. La Revolución Educativa de Chávez planteaba desmontar el neoliberalismo que desde los 80 y especialmente en los 90 se había cebado sobre la educación venezolana.
Cualquiera de los cientos de miles de venezolanos que hubiese padecido la exclusión educativa en los 90, como era mi caso, no podíamos sino alegrarnos de que Chávez diera un giro a la educación y planteara la inclusión de los excluidos como un punto de honor. Así los que predicábamos la justicia social y militábamos en ideas afines al derecho de todos a disfrutar de la educación pública, gratuita y obligatoria por mucho que no nos agradara Chávez veíamos que el hombre estaba poniendo sobre la mesa propuestas y programas que nos parecían soñados.
Por supuesto que los defensores del modelo educativo neoliberal no se quedarían de brazos cruzados. Así se creó el frente educativo contra el Decreto 1011 y la llamada "sociedad civil" llamó a rechazar la "politización" de la educación. Se hicieron comunes, en estos sectores, consignas como: "con mis hijos no te metas", "No a la cubanización de la educación" y otras de corte similar. Estaban dispuestos a defender su "libertad" y a rechazar la intromisión de Chávez en la educación como un medio para atentar contra el derecho a las familias a decidir sobre la educación de sus hijos. La Asamblea de Educación fue una de las plataformas que cobró vida y que gano centímetros en las portadas de prensa y en los estudios de las televisoras denunciando la "cubanización" del país. Las movilizaciones de estos sectores para rechazar el modelo educativo de Chávez fueron numerosas.
Quienes hasta entonces teníamos aún dudas sobre Chávez y sus políticas casi que por inercia asumimos que no teníamos otra opción que apoyar y defender lo que quienes se ubicaban en la acera ideológica contraria a la nuestra atacaban con tanta saña e impudicia.
Carlos Lanz, como uno de los ideólogos de la educación que Chávez proponía fue atacado y su pasado de guerrillero y "secuestrador" de los años 70 fue rescatado y desempolvado. No importaba que el hombre hubiese estado preso por ello, en la cuarta república. Los enemigos ideológicos de Carlos no estaban dispuestos a olvidar su pasado, por tanto, impusieron una campaña para atacar donde consideraban podía estar el punto débil del proyecto educativo que Chávez estaba echando a andar. Pero este hombre no era fácil de amedrentar y sin negar su pasado y su compromiso político de aquellos duros años, respondió con contundencia a la campaña de desprestigio que más que desacreditarlo a él estaba destinada a satanizar las propuestas educativas del gobierno de Chávez. Una de las tantas ocasiones en las que refutó estas campañas señaló enfáticamente: "Mi pasado yo lo he reivindicado, yo he asumido plenamente esos hechos y he considerado que no hay relación entre el proceso de la lucha armada, la insurgencia del setenta y lo que estamos haciendo ahora en el ámbito educativo".
Era apenas el comienzo de una nueva faceta de la vida de Carlos Lanz. A partir de ahora desde oficinas ministeriales comenzaría a diseñar planes y propuestas y programas educativos en distintos niveles, pero siempre desde el enfoque crítico, liberador y emancipador de los sujetos.
Es preciso acotar que no siempre lo que propuso Carlos la burocracia lo aprobó y lo validó. Nos atrevemos incluso a afirmar que, a pesar de los altos cargos que desempeñó en la administración pública durante todos los años que gobernó Chávez, logró instrumentar muy pocas de las transformaciones y cambios que consideraba necesarios para consolidar la Revolución. Pero nunca desmayó en su empeño y cumplió cada una de las tareas que le correspondieron, en distintos momentos históricos, con una entrega y una pasión que pocos lograrían emular.
No vimos nunca a Carlos Lanz, durante su desempeño en funciones de gobierno con poses de ningún tipo y más bien su presencia al lado de altas autoridades destacaba siempre por su sencillez y modestia. Pero lo que más caracterizó a este revolucionario siempre fue su discurso que cuan avezado francotirador, no desperdiciaba ocasión de disparar con su verbo a un enemigo que por muy invisible que se hacía a muchos, para Carlos siempre era distinguible y nada difícil de abatir, el imperio y sus mecanismos de sometimiento y dominación de los pueblos.