El montaje de puente Llaguno ya no sirve para justificar el golpe de Estado. Se utiliza ahora para descalificar la decisión judicial que condenó a los comisarios y a los policías metropolitanos.
Como quien despliega un ejército, algunos medios continúan involucrando en su actividad informativa los intereses políticos y económicos de sus propietarios.
En indudable desafío, algunos de estos medios mantienen un discurso que ha sido necesario confrontarlo abiertamente. Cuando se maniobra a través de noticias infundadas el reparo a ellas no es sólo un derecho a réplica sino la opción de mostrar la otra cara de las matrices informativas que desinforman. Es ejercitar una libertad de expresión que no sólo existe para los medios sino también para quienes disienten de ellos.
Ángel Palacios demostró en su documental, cronometrando los acontecimientos, que descaradamente se mintió a los venezolanos. Dio con las claves de la masacre. Mostró que debajo de puente Llaguno estaban los vehículos de choque de la Policía Metropolitana y no la marcha de la oposición. El tribunal valoró esos hechos y concluyó que los policías detrás de una pared se ocultaban para disparar y algunos de ellos portaban armas de guerra. Las tomas de televisión no dejan lugar a dudas.
Se le teme a una justicia que más allá de lo formal corresponde a un tiempo histórico distinto. Ahora el objetivo del "montaje" es la ocasión en la cual se dicta la decisión judicial. Contra ella hay francotiradores. La juez, la representación fiscal y los defensores de las víctimas han sido colocados detrás de una mira telescópica.
Se les expone al odio público y al riesgo de un fanatismo disociado porque esa decisión es obra no sólo de la justicia formal sino de un momento histórico donde el pueblo tiene una parte esencial y sustantiva.
Esa es la razón por la cual algunos medios tratan de descalificar su contenido.
El propósito es intimidar a quienes puedan conocer de los recursos contra ella; sin embargo, en el fondo lo que realmente existe es el temor a un nuevo tiempo histórico en el cuerpo social.