A medida que pasa el tiempo, algunos clérigos, sobre todo aquellos de la alta jerarquía venezolana, verdaderamente, demuestran lo que son, o la calaña de la que están hechos. Tal es el caso de Nixon Moreno, prófugo de la ley, que se refugió en la Nunciatura Apostólica durante dos años.
Luego de su estada en la Nunciatura, pareciera que con el consentimiento de quienes residen en ese lugar recientemente, el señor Moreno huyó con la bendición de ellos, porque como le dieron asilo "por razones humanitarias", tal como se define el motivo que incidió en que se protegiera a un delincuente el Nuncio y compañía pasan a convertirse en cómplices de su huida.
Por consiguiente, el monseñor Giacinto Berlocco debe responder por el desacato a la ley de Nixon. Es absurdo que no haya tomado en consideración que la víctima de Moreno haya declarado públicamente que fue agredida, ofreciendo así su rostro e identidad, además de que su declaración nunca ha sido desmentida, demostrando de ese modo que el hecho fue cometido.
Entonces, a quien se le acusa de, entre otras cosas, de violación a una funcionaria policial, termina refugiado en la embajada de la Santa Sede en Venezuela, protegido por los miembros de la jerarquía eclesiástica quienes le debieron insistir en que si no era culpable se entregara, pero es evidente que sí lo es.
Asimismo, como premio a sus lascivos actos, a Nixon se le concede el privilegio de recibir un título universitario en condiciones irregulares. ¿Acaso al señor Moreno se le deben importantes favores para merecer semejante trato? Dime con quien andas y te diré quién eres, tal como reza el conocido refrán popular que bien define que la afinidad que deviene en amistad no es gratuita.
Entonces, de qué lado están los representantes de la iglesia católica: De los delincuentes o de la justicia de los hombres y de Dios. Lo cierto es que si ellos se habían quitado la máscara en este gobierno al involucrarse en la política de forma directa, como cuando se realizaron los referendos para la Reforma e Enmienda Constitucional, con tal simpatía hacia el señor Nixon Moreno queda claro que quienes representan al Vaticano de este lado del mundo tienen un comportamiento indigno.
Lo anterior no es para sorprenderse mucho, porque, a lo largo de la historia, hay muchos ejemplos de tales conductas que devienen de la época de Constantino, pasan por las guerras mundiales en que se pueden probar las alianzas entre la iglesia y el fascismo, que terminan en el presente con el amiguismo bochornoso entre la oposición venezolana y algunos clérigos.
Analizando la situación de Nixon Moreno se concluye que quienes en esta tierra están para representar a Dios no son símbolo de rectitud, moral y justicia, por lo que el papel de la iglesia venezolana queda cuestionado gracias alos miembros de la Santa Sede mientras que Nixon anda por ahí, probablemente en Perú, tan campante como quien goza de una conciencia tranquila y lo único que le queda es la canonización por sus nobles acciones aunque su rostro despierte sentimientos negativos que hacen inferir que delincuente es y será aun cuando al susodicho lo vistan cual santo de templo.
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