La naturaleza humana es una perenne lucha entre instintos y razón. Unas veces son los instintos que se "racionalizan", como es el caso de las teorías liberales que fundamentan la anarquía del mercado, la explotación y la devastación de la naturaleza, otras veces la razón necesita el apoyo de los instintos para entender y actuar oportunamente sobre esa realidad y frenarla, el caso del socialismo. Pero en cada caso un carácter vence sobre el otro. Por ejemplo, los "oligopolios de doce empresarios" no pueden ir en contra de sus inclinaciones, por más razones que arguyan las leyes, los deseos, por más gritos se den al éter. Mientras, personas como Britto García y Carlos Lanz hacen lo posible porque la ciencia funcione a favor de la sociedad indefensa de los oligopolios, y controle, no tanto a los empresarios, como a sus instintos depredadores, de una forma lógica, racional. Por ejemplo, en este caso harían falta instintos para oler lo inservibles que son a veces los mecanismos de control para esos "instintos" tan fuertes…
Gobernar un país para el buen vivir de todos, no de los capitalistas y de los oportunistas.
Esos doce oligopolios y el resto de empresarios "honestos", organizados en FEDECÁMARAS, esquilman la poca riqueza de los más pobres, les roban sus sueldos sin la menor contemplación porque la inflación es la manera "natural" de funcionamiento del capitalismo, o de concentración de la riqueza en muy pocas manos. Si en países más estables económicamente los índices de inflación se desplazan con más lentitud no quiere decir que no siga siendo éste la manera propia del capitalismo para apropiarse de la riqueza social, del producto del trabajo de toda la sociedad. Mientras vivamos en capitalismo se puede reducir la inflación pero nunca acabar con ella.
A los capitalistas, a esos doce oligopolios y FEDECÁMARAS les es indiferente el destino del resto de la sociedad, la ruina de la otra parte. Pero peor aún (peor para los más desvalidos) trabajan para conservar las diferencias, es decir, trabajan en función de acentuarlas y aumentar sus privilegios: no trabajan para la sociedad, la ponen a su servicio. Decir que hay que desarrollar las fuerzas productivas capitalistas para bien de la sociedad es la primera y más grande de las mentiras capitalistas.
Si a esta creencia se le suma el gobierno, si el gobierno confirma esta mentira, estamos jodidos. El gobierno –pero mucho más un gobierno que se autocalifica de socialista- tiene la obligación de proteger a toda la sociedad de la furia depredadora de la jauría capitalista, y si no lo hace, nosotros deberíamos hacerlo por él; estamos jodidos pero a la vez comprometidos para defendernos y defender a nuestras familias, a los trabajadores, a muchos desempleados sin nada, a los más pobres, al "resto de la sociedad".
Para cambiar esta situación y no por otra razón existe la idea de la revolución socialista, desde hace tiempo, tanto como existe en el mundo el capitalismo, para igualar a la sociedad, para acabar con la hegemonía de un sistema de explotación inescrupuloso levantado sobre la explotación de mujeres, niños y hombres. NO se justificaría una revolución socialista si el sistema capitalista que promueve el gobierno, con la consecuente explotación, la depredación, el consumismo, fuera la solución para el régimen de injusticias capitalista que pretende o que promete a corregir. Un pequeño detalle, el capitalismo no se suicida
Sentimientos invertidos y razón.
Para perpetuarse en el tiempo, lo primero que hace el sistema capitalista es enseñar a pensar, a sentir y actuar al explotado, al más pobre, con los mismos valores de sus explotadores, a despreciarse a sí mismo, a sentir pena del trabajo manual y físico, los enseña a despreciar a sus iguales, a sentir vergüenza de ser un trabajador y de ser un explotado; lo primero que hace el sistema capitalista es fraccionar la sociedad en individualidades que aceptan irremediablemente las distinciones de clases, y que su única salvación está en venderle al alma al diablo (traicionar su propia clases social, salvarse solo, como dice Che, por encima del fracaso del resto de la sociedad). El capitalismo no es nada más un modo de producción, una "técnica", es un "sistema espiritual, se promueve a sí mismo, como un sentimiento de identificación con sus maneras, con la riqueza, con el poder, con su vida plácida y sus prejuicios, y por otra parte promueve un sentimiento de vergüenza hacia la pobreza y al trabajo manual y duro, vergüenza del trabajador pobre, irremediablemente condenado a la producción de la riqueza que disfrutarán otros, como "Juan albañil".
Alguien tiene que hacer el cambio de la sociedad; nosotros. Para eso debemos tomar partido alguna vez, y el socialismo es esa opción de vida, la de luchar para cambiar; si no nos quejaremos siempre como un artrítico, en un estado melancólico y escéptico paralizantes. Muchas personas escriben sin esperanzas, sin creer en nadie ni en nada, no hacen crítica al gobierno sino al destino, más bien practican un escepticismo sarcástico hacia todo, lo bueno y malo, hacia todo tipo de propósitos, hacia la demagogia para no cambiar nada, hacia el trabajo y lucha por cambiar las cosas, se burlan de todo.
Para ellos no hay sino seres humanos pecadores a su disposición. Sin embargo somos los seres humanos los que podemos cambiar las cosas, y entre todos los capacitados, los más sacrificados y conscientes serán los indicados. Debe haber líderes, una vanguardia, la masa por sí sola representa un cuerpo caótico, in culto, manipulable; hay que formarla, enseñarla, darle buenos ejemplos y hablar con la verdad. No hay democracia representativa que venza al capitalismo porque es lo mismo, no hay un "mecanismo de control" confiable: las leyes más revolucionarias, sin hombres y mujeres revolucionarios, conscientes y educados no sirven, y menos las viejas leyes hechas por el Estado pequeñoburgués administradas por hombres y mujeres con espíritu pequeñoburgués. La crítica sin objetivos, el escepticismo, la vanidad, no ayuda en nada, es mejor quedarse callado.
26/08/2018