¿Un caballo de Troya en los BRICS?

Recuerdo al personaje de una novela de Sartre, que se debatía en un dilema existencial terrible, por ser un homosexual reprimido, a quien los convencionalismos sociales no le permitían asumir la verdadera identidad de su ser; que lo impelía angustiosamente a jugar su rol en el otro equipo. Acuciado por las pasiones en que se debatía y cuando la libido estaba en su pulsión más alta, nuestro personaje inevitablemente cedía a la tentación de la carne; para −luego del acto carnal− sumirse en un estado de auto reprobación y de reproches a si mismo, porque la racionalización que hacía de su condición, le llevaba a considerar el hecho consumado como una debilidad censurable.

El individuo descrito por el filósofo del Existencialismo en esta novela, que creo que se llama “La edad de la razón” (no la tengo a la mano al momento de escribir estas reflexiones), no vio otro modo de resolver su profunda contradicción, que asumiendo una doble personalidad que le permitiera mantener la dualidad de satisfacer su íntima inclinación sexual, de manera discreta como lo venía haciendo, y por otro lado aparentar ante la sociedad una condición de hombre formal con todo el aparejo incluido. Por ello se sinceró con una amiga que acababa de sufrir una decepción amorosa, a consecuencia del abandono de un novio con quien mantenía relaciones íntimas en secreto; y le propuso que se casara con él, para resguardar su buen nombre ante la familia y la sociedad; mientras que él de manera privada quedaba en libertad para satisfacer su irresistible deleite en la preferencia por el mismo sexo.

Ser o no ser…

Tomando de esta ficción del laureado intelectual Jean Paul Sartre, exclusivamente el aspecto dilemático de la conducta humana, frente a decisiones trascendentales que habrán de definir el “ser o no ser…” en la vida, −para este tema, cómo se asumirá la persona en adelante−, intentaremos trazar un símil antagónico con el caso del presidente Luis Ignacio Lula Da Silva, quien a su salida de la cárcel empezó a dar un discreto viraje hacia la derecha; denotando al principio una cierta timidez al manifestar puntos de vista retrógrados con relación a temas en los que antes tenía coincidencias en lo general, con el progresismo latinoamericano; tendencia desde la cual secundó de manera entusiasta las iniciativas integracionistas y revolucionarias del  presidente venezolano Hugo Chávez. 

Pero este ex presidiario de ahora, en su relevante reaparición nuevamente como presidente de Brasil, inició su reestreno con una moral un tanto debilitada al pronunciarse sobre asuntos cruciales; aunque el manifiesto de su condena al genocidio israelí, es laudable por ser cónsona con la justicia y el derecho internacional. Sin embargo su reacción ante los insultos del presidente argentino Javier Milei, quien entre otras cosas lo tachó de corrupto y… (¡válgame Dios, el peor de los insultos para un renegado!) lo acusó de comunista, nos lució débil y un tanto apocada para un hombre que, haciéndole coro a Chávez junto con Kirchner, había gritado en Argentina: ¡Alca pà el carajo!, que marcó el fracaso de aquella especie de bomba caza bobos yanqui.  

Su conducta pública de esta vez nos ofrecía una imagen apenada, como pendiente del “qué dirán si me descubren…”. Pero poco a poco se fue soltando el moño, porque sabía que su nuevo papel en este impredecible y volátil escenario geopolítico, exigía cautela y un tanteo del terreno antes de mostrarse tal cual ahora es; por eso enmascaró su posición con respecto a las elecciones venezolanas, condicionando el reconocimiento de sus resultados y la victoria de Nicolás Maduro, a la presentación pública de unas actas, que en cambio no se las exigió a los fascistas de la oposición que se atribuyen el triunfo. Como tampoco se las pidió a Dina Boluarte en Perú, que se posesionó como presidenta a través de un golpe parlamentario; ni a Biden en EE.UU a pesar del fraude denunciado por Trump, que estuvo a punto de costarle una guerra civil a ese país; y como en su propio caso donde −con unos resultados en su favor tan estrechos (59,84% a 49,16%), y pese a las denuncias de fraude de Bolsonaro−, tampoco él presentó actas sino que su triunfo lo convalidó un tribunal electoral. 

Dudas que nos hacen dudar de ellos

El mundo debe saber que en Venezuela nos hemos acostumbrado a seguir los resultados electorales, a través de los boletines del Consejo Nacional Electoral, que va desplegando en la pantalla de la televisión, su abanico de resultados parciales en la medida en que se van produciendo y los va recibiendo de los centros electorales; y de ese modo el mapa de nuestro país se va coloreando de acuerdo a las tendencias políticas que van reflejando las cifras publicadas. Y todos sabemos que nunca el CNE ha presentado en la televisión, los cartapacios de actas producidas en las mesas electorales junto con los gráficos publicados; simplemente porque es materialmente imposible que al concluir la jornada de votación, esto se pueda hacer ipso facto.

Qué sí es factible y perfectamente procedente (y en efecto así se hace), que los partidos políticos a quienes sus representantes en las mesas electorales les entregaron estas constancias de los resultados, las compilen y certifiquen su contenido; y es entonces cuando pueden ejercer cualquier acción si así lo considerasen menester. Eso fue lo que hizo el presidente Nicolás Maduro, cuando responsablemente acudió al Tribunal Supremo de Justicia, ante la omisión de sus adversarios que denunciaron fraude, pero no ejercieron acción ante la instancia competente para demostrarlo.

Ahora bien, ¿por qué el CNE no hizo el procedimiento habitual de desplegar los resultados comiciales en TV descrito anteriormente? Pero es que acaso se nos olvida el ataque que sufrió el sistema informático del organismo electoral (entre otras instituciones públicas), que apenas si pudo recuperar parte de su capacidad operativa a la media noche; dejando inhábiles muchas de sus funciones ordinarias, como la de la acostumbrada presentación pública de los gráficos que resumían visualmente la tendencia de los votos. Por supuesto, la tardanza en emitir el primer boletín, y luego darlo sin el acompañamiento de las imágenes de apoyo generó dudas… 

¿Pero en todo caso a quién beneficia la duda sobre este hecho, al gobierno o a los que, incluso antes de realizarse el proceso electoral ya estaban cantando fraude? La respuesta es obvia: a los que perpetraron el ataque cibernético, a la derecha fascista porque no les interesa la vía democrática para alcanzar el poder; sino la fuerza del golpe que abra el camino a la invasión yanqui, para provocar un baño de sangre que justifique la instauración de una dictadura, que les permita imponer y aplicar sus planes neoliberales contra el pueblo y saquear nuestras riquezas, y por supuesto para seguir recibiendo los dólares que el Imperio les da para que continúen en su deshonrosa tarea de desestabilizar el país.

Se salió del closet

Pero recordemos que al inicio de estas notas, quisimos contrastar las recientes actuaciones del presidente Lula Da Silva, con la conducta reprimida de un personaje sartriano, que ante la inutilidad de sus intentos por apaciguar los demonios de la carne que hincaban su conciencia, optó por encerrarlos en el closet de la apariencia para ocultarlos a la vista de los demás; pero cuando se hallaba a buen resguardo de las miradas réprobas, los dejaba en libertad para satisfacer con ellos el verdadero apetito que definía su género. 

Y es aquí donde nuestra comparación se decanta de manera inversa y adquiere un desenlace contrario al de la ficción en referencia; pues este personaje de carne y hueso llamado popularmente Lula, de quien ya dijimos que de una manera timorata empezó a mostrar su giro a la derecha, acaba de dar un salto audaz en dirección contraria a las fuerzas de izquierda donde adquirió su piso y peso político, al vetar sin ambages el ingreso de Venezuela a los Brics; lo que sin duda se puede ilustrar con la vernácula frase: “se salió del closet…”, y sin guardar la compostura enfiló su agresivo ataque directamente contra nuestro país; dejando en claro cuál será su posición en adelante, no solo contra Venezuela, sino en materia de integración o de cooperación, en cualquier escenario que represente un desafío para los intereses hegemónicos de Estados Unidos.

Pues a mi modo de ver, es esa la verdadera dimensión donde debe valorarse la nueva encarnación de Brasil; porque no es casualidad que haya escogido como escenario para la parte final de su estriptis sobre Venezuela, el interior de una novedosa organización que propone entre sus metas, la configuración de un orden internacional distinto que sustituya el actual modelo regido por el todopoderoso Washington; basado en su arsenal armamentístico y el no menos letal uso de su moneda para el sometimiento de los pueblos desafiantes a la imposición de su yugo. Y es que esta ambiciosa iniciativa, encabezada inicialmente por los países que con su acrónimo le dieron la membresía a la entidad, en la práctica ha resultado una experiencia que va más allá de esos límites; pues pudiera allí estarse incubando el germen de una nueva estructura que sustituya a la vetusta, ineficaz y desprestigiada ONU, que actúa totalmente subordinada a los intereses del imperio norteamericano. 

Dada esa perspectiva aquí perfilada, no nos extrañaría que en algún momento un inquilino cualquiera de la Casa Blanca, pudiera declarar a los Brics como una amenaza inusual y extraordinaria para los intereses y la seguridad nacional de los Estados Unidos. De modo que en esa estrategia global de preservación de su hegemonía, es donde encuadra el papel de Lula como su nuevo peón en el tablero mundial de la confrontación de poderes; en el que se está jugando la redefinición del naciente modelo, que habrá de regir las relaciones internacionales. 

De manera que más allá de los artilugios argüidos por el mandadero Celso Amorim, sobre la supuesta falta de transparencia en los comicios venezolanos, y el episodio bufo del presunto accidente casero de Lula, para justificar su falta de entereza moral para darle la cara al presidente Maduro, mientras su país le negaba el ingreso a los Brics; lo más importante que se evidenció en esta cumbre, es el peligro de que en la emergente organización internacional, se puedan reproducir los mismos vicios, y truculentos e injustos mecanismos de chantaje y coacción usados en la ONU, para castigar con bombas y bloqueos a naciones y pueblos dignos como Palestina y Cuba. O como en el caso que nos ocupa, para impedir el ingreso al ente de naciones libres y soberanas como Venezuela.

Por lo que nuestro llamado es a que se establezca una normativa de admisión transparente, con beneficios recíprocos y el debido equilibrio entre las partes, y que sea rigurosamente respetuosa de los derechos humanos inmanentes al desarrollo de los pueblos; ya que ello blindaría al organismo de cualquier ataque externo para detenerla, o del asalto interno de algún inesperado caballo de Troya para implosionarla.

 

fabianjas@gmail.com


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