Los resultados electorales del 21 de noviembre de 2021 y, más recientemente, del 9 de enero de 2022 en el estado Barinas, han puesto sobre el tapete la esperanza de los distintos sectores de la oposición de derrotar y de desplazar definitivamente al chavismo en Venezuela. Lo llamativo del caso es que se quiera plantear un referendo revocatorio contra el presidente Nicolás Maduro en momentos en que diversos análisis, dentro y fuera del país, concluyen que habría un repunte de la economía venezolana, dejando atrás la situación de crisis productiva, de inflación y de estancamiento a que se vió reducida por bastante tiempo, obligando a un grueso porcentaje de venezolanos a salir del territorio hacia otras latitudes en búsqueda de mejores condiciones de vida. Además de este importante detalle, existiría la posibilidad de llegar a una suerte de entendimiento del gobierno de Maduro con el gobierno de Estados Unidos, lo que tendría por efecto el levantamiento de las restricciones o sanciones impuestas por este último. Ciertamente, habrá que entender que entre las diferentes facciones opositoras se esté midiendo (azuzadas desde el exterior) la posibilidad de unificar criterios que puedan expresarse en el logro del referendo revocatorio antes que la recuperación económica que los analistas anticipan le dará al chavismo gobernante la plataforma necesaria para mantenerse por más tiempo en el poder; limitándoles enormemente sus ansias de acceder al mismo y dejándolas en una posición bastante disminuida.
Aunque es un importante derecho constitucional que le da la oportunidad a la ciudadanía de ejercer su soberanía, el referendo revocatorio no debiera convertirse en la herramienta con que alguna gente del antichavismo obtendría su revancha política. Si ello ocurriera, hay un elemento que no puede obviarse: ella carece de un candidato que agrupe a todas las denominaciones de derecha y ultraderecha en torno a sí para participar exitosamente en unas eventuales elecciones presidenciales. Esto lo reconoce un amplio universo de militantes y de dirigentes de las organizaciones políticas frente a lo cual oponen la necesidad de liberar a todos los sectores sociales de la crisis económica inducida a que se sometiera a Venezuela en los últimos años, cuestión que busca manipularse en los diferentes medios de comunicación como una actitud conciliatoria ante lo que identifican como el régimen o la dictadura, de modo que sirva para mantener un solo frente de lucha, así como el respaldo internacional a sus pretensiones, no importa si estas rebasan el grado de lo tolerable y terminan por convertirse en un remedo tardío, extemporáneo y sombrío del nazi-fascismo.
Los diversos grupos que conforman la derecha opositora se hallan únicamente centrados en despojarle el poder al chavismo. Al tener este único objetivo, dejan escapar la ocasión de presentar su visión de país y de régimen democrático al pueblo venezolano, contrastándolo con lo ofrecido y hecho en las dos primeras décadas de este siglo. Esta obsesión por el poder explica el por qué de sus errores históricos y su falta de conexión con el sentir popular, desde el triunfante pero derrotado golpe de Estado del 11 de abril de 2002, pasando por las güarimbas y la abstención electoral, hasta desembocar en los llamados al régimen imperial de Estados Unidos para que invada territorio venezolano e imponga sanciones de todo tipo al gobierno de Nicolás Maduro. Es algo que los sectores populares tienen muy en cuenta, por lo que prefieren adherirse al chavismo, a pesar de todo lo negativo que podría exhibir y achacársele a alguna parte de su dirigencia.
Así que, si se consideran en detalle los diversos pasos que deben cumplirse para activarse el referendo revocatorio contra Maduro (no la supuesta y pregonada parcialidad del Consejo Nacional Electoral que le permite al chavismo controlar todas las estructuras del Estado), no resulta descabellado y desubicado pensar que, entre optar por un referendo revocatorio y la recuperación segura del aparato productivo general, los sectores populares preferirían esta última opción. De hecho, al margen de las distintas iniciativas o políticas impulsadas por el gobierno nacional para alcanzar un nivel económico óptimo, éstos han recurrido a diversidad de actividades y oficios para mantener un poder adquisitivo, si no alto, por lo menos suficiente para satisfacer las necesidades materiales de sus familias; elevando, de alguna forma, las perspectivas de recuperación que muchos economistas ya anunciaran desde finales de 2021. Dicha realidad parece no formar parte de los análisis que puedan hacer los dirigentes opositores y, si lo hicieron, entonces significa que su excéntrica ambición de poder excede todos los cálculos de la sensatez, condenando a todos (chavistas y antichavistas) a una hecatombe mayor a las propiciadas por las mentes desquiciadas de Nerón, Hitler o Pol Pot. Ya éso los descartaría como alternativa democrática, por mucho revestimiento populista que se les aplique para convencernos de sus buenas intenciones.