Lo que no le perdonamos a la Cuba revolucionaria es que ha sido atacada
ferozmente desde el principio; lo que le reprochamos es que ha tenido y
tiene que defenderse sin descanso. Desde 1959, en efecto, Cuba se ha
defendido de invasiones, bloqueos, atentados terroristas e injerencias
desestabilizadoras; y se ha defendido también de una propaganda
musculosa, tan agresiva como insistente, cuya potencia gritona ilumina
sin margen de duda la gran ignominia de la pequeña isla. Un país tan
atacado tiene por fuerza que ser malo; un país tan defendido sólo puede
ser indefendible. De un país tan atacado y tan defendido ya ni siquiera
podemos saber por qué se le ataca ni qué es lo que defiende.
Podemos juzgar, en todo caso, la ilegitimidad de esta defensa
por la legitimidad de la ofensiva. Podemos juzgar la bajeza de los
defensores por la grandeza de los atacantes. ¿Quién ataca a Cuba?
Gobiernos muy poderosos que hablan en nombre de la democracia y los
derechos humanos; gobiernos muy poderosos que hablan en nombre de la
democracia y los derechos humanos e invaden o apoyan la invasión de
naciones soberanas; gobiernos que hablan en nombre de la democracia y
los derechos humanos y acortan -o cortan- vidas para salvar bancos y
empresas de petroleo; gobiernos que hablan en nombre de la democracia y
los derechos humanos y deciden o consienten los secuestros de la CIA,
los campos de tortura, las cárceles secretas, el control de los
teléfonos y las comunicaciones, la suspensión del habeas corpus
, el racismo exterminador de las leyes migratorias y un buen puñado de
dictaduras colaboracionistas; gobiernos muy poderosos que hablan
públicamente de democracia y derechos humanos y zancadillean
públicamente la democracia y los derechos humanos, y que hacen una cosa
y la otra no porque sean hipócritas o taimados, no, sino porque saben
que tan útil es violarlos como invocarlos. ¿Por qué pueden hablar
públicamente de democracia y derechos humanos? Precisamente porque pueden
zancadillearlos y violarlos públicamente sin demasiada oposición. ¿Por
qué creemos en lo que dicen y no en lo que hacen? Porque sus medios
para hacerse oír son tan poderosos como sus medios para atropellar,
matar y destruir. Cuba no podrá tener nunca razón frente a una
irracionalidad tan irresistible; Cuba no podrá ser nunca buena frente a
una injusticia tan criminal.
Salim Lamrani, profesor y periodista especializado en Cuba,
colaborador habitual de Rebelión, ha entendido muy bien que parte de la
estrategia de derribo de la revolución cubana pasa por obligarla a
defenderse ininterrumpidamente, de manera que todos sus principios
suenen retóricos, sus verdades huecas, sus cifras hinchadas, sus logros
dudosos. Frente a esta autolegitimación del atacante -basada en su
propia capacidad para atacar-, a cuya luz queda deslegitimada toda
defensa, se trata menos de insistir en la legitimidad de la revolución
que de cuestionar radicalmente la legitimidad de sus detractores. Eso
es lo que hace Salim Lamrani en “Doble moral. Cuba, la Unión Europea y
los derechos humanos”. Con eficacísima calma, sin retórica, acudiendo
siempre a informes oficiales fuera de toda sospecha, se atreve a
plantar cara a los gobiernos europeos más beligerantes contra Cuba en
su propio terreno, allí donde se creen más inatacables o desde donde
pretenden impartir doctrina al resto del mundo. Abordando la cuestión
más difícil, la más sensible y también la más manipulada, el breve y
contundente libro de Lamrani acumula tantas acusaciones contra la UE (y
contra, claro, los EEUU) que a los ojos del lector se impone
naturalmente todo aquello que la propaganda nos escamotea mediante
artificios y violencias simbólicas; es decir, las verdaderas razones de
la ofensiva anticubana e, inseparable de éstas, la superioridad
positiva y manifiesta de Cuba -y no sólo por comparación- en la defensa
de los derechos humanos.
Pero las comparaciones son, sí, edificantes y no quiero resistirme
a citar un pasaje del libro de Lamrani que, precisamente bajo ese
título (“una comparación edificante”), expresa muy bien tanto la
ilegitimidad moral y democrática de la UE como el talento del autor
para ordenar las verdades de manera que puedan verse. Para una reseña,
la cita es larga; para un sumario judicial, es demasiado corta:
“ Al contrario de lo que ocurre en los países de la Unión Europea, Amnistía internacional no ha mencionado en Cuba:
• Ni un solo caso de asesinato político como en el Reino Unido.
• Ni un solo caso de tortura o trato inhumano como en Bélgica,
Chipre, Estonia, Francia, Grecia, Italia, Letonia, Malta, República
Checa y el Reino Unido.
• Ni un solo caso de uso de pruebas conseguidas bajo tortura como en Alemania y Chipre.
• Ni un solo caso de desaparición como en Estonia.
• Ni un solo caso de violación del derecho a la vida como en Suecia.
• Ni un solo caso de secuestros de personas por las autoridades como en Italia.
• Ni un solo caso de impunidad tras un crimen cometido por agentes
del Estado como en Austria, España, Francia, Grecia, Irlanda, Italia,
Portugal, República Checa y el Reino Unido.
• Ni un solo caso de tráfico de seres humanos como en Grecia y Lituania.
• Ni un solo caso de violencia contra los menores por parte de
agentes del Estado como en España, Estonia, República Checa y
Eslovaquia.
• Ni un solo caso de violencia sistemática contra las mujeres como en la mayoría de los países europeos.
• Ni un solo caso de violencia contra las minorías como en
Alemania, Estonia, Francia, Grecia, República Checa, Reino Unido y
Eslovaquia.
• Ni un solo caso de racismo o discriminación como en la mayoría de los países europeos.
• Ni un solo caso de niños privados de acceso a la educación a
causa de su origen étnico como en Grecia, Hungría, República Checa,
Eslovaquia, Letonia y Eslovenia.
• Ni un solo caso de niños internados a causa de su origen étnico como en la República Checa y Eslovaquia.
• Ni un solo caso de esterilización forzada de mujeres procedentes de minorías como en la República Checa y Eslovaquia.
• Ni un solo caso de ciudadanos que perdieron su nacionalidad como en Grecia y Eslovenia.
• Ni un solo caso de uso de camas-jaulas para encerrar a los enfermos mentales como en la República Checa.
• Ni un solo caso de represión de manifestantes como en Chipre y Malta.
• Ni un solo caso de familias expulsadas de sus viviendas como en Hungría.
• Ni un solo caso de violencia contra minusválidos como en la República Checa.
• Ni un solo caso de menores encarcelados como en España, Estonia e Irlanda.
• Ni un solo caso de enfermos mentales encarcelados como en Austria, Irlanda e Italia.
• Ni un solo caso de suicidios en prisión como en Italia.
• Ni un solo caso de automutilación en prisión como en Italia.
• Ni un solo caso de falta de atención médica como en Estonia, Italia y el Reino Unido.
• Ni un solo caso de violencia policial como en casi todos los países europeos.
• Ni un solo caso de despido abusivo como en Austria.
• Ni un solo caso de venta de armas a países que violan los derechos humanos como en Austria.
• Ni un solo caso de suspensión de las garantías constitucionales como en Francia.
• Ni un solo caso de incitación al odio racial y a la discriminación por las autoridades como en Hungría y Letonia.
• Ni un solo caso de expulsión de demandantes de asilo como en Alemania, Austria, Bélgica, Chipre, Francia y Grecia”.
Con muy buen sentido, Salim Lamrani blande contra la UE una fuente
que ella misma reconoce y utiliza, pero sin duda el número de
violaciones de los DDHH que se cometen en países europeos y no se
cometen en Cuba aumentaría de forma notable si aceptásemos denuncias de
organismos menos oficialmente “independientes”. España sin duda subiría
muchos puestos en este ranking inicuo, incluso con sólo actualizar las
de Amnistía Internacional: ayer mismo, en efecto, un informe de esta organización denunciaba
la complicidad del gobierno español en el traslado de hasta 200
secuestrados a Guantánamo y la presencia de policías españoles en los
interrogatorios a los prisioneros. A los defensores de los derechos
humanos nos queda claro, en todo caso, no ya que la propaganda
occidental contra Cuba carece de fundamento sino que literalmente
invierte (con arreglo a una consciente e interesada proyección
freudiana) el reparto de papeles: la verdad es que mientras el gobierno
de la isla caribeña orienta toda su política hacia la protección de los
derechos humanos, los gobiernos europeos (a remolque del de los EEUU)
cada vez tienen menos empacho en demostrar que los tiempos -si se
quiere proteger el capitalismo- no están para andarse con escrúpulos
jurídicos ni remilgos humanistas. Para eso ha servido y sigue sirviendo
también la propaganda contra Cuba; si ayuda a derribarla, bien; si no,
al menos se logra camuflar un poco la infamia creciente de quienes la
atacan. Después de leer el libro de Salim Lamrani, mucho más que las
bobadas que se cuentan sobre Cuba, me preocupan las atrocidades que
cometen los que las cuentan; y mucho más que la ingenuidad con que nos
creemos las patrañas que nuestros periodistas y nuestros gobiernos nos
cuentan sobre Cuba, me preocupa la ingenuidad con que nos tragamos lo
que nos cuentan sobre sí mismos. Después de leer el libro de Salim
Lamrani, me inquieta sobre todo el horror de todo lo que los
anticubanos de la UE están haciéndonos a los europeos; y el silencio de
los que lo soportamos sin una queja. Tambien sobre esto los cubanos
tienen mucho que enseñarnos: porque al menos ellos se defienden.
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Novedad Editorial
"Doble moral. Cuba, la Unión Europea y los derechos humanos", de Salim Lamrani