Por la tarde a eso de las 5, en el sector las residencias Domingo Salazar comenzaron los disturbios. Un camión cargado con bombonas fue detenido, y posteriormente incendiado. A las pocas horas se iba a desatar la refriega: Un sargento de la Guardia Nacional de nombre Oswaldo Domínguez Herrera, de 21 años de edad, cae herido de cuatro balazos: un tiro en el tórax, otro en el abdomen, un tercero en un brazo y el cuarto en una pierna; mientras lo llevaban a la Clínica Albarregas, en el trayecto, perdió más de dos litros de sangre; afortunadamente acudió a atenderlo el cirujano revolucionario, doctor Denis Gómez, quién de inmediato se entregó a salvarle la vida; las operaciones duraron hasta cuatro de la madrugada, mientras el joven se debatía entre la vida y la muerte; ya está fuera de peligro .
El otro sargento herido fue Pascual Avendaño Méndez, de 34 años quien también fue trasladado a la clínica Albarregas. Todo esto se desataba al tiempo que a Mérida la visitaba Monseñor Pietro Parolin, el nuevo Nuncio Apostólico en Venezuela.
Hay que decir que cuanto acto de violencia ocurre en Mérida es achacado con toda la mala intención a los Tupamaros, cuyo centro de operaciones se supone queda en las referidas Residencias Domingo Salazar. Es decir, todos los miembros de la derecha jamás matan a nadie, jamás queman cauchos, jamás destruyen comercios, jamás saquean algo, y es así como las estaciones de radio y los medios en general difunden estas matrices de opinión. Todos los rumores que corrieron por la tarde en el norte de la ciudad, señalaban que los tupamaros estaban alzados. Incluso, el rector Mario Bonucci dijo que todos los 23 policías heridos el día lunes lo habían hecho los tupamaros. Una de las conclusiones que saca la inteligencia popular, que nada mejor para los paramilitares que infiltrarse con estos grupos, para con ese escudo supuestamente de un sector revolucionario, mezclarse allí y colocar expertos francotiradores paramilitares.
Se dice que los disparos recibidos por el sargento Oswaldo Domínguez Herrera fueron realizados a una distancia aproximada de cien metros.
Qué triste que se hayn cumplido los pronóstico de ese bandido:
- Esto va a traer unas cuantas muertes pero es necesario para defender la democracia –sentenció Marcel Granier en el llamado que hizo a los estudiantes de la derecha para que salieran a defender “la libertad de expresión”.
El carnaval de sangre se planificó con un programa de virulentas acciones: contratación de sicarios y paramilitares para atacar desde Mérida a policías y militares, sabotajes en los estadios donde se jugase la final del beisbol, asedio de CONATEL y VTV, paros de universidades, guarimbas y crear guerra de rumores mediante Twitters e internet. La salvajada principal le correspondió asumirla Mérida, con el fin de que los muertos “aportados” por esta ciudad fuese la clarinada para que se alzaran las universidades del Zulia y Carabobo. En Mérida hace mucha falta seguimiento de las acciones paramilitares; es en lo que vengo insistiendo.
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