Una de las cualidades más destacadas de este pueblo es la capacidad de fantasear sobre las razones políticas. Por ejemplo Merentes. A Merentes lo acusan de incapaz o de estar asociado al enemigo, "la Derecha es inagotable en sus laboratorios de guerra sucia y ese empeño de dividirnos, desmoralizarnos y desmovilizarnos", dicen y piensan algunos que está detrás al caso Merentes. Unos se imaginan que está ahí o se mantuvo ahí por algún favor o por recomendación de algunos intereses oscuros. Cosa que en el fondo fondo no dudamos que sea así. Otros, que desde que fue elegido estuvo trabajando para un sector del gobierno asociado a un sector empresarial ahora beneficiado con sus políticas cambiarias, monetarias etc., asociado a su vez con la CIA. Tampoco lo ponemos en duda. Sin embargo, creo que la razón de peso para que este tecnócrata cometiera tantos errores en un solo año, como lo hizo el año pasado, fue la indiferencia.
Luego de tanto tiempo, un funcionario como Merentes se siente como natural en su cargo, lo peor que le ha podido pasar, ya le pasó, y esto fue el hastío. Y sufrir ese estado de indiferencia que caracteriza a los burócratas amañados en el poder. Las protestas, la calle, las noticias de las páginas rojas, el tráfico, son para ellos hechos que sufren solo seres abstractos, cuando mucho números estadísticos. Si acaso miran por la ventanilla ahumada del Toyota, solo ven fantasmas que se baten de un lado al otro, sin rostros. Incapaces de distraerse de sus cálculos ministeriales por tales ánimas, les son indiferentes… ¡Como si el rústico de lujo pisara a un indigente!, no se conmueven por nada.
Igual pasa en toda la burocracia del "gobierno". Están tan concentrados en resolver los problemas que se les olvida la gente. Se les olvida que los problemas son, más que sus molestias personales, son los problemas de la gente común, de la sociedad. De esta manera resuelven. De esta manera terminan resolviendo todo en los discursos, desde un auditorio, en las tarimas, sentados en la rueda de prensa, en el programa de TV. El gobierno "de calle", de hecho "es de televisión".
Por otra parte, esta indiferencia es también transversal, no nada más se da de arriba hacia abajo. Es que pierden la conexión con sus colegas, de la misma manera que la perdieron con sus vecinos y sus conciudadanos. Eso de la "conexión amorosa con la gente" de la que tanto habló Chávez es para ellos una cosa rara, "Y ¿cómo se come eso?", le preguntan a sus asistentes.
Y así todo el gobierno es un desorden colosal. La indiferencia tiene a este país en el piso. El desorden, la falta de comunicación y de liderazgo, de líderes con los pies en la tierra, la falta de autoridad moral tiene al país paralizado. Muchos técnicos y nada de voluntad. Muchas políticas y ningún político serio, puros charlatanes. El desorden y la indiferencia se adueñó del país y de sus pocas instituciones.
El caso Merentes y los billetes ¡Tamaña improvisación?. Los billetes, del apuro, no fueron diseñados de manera racional, les cambiaron las denominaciones y los colores, pero son los mismos. Igual con las monedas que son de mucha menor calidad. Todavía, después de casi cuatro meses no se ven en la calle, como debería ser. Una decisión que se ha debido tomar a principios del año pasado o antes, se tomó con urgente apuro ante la mirada perpleja de todo el gabinete ministerial. Pero aun así insisten en que la culpa es de otro.
Es que se obnubilaron tanto con sus propios cuentos de gobierno sobrado, de que todo está perfecto y bajo control que la realidad de los billetes se les vino encima (así como se les vendrá encima otras que están en la cola, por ejemplo, la inflación y el súper bachaquerismo, y otras más que caerán como un deslave sobre sus indiferentes consciencias y sus indiferentes espaldas).
No hay que exagerar. La CIA y el Departamento de Estado claro que están haciendo lo suyo. No cabe duda que existe una presión desde el imperio para borrar del mapa todo rastro del chavismo y del socialismo. Pero la indiferencia (base de toda ineptitud) les ha facilitado y les facilita el trabajo enormemente.
Y mejor aun cuando el gobierno insiste en que está haciendo las cosas correctamente. No quisiera estar en los zapatos del presidente Maduro cuando éste da desesperadamente una orden, de prontitud y eficiencia y simplemente no se cumple, o en sus propias narices un ministro lo marea con alguna explicación estrambótica ¿Qué pensará el presidente en ese instante? ¿Cómo no mentar la madre en voz alta? Gobernar la indiferencia no es cualquier cosa. A Chávez le tocó casi que desde el inicio de su gobierno, ahora le toca a Maduro, en el ocaso del suyo, si acaso es sincera esta reacción por corregir lo abandonado.
Marcos Luna, docente