Una vez vi un documental de los elefantes del circo en el que explicaban cómo hacían los domadores para lograr que tan majestuosos animales dejaran a un lado su dignidad paquidérmica e hicieran estupideces para un puñado de humanos idiotas a cambio de aplausos y maní.
El domador explicaba orgullosísimo que el secreto estaba en quebrar el espíritu del animal. Una vez hecho esto, un elefante, olvidando que era un elefante y todo lo que eso implica, haría lo que fuera con maní o sin él.
El espíritu, descubrí minutos más tarde, se quiebra a palazos, a fuerza de hambre, torturas, humillaciones de todo tipo hasta que el elefante se da cuenta que ser un payaso es mas seguro que seguir siendo lo que es.
Algunas veces ha pasado que el elefante no puede contenerse más. Algo le hace clic en su cabezota y se vuelve mas elefante que nunca. Es entonces cuando agarra al domador con su trompa y lo lanza con toda la rabia acumulada en su memoria elefantiásica por años de torturas y humillaciones.
Un tiempo después de haber visto a los elefantes del circo tuve la oportunidad de asistir a un circo peor porque es mas grande, los domadores más crueles y los elefantes son personas.
Me refiero al circo de la ‘’civilización’’ entendiendo que ésta solo es civilizada si viene de Mayami o Nueva York.
La cosa funciona de esta manera: Nos presentan un modelo ideal de civilización, nos dicen que necesitamos pertenecer a ella y nos ponen un maní frente a los ojos. A cambio solo tenemos que dejar que nos quiebren el espíritu, que nos amputen los instintos, pero tranquilos, que el maní es grande y encandila como un diamante.
Debemos deshumanizarnos para ser civilizados.
Todo empieza durante el embarazo: Una madre mayamera debe aprender temprano a enterrar el instinto mas poderoso de todos. Las madres mayameras asisten a cursos prenatales en donde les enseñan, entre otras cosas, a parir acostadas en una cama, conectada a mil cables, a mil máquinas que hacen unos ruiditos que les recuerdan que parir no es cosa fácil, que sin doctor ni maquinitas no hay manera de hacerlo, que no son animales sino mujeres civilizadas y gracias al cielo que están en el primer mundo para que puedan parir en paz.
También aprenden en el cursillo que la leche materna no es mala, pero es inconveniente porque te ata al bebé día y noche, porque pierdes tu individualidad, porque no puedes trabajar si estás amamantando, porque hay fórmulas para lactantes que superan a la leche materna, eso, gracias al cielo y a la, ya saben, civilización. Así que enfermeras que visten batas de alegres colores, enseñan a las madres a secar su leche, vendando, de manera muy moderna, las tetas cargadas de alimento. Duele, pero vale la pena…
Así llega un humanito al mundo, buscando la teta y encontrando una tetina de látex, buscando el calor de su mamá y encontrando una almohadita a pilas, que no solo lo calienta sino que además le reproduce el ‘’ sonido uterino’’ según dice en la caja.
El humanito tiene una mamá moderna y civilizada que lo adora. Ella se promete a si misma que hará todo lo que esté en sus manos para que a su retoñito no le falte nada durante los próximos dieciocho años. Si, oyó bien, en la clase de parto le recordaron algo que ella sabía por experiencia propia: Los hijos se van del nido al terminar el bachillerato y tu puedes volver a ser feliz con tu pareja, eso si antes no se han divorciado civilizadamente.
Para darle todo lo que necesita el bebé, la madre le quita lo único que realmente necesitaba y lo inscribe en una guardería de 8 a.m a 6 p.m. Así se queda el pequeño en una cuna comunitaria mirando al techo, mientras ‘’mommy’’ trabaja para comprarle un cochecito precioso, ropitas de patatús, y, claro, depositar desde ya en el fondo universitario porque ‘’baby’’ será doctor.
Baby tiene abuelos que viven lejos, gracias a Dios. Toda persona civilizada sabe que los viejos molestan con sus achaques y sus manías. Así que tenemos a un bebé en una guardería y unos abuelos en otra, cuando sería mucho más sano, más feliz y más económico tenerlos a todos en casa. Los abuelos no se sentirían como bagazos inútiles y el bebé tendría unos brazos amorosos donde pasar el día.
Pero tenemos un bebé civilizado, independiente, que no tiene apego hacia su madre por lo que el salir de bachillerato se irá de su casa, y llegará el día que, sin mayor problema, ejecutará su mayor venganza: meter a sus padres desvalidos en una guardería.
La familia humana, la ancestral, la verdadera, no tiene cabida en el mundo civilizado, no es productivo tener personas que dejen de trabajar por cuidar una gripe de un hijo, o al abuelo con tos, no es productivo dejar de pagar guarderías llenitas de empleados que a su vez pagan otras guarderías llenitas de empleados que a su vez…
Si soportamos esta dolorosísima amputación del instinto maternal, los siguientes instintos podrán ser extirpados sin anestesia. Al desbaratar los vínculos mas fuertes entre los seres humanos, nos quiebran el espíritu como a los elefantes.
¿Pero por qué llegamos a hacer tales estupideces?
Lo hacemos por el maní.
Un maní de cuatro habitaciones, cocina minimalista, y terraza con vistas. Maní 4X4 con DVD y portavasos, maní en clase turista con orejas de ratón, un maní lleno de logotipos que muestren que no es un maní cualquiera aunque cualquiera pueda tenerlo. Un maní privado bilingüe con actividades extra-curriculares, un maní con campo de golf solo para socios selectos…En fin el codiciado maní del éxito.
Como los pobres elefantes del circo, perdemos nuestra esencia, funcionamos por impulsos externos por lo que somos vulnerables y susceptibles a ser manejados. Pero como los elefantes, podemos hacer clic a arrojar al domador con la trompa y cagarnos en el sistema, en el éxito, en el maní y, desde lo mejor de nuestra humanidad, hacer una revolución.
Tanta miseria por un medio maní…
carolachavez.blogspot.com