Colombia sumergida en la horrible noche

La práctica de la conspiración mundial

Si todos los enemigos o victimas del imperio coincidieran en un espacio y un tiempo en común, algo trascendental pudiera suceder. Primero, la lista pudiera ser tan larga como países conforman la comunidad internacional. Segundo, la correlación de fuerzas, sobre todo las morales, enarbolada por la contemporánea batalla de ideas, se inclinaría definitivamente del lado de los oprimidos. Y pudiera ser que se ganara tal refriega, con solo deslizar el telón, como quien devela una realidad oculta, algo que tiene atrapado los ojos del mundo expectante, ante tan dantesco escenario.

La guerra global que el imperio del norte le ha impuesto al mundo, no solo, no es sostenible en términos razonables (planteada como solución final a diferencias irreconciliables de dos bandos enfrentados por sus convicciones), sino que es inmoral. Nada puede someter a todos, todo el tiempo, aun en el supuesto de que le asista la razón. Esto lo contradice un elemental principio democrático. Nada puede infligir tanto martirio por tanto tiempo, a tantos a la vez. Ni siquiera la mas poderosa maquinaria bélica de todos tiempos podría dominar al contingente de la humanidad en su totalidad, si no estuviera terciada de por medio, la perversa estrategia que aspira al dominio total de los recursos del planeta. Es aquella que culturiza al esclavizado para verse a través de los ojos del esclavizador. Aquella estrategia que educa al paria para que admire a su explotador, al punto de ser capaz de morir por él (a través de una insólita trampa que le permite soñar con llegar a ser explotador), como antaño lo hacían los súbditos por el rey.

Es así como la práctica de la conspiración mundial dejó atrás a la teoría de esta, aquella que como quimera descabellada, fue denunciada con el propósito de burlarse de ella y finalmente archivarla en los estantes de los objetos inservibles. Es la práctica que divide hasta la saciedad. Es secesionista por excelencia, tanto que pudiera darse el caso que gobiernos locales o sectoriales, pudieran ser susceptibles, según esta doctrina, del derecho internacional. Y más aun, que cada persona en su concepción individualista pudiera actuar como ente supranacional en los asuntos mundiales, haciendo valer su condición de ciudadano global y pasando por encima del valor superlativo de las naciones, estructura constitutiva de la expresión cosmogónica de los individuos. Es la que atomiza para luego agrupar a débiles e imponerle, aun en contra del sentido común, los vetos que les de la gana promulgar. Confrontar a esos débiles entre si, para desgastar sus flaquezas y manejarlos en estado de abyección. Es la estrategia que ha puesto, como bien lo dice Eduardo Galeano, el mundo patas pa` rriba. Goebles al que tanto adversamos y atajamos a lo largo de toda la vida, termina teniendo la razón a través de las transnacionales de la desinformación, y esto además de que, de alguna manera, contribuimos a establecerlo, nos lo inocularon mientras nos hacían las carantoñas del siglo.

El objetivo de la conspiración mundial (en pleno desarrollo como nunca antes, y quizás entrando en su fase terminal), es lograr el dominio de las fuentes energéticas (el agua dulce, la biodiversidad, los recursos de toda índole que puedan existir sobre la faz de la tierra), que le permitan al imperio del norte, garantizarse para si, el desarrollo y la perpetuidad del imposible tren de vida del mal llamado primer mundo. En tal sentido, nosotros los venezolanos, como pueblo, como nación, como republica; somos el centro de la diana de tal conspiración, a la cual se llega como trofeo, al tino calculador. La batalla final será por Venezuela, parafraseando al titular golpista de aquel infame periódico. Y digo que será por Venezuela porque la otra parte de este pueblo que es Colombia, esta engullida por la bestia y desde allí como de costumbre, como suele suceder al lado de los territorios insurgentes, siempre se montan estados cómplices, desde donde se dispara con absoluta desfachatez, disfrazando la guerra, ensuciando los escenarios, procurando promiscuar todos los actos. Confundiendo y dispersando las fuerzas antiimperialistas.

La única forma de frenar al Israel que planean montar en Colombia, desde donde pretenden devastar la unidad redentora de los pueblos del sur, con la aspiración de construir un nuevo mundo posible, es enfrentarlo en su nacimiento, no permitirle ni una sola acción que pueda crear antecedente, con la estricta aplicación del derecho internacional, ajustados a derecho y a la valoración que los fundamentos democráticos y morales puede ejercitar la Revolución Bolivariana y sobre todo que no cobre ni una sola victima, objetivo primerísimo del ideario Bolivariano.

Iremos a la batalla en contra del imperio, enfrentando al gobierno de Colombia. En contra de su industria de narcóticos y su tráfico, en contra de su terrorífico estamento paramilitar y en contra de su política fascista genocida, engendrada por su añeja oligarquía. Pero la guerra, en la cual estamos sumergidos desde hace ya algún tiempo, siendo objeto de un ataque masivo de toda índole por parte de los EEUU, será en el norte, su escenario natural. Allí se darán las contradicciones propias de su modelo y nosotros seremos el detonador de ese proceso, pues Venezuela pareciera destinada por la providencia para enfrentar y demoler imperios. Aquí nació y está sembrado El Libertador, el antiimperialista Simón Bolívar; valuarte moral de infinita trascendencia que potencia la identidad de este pueblo con códigos indescifrables para nuestro enemigo, el imperio. Aquí se desarrolla la Revolución Bolivariana, referente inmaculado de resistencia popular, y bajo su suelo, yace un portento energético que permite inventar y recrear herramientas de convivencia hemisférica, como por ejemplo, aquella que propone que su suministro obedezca al principio de la proporcionalidad y racionalidad, que no sea consumido indiscriminadamente por quien tenga el dinero para comprarlo.

En fin, la práctica de la conspiración mundial desaparecerá a medida que la humanidad despierte del largo sueño en que la sumergió el capitalismo, torciendo sus valores y poniéndole límites a sus aspiraciones de trascendencia. Solo las revoluciones pueden garantizar la lucha antiimperialista, porque solo los revolucionarios tienen la vocación progresista. Y esta, la humanidad, sobrevivirá sí, y solo sí, es capaz de vencer a los imperios de todos los tiempos.

miltongomezburgos@yahoo.es


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Milton Gómez Burgos

Artista Plástico, Promotor Cultural.

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