No son pocos los desaciertos sufridos por el actual y pasado gabinetes del gobierno de los Presidentes chavistas.
Cada día que sufrimos los efectos de una Guerra no Convencional, sin habersenosla declarado, viene cobrando relevancia la desacertadísima medida de igualación de los salarios del campo con los de la ciudad.
Es que mientras los campesinos de toda la vida han disfrutado de la autarquía que los ha caracterizado como "conuqueros", los trabajadores citadinos sólo cuentan con un salario-en caso de estar en alguna nómina laboral-mismo salario que debería darles cuenta de todas las necesidades básicas del trabajador fabril.
Es que los conuqueros sólo han necesitado una parte de sus cosechas para comprar en la ciudad aquellos bienes de tipo más artesanal que agrícola, además de ser personas de modesto consumo y carentes del infatuamiento que caracteriza al trabajador de las fábricas citadinas.
Es por esa razón que ahora nos hallamos con esos elevados precios actuales de, por ejemplo, cambures-una vieja yerba de la era Terciaria-con una yuca no menos primitiva, y con unas caraotas enredadas en las plantas del maíz, un maíz hiperrendidor a razón de dos cosechas anuales obtenidas a partir de 2 mazorcas por cada semilla utilizada para este mismo producto del campo.
De manera que, por esa autarquía campesina y conuquera los bienes del campo habían llegado a la ciudad a precios tales que aliviaban los bajos salarios citadinos.
Es esa complementariedad macroeconómica de las rentas de campo y la ciudad la que rompe esa medida igualatoria de salarios nacionales y que ahora nos ha resultado evidentemente muy contraproducente, no sólo para las ciudades fabriles, sino para el propio campesino al que se les devuelve la carestía de las "mejoras" salariales que ingenua y hasta de muy de buena fe el Presidente Chávez decretó décadas atrás.
Tales medidas han respondido, a su vez, a esa inocultable deficiencia profesional de quienes hasta ahora han metido sus "narices" en asuntos económicos sin mayor cualidad profesional.