Emprendedores, forjadores de una nueva economía

En medio de la crítica situación económica padecida por el pueblo venezolano, creada por fanáticos factores exógenos y endógenos que adversan al gobierno de Nicolás Maduro, aunada a la pandemia del Covid 19, se ha visto un crecimiento exponencial del sector emprendedor, lo que ha merecido la atención gubernamental destacándolo como uno de los motores principales de la etapa de transición del modelo económico trazado por el Presidente Nicolás Maduro. Al respecto, es harto significativo que la Asamblea Nacional haya sancionado en el mes de octubre de 2021 la Ley de Fomento y Desarrollo de Nuevos Emprendimientos, lo que le dará el marco legal que regulará su actividad, teniendo ésta que ser replicada en cada estado y municipio, de modo que el sector emprendedor cumpla un rol importante en la expansión y la innovación del modelo económico. Es así que los emprendedores tienen la oportunidad de influir significativamente en lo que sería el diseño y el establecimiento de una nueva clase de economía, diferenciándola de la clásica economía rentista, extractivista y monoproductora, cuyos efectos resultaron nocivos para la ética individual y colectiva del pueblo desde hace más de cien años, induciéndolo al consumismo y al facilismo u obtención de beneficios sin esfuerzo alguno.

En el discurso pronunciado durante la clausura del Seminario "La juventud y la Revolución", el 9 de mayo de 1964, el Comandante Ernesto Che Guevara destacaba, entre otras cosas interesantes, que "el hombre debe transformarse conjuntamente con la producción que avance y no haríamos una tarea adecuada si solamente fuéramos productores de artículos, de materia prima, y no fuéramos a la vez productores de hombres". Como antes y ahora, esto se traduce en darle forma a un nuevo tipo de actitud ante el trabajo, no visto como algo obligatorio sino como algo voluntario, que tenga sus repercusiones positivas en la transformación económica, política y social de la sociedad. Todo ello debe conducir a la eliminación de la explotación del hombre por el hombre, dejando de ser mercancía la fuerza de trabajo para convertirse en una herramienta esencial de la socialización y de la emancipación integral del ser humano. Ocurre así un cambio objetivo en las relaciones de producción al mismo tiempo que uno de carácter subjetivo, lo que incidirá en los distintos órdenes que componen la vida social, con una tendencia más orientada a la horizontalización de cada uno de ellos en vez de la jerarquización y la división de clases a que nos hallamos acostumbrados. Por consiguiente, el tipo de trabajo y la nueva economía creados y protagonizados por los emprendedores tendrán por resultado la satisfacción de necesidades, con un contenido social y no, como sucede bajo el capitalismo imperante, con el objetivo mezquino de sólo obtener más plusvalía.

No es concebible pensar, como lo pregonan algunos personeros de la derecha y, más recientemente, de la izquierda que con el sistema capitalista en su faceta neoliberal, controlado por grandes corporaciones financieras y tecnológicas (cuyos presupuestos rebasan con creces los presupuestos conjuntos de varias naciones) se pueda brindarle a los pueblos la posibilidad real y liberadora de una vida digna. Haciendo uso de las diversas herramientas creadas bajo su secular hegemonía, los seres humanos podríamos permitirnos alternativas que estén enlazadas o sustentadas en nuestro acervo cultural, en nuestras realidades específicas y en nuestra relación armoniosa con la naturaleza (entendiendo y comprendiendo que somos parte integrada y no ajena a ésta). Más aún, al examinar sin prejuicios cómo bajo su hegemonía se ha extendido la desigualdad social y económica hasta el colmo de pretender mercantilizar todos los recursos producidos por la naturaleza, lo que complicaría exponencialmente la existencia precaria de pueblos y personas empobrecidos. Semejante lógica depredadora no debiera ser parte de la concepción y la práctica emprendedoras. Su visión y su misión, al contrario, debieran manifestarse a favor de la vida en todos sus aspectos posibles, buscando trascender el sistema capitalista, aunque suene ilusorio. Esto podrá concretarse en la medida que se acepte que no podrá obtenerse el éxito y el beneficio individuales si éstos no son compartidos, de forma honesta y solidaria, con el resto de las personas, sin incurrir en un asistencialismo o paternalismo que limite sus potencialidades creadoras, manteniéndolas en un estado permanente de sobrevivencia.

Es imprescindible sustentar teóricamente lo que es (o debiera ser, sin caer en una especie de ortodoxia inmutable) el movimiento emprendedor, asimilando diferencias, similitudes y diversidades que enriquezcan el conocimiento y las experiencias de los emprendedores. Pero esto no puede lograrse al margen de lo que significa la formación de una conciencia distinta, menos individualista, más integral y, si no escandaliza a algunos, más socialista. Sin esto en mente, sólo se estaría remozando al capitalismo, quizás algo "democratizado", pero sin afectar mayormente su lógica. Los aportes que podrían extraerse de esta nueva concepción repercutirían, sin duda, en la percepción que se tenga del modelo de sociedad en el cual nos desenvolvemos actualmente, con efectos profundos en lo social y en lo político. En consecuencia, surgirían nuevas relaciones de poder y nuevas relaciones de producción que podrían prefigurar un nuevo tipo de sociedad.



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Homar Garcés


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