Feliz cumpleaños Campeón, le queremos

¡Yo probé la pegada del Campeón Betulio González, sin ser boxeador!

Quienes tenemos la costumbre de estar presentando de manera constante artículos de opinión, por lo general siempre andamos a la expectativa, viendo que oportunidad hay para desarrollar nuevas entregas.

Esta vez, rememorando gratos momentos del pasado, nos vino la idea de narrar algunos episodios que ocurrieron mientras ejercimos el periodismo allá en Maracaibo, en la oficina de Prensa de la gobernación del Zulia.

Los hechos, tal cual los narramos de manera fidedigna, ocurrieron junto a ese extraordinario boxeador, orgullo del Zulia y de Venezuela, llamado Betulio González, quien tuvo el coraje, la valentía y el arrojo, como buen pugilista, de coronarse tres veces Campeón Mundial, en la Categoría de peso pluma.

Dejamos en claro que a través de este escrito no haremos mención a la fructífera carrera de boxeo que tuvo el recordado Betulio, que de hecho es conocida de manera amplia por todos, pero además porque, siendo sincero, no dominamos esa disciplina, pero si hablaremos de un episodio que protagonizamos junto al Campeón.

Todo ocurrió entre los años 80 y 90, cuando ya Betulio se había retirado del boxeo.

Recordamos que casi todas las semanas el tres veces Campeón Mundial, visitaba con frecuencia la oficina de Prensa del Palacio de "Los Cóndores", e igualmente la sede de la antigua Asamblea Legislativa, dónde creo le asignaron, de por vida, una ayuda económica, que bien merecida se la tiene.

Sus visitas muy constantes al Ejecutivo Regional, y sobre todo a la oficina de Prensa, le permitieron a Betulio relacionarse muy bien con los periodistas, entre ellos con este servidor, pero al mismo tiempo con otras personas, como llegó a ocurrir con el amigo Inciarte, quien tenía a cargo el Departamento de Reproduccion.

No está demás destacar que Inciarte, con más de 25 años de servicio, fue un funcionario muy querido y respetado en la gobernación.

Lo nombro porque con él mantuvimos por más de 15 años una relación de trabajo muy estrecha, por ello valga hoy recordarlo por cuánto tenemos entendido falleció ya hace varios años atrás.

Betulio no solo visitaba nuestro sitio de trabajo, por igual pasaba a saludar al amigo Inciarte, que siempre estaba ocupado frente a una gran fotocopiadora reproduciendo el material diario de casi todas las dependencias oficiales del palacio de gobierno.

Con Betulio, como ya lo hemos dicho, si no compartíamos en la oficina de Prensa lo hacíamos en el departamento de Inciarte.

A propósito, debo manifestar que si la ocasión lo permitía, Betulio de vez en cuando narraba muy sucintamente algunos pequeños episodios relacionados con sus peleas.

El afamado boxeador refirió que tuvo que enfrentar a valientes contendores, pero hacía saber que el buscaba hacerles daño, por cuánto tenía confianza de la contundencia de sus puños, y de su temible pegada, que hacían las cosas más fáciles a su favor, durante los combates.

Por cierto, cada vez que Betulio nos veía, y pasaba a saludar, nos sorprendía lanzando uno que otro gancho de izquierda, buscando golpearnos por un costado de las costillas, sin que tuviésemos la oportunidad de evitarlo.

Precisamente ya en varias ocasiones, el recordado Campeón nos venía golpeando y lo habia asumido como algo normal.

Recordamos que un día, estando junto al amigo Inciarte, Betulio llegó y saludó como de costumbre, pero está vez cuando se dirigió a nosotros, nos lanzó con rapidez un recto de derecha en el plexo solar, que nos dejó prácticamente sin aliento y a punto de caer al suelo.

La reacción nuestra, pasados unos cuantos segundos y luego de soportar el intenso dolor, fue por demas violenta, cargada de mucha rabia, mientras Betulio nos veía quejarnos con una sonrisa de picaro y tremendo.

Fue así, como rojo de rabia, le gritamos sin ponderación al afamado boxeador: "Mirá Betulio, me importa un coño que tú seas campeón, pero si me volvéis a golpear así nos caemos a coñazos".

Betulio al ver mi enojo, repitió unas dos veces: " Hay verga, y te vaís a arrechar, te vaís a arrechar".

Debo reconocer que una vez que Betulio nos dió el golpe, sentí que lo había hecho con un martillo de acero.

Igualmente debo decir que nunca antes me habían golpeado de esa manera, y menos en esa zona, como lo hizo de un solo golpe el tres veces Campeón Mundial.

Ahora comprendo que cada vez que Betulio lograba golpear a un contrincante, como el mismo nos refería, pensaba "ya este es mío".

Debo destacar también, que a sabiendas que Betulio es bajo de estatura, sus manos son por igual pequeñas.

No olvido que en uno de esos encuentros le pedí que cerrará el puño de su mano y luego lo colocará en medio de la palma de la mía, tras cerrarla pude comprobar que le cubría casi el puño por completo.

Por igual debemos aclarar que mis manos no son grandes, más bien las considero de un tamaño normal.

Después de haber pasado el mal momento con la chanza pesada de Betulio, el púgil se retiró, alegre y cordial, como siempre, sin darle importancia a lo ocurrido.

En los próximos encuentros que tuvimos con Betulio, recuerdo que siguió saludando de manera efusiva, pero de ahí en adelante evitó seguir con la costumbre de lanzarnos algun golpe.

Hoy, después de tantos años que pasó está anecdota, pienso que la rabia le hace cometer a uno graves errores, por ello medito y me digo: "de la que me salvé, si Betulio hubiese actuado distinto, cuando lo reté lleno de ira".

 

 

 

 

 



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Italo Urdaneta

Periodista, historiador y profesor universitario

 italourdaneta@gmail.com

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