Más o menos por 110 años, hemos escuchado que el petróleo es la principal fuente de ingresos de nuestro país, y no dudo que en el futuro lo seguirá siendo porque tenemos la reserva petrolera más grande del planeta y la sociedad actual seguirá siendo altamente dependiente de esa fuente energética para mover la industria, el comercio y la forma de vivir.
Desde la década de los treinta del siglo pasado, venimos escuchando a políticos e intelectuales hablar que hay que sembrar el petróleo, valga decir, de invertir los cuantiosos ingresos que aporta el negocio petrolero para el fomento de nuestra capacidad económica, industrial y tecnológica para salir del llamado "subdesarrollo".
Después de la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, el 17 de diciembre de 1935, todos los presidentes de Venezuela hasta la fecha, en el contexto de una crisis económica y social parecida a la actual, no dejaron de ofrecer en sus discursos electorales: "¡vamos a sembrar el petróleo para sacar al país adelante!". Que significaba que íbamos aprovechar el modelo rentista petrolero para apalancar la economía e independizarnos del exterior.
Desde el año 1960, nuestra principal bandera para defender y garantizar ingresos petroleros altos ha sido permanecer en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y apoyar la estrategia del recorte de producción e incremento de los precios.
Bajo ese escenarios, entre unos gobiernos más populistas que otros, nos enseñaron a depender del Estado rentista petrolero que aún tenemos. Nos enseñaron desde casa y en la escuela, que era mejor estudiar, graduarse y conseguir un empleo fijo en la administración pública, para asegurar una vida decente y digna durante y después que te jubiles. Todo eso gracias a los ingresos petroleros. Otros aprendieron a ser asalariados dentro del sector privado pero sin ninguna vocación del manejo del dinero en una sociedad dominada por el dinero.
De esa forma, la mayoría de los venezolanos adquirimos una mentalidad rentista, valga decir, de dependencia de ese Estado que obtiene sus ingresos de actividades extractivistas como el petróleo, el gas y otras minerías, que son considerados por muchos como actividades no productivas.
Nuestra historia contemporánea nos demuestra, que el Estado venezolano utilizó la renta petrolera para desarrollar una economía desindustrializada, altamente dependiente de las importaciones y llena de monopolios que controlan los bienes y servicios de primera necesidad, que desde el viernes negro, el 18 de febrero de 1983, ha venido devaluando la moneda continuamente, induciendo la inflación que empobrece a los asalariados y dependientes de ese Estado, y enriquece a esos monopolios, generando una sociedad altamente desigual como la actual.
Esa fue la enseñanza, esa es la mentalidad que tenemos: la mentalidad rentista y eso es lo que debemos cambiar.
Ahora qué hacer cuando desde el Estado te dicen que ya la renta petrolera no da, que estamos bloqueados, con más de 352 medidas coercitivas y 152 políticas restrictivas por parte del que fue nuestro principal cliente petrolero que es Estados Unidos, y que la industria petrolera está de capas caída desde hace 7 años y no hay forma de remontarla hasta que nos levanten las benditas sanciones imperiales.
La única vía que vemos, es cambiar la mentalidad rentista por una mentalidad financiera. Que comencemos a educarnos para obtener herramientas que nos hagan una personas más independientes, que comprendamos la relación que tenemos con el dinero, cómo estamos trabajando por obtener dinero, sobre cómo adquirir financiamiento a corto y largo plazo, y cómo gastarlo eficientemente, sin esperar que el Estado siga manteniéndonos con el dinero petrolero.
Hay que enseñar desde el colegio y liceo, herramientas y técnicas de administración financiera que nos lleven a ser emprendedores de verdad, a tener mentalidad de empresarios, a alcanzar nuevas metas personales realmente productivas en función de ganar dinero sin depender del Estado.
De lo contrario, ese 70 por ciento de pobreza que domina nuestros barrios populares seguirá esperando la vieja lotería de que aumente la producción, las exportaciones y los precios del petróleo, para luego ver quien tiene la dicha o la suerte de recibir la gótica de petróleo en su casa gracias a las políticas públicas que el Gobierno planifique y ejecute, para poder vivir de manera digna como lo manda nuestra Constitución.
¡Eso no puede seguir sucediéndoles a los venezolanos! ¡Comencemos ya a formarnos de manera formal o autodidacta para ser una persona productiva y que gana dinero sin esperar lo poco que el Gobierno te puede dar!