Finalmente, el primero de agosto y luego de un largo recorrido que comenzó el 12 de julio, el grupo de trabajadores del campo procedente de los estados Barinas y Portuguesa, llegó al centro de Caracas con su tenaz esperanza de ser recibidos por el presidente de la república, para manifestarle sus denuncias y propuestas. Un hecho inédito frente a un gobierno que se declara revolucionario pero que luce bloqueado por su propia burocracia.
La escasez de recursos económicos, el tesón de los participantes y la indiferencia de los medios locales y regionales, hicieron recordar aquella primera gira nacional del Comandante Hugo Chávez al salir de la cárcel, visitando pueblito por pueblito, con apenas un pequeño grupo de camaradas y un carrito Volkswagen que se volvería emblemático.
Los campesinos vinieron a Caracas porque las vías institucionales no les dan respuestas. Porque están hartos de las trabas burocráticas que coartan la tenencia legal de sus tierras, mismas que amenazan con ser devueltas a los antiguos terratenientes, siguiendo el modelo de transferencia instaurado en la cuarta república, en la medida en que poco o nada pueden hacer los agricultores en las parcelas que les fueron asignadas, sino cuentan con los recursos para la adquisición de semillas, fertilizantes y otros insumos, en un esquema de agricultura de secano que depende de la disponibilidad de todos los materiales necesarios, en el momento de inicio de las lluvias. También aspiran a ser tomados en cuenta, para que cese la matanza de campesinos y se investigue seriamente, sobre los más de 300 que han sido asesinados después de la aprobación de la Ley de Tierras.
Los campesinos caminaron 435 km, recibiendo presiones y amenazas incluso (¿o precisamente por?) al atravesar estados gobernados por chavistas, porque rechazan un modelo agrícola procedente de la década de los sesenta del siglo pasado, que solo privilegia a la agroindustria, y que más allá de la retórica política en tiempos de campaña, se mantiene incólume a lo largo de 19 años de revolución. Y paradójicamente, mientras el gobierno llena las cajas CLAP con productos de las agroindustrias mexicanas, brasileñas, o de otros países, evidenciando una vez más el fracaso de la local, sólo la producción nacional de hortalizas, leguminosas, frutas, raíces y tubérculos, obtenida en parcelas de pequeños y medianos agricultores, ha permitido la sobrevivencia del pueblo, en medio del desabastecimiento que estimuló al bachaquerismo, y la ola especulativa de precios que comenzó en 2014 y se prolonga hasta el presente.
Ojalá los interlocutores del gobierno sepan interpretar la trascendencia de la marcha, porque la base se cansa de injusticias y de un discurso que contradice la realidad cotidiana. Es otro llamado a seriedad oficial. A la búsqueda de más trabajo productivo y menos palabrería, al logro de resultados palpables y satisfactorios y menos publicidad parasitaria y embustera. Un soplo de esperanza revolucionaria, este grupo de campesinos que demostró que su dignidad no se compra.
02/08/18