De modo que los sirvientes de la burguesía tienen necesariamente que cerrarle las puertas de la universidad al hijo del obrero para que se vea obligado a estudiar cursos cortos, y se entregue al mercado laboral. De esta manera, venderá su fuerza de trabajo principalmente en trabajos manuales, y le facilitará al burgués reponer la mano de obra desgastada, que no por casualidad son sus mismos progenitores.
Durante la cuarta república, cuando el imperialismo nos impuso el neoliberalismo se llegó al colmo de la discriminación. Mientras el hijo del burgués estudiaba de manera gratuita en las universidades públicas, la hija del obrero que se sintiera motivada a continuar estudiando, se veía obligada a costearse sus estudios en institutos tecnológicos privados. Esto es insólito. Pero llegó la Revolución y se creó la Misión Sucre.
Ahora la batalla es contra un muro medieval. La vieja estructura del claustro medieval de estas universidades autónomas son verdaderas dictaduras donde el consejo universitario tiene un poder casi absoluto sobre los estudiantes y trabajadores. Pseudos élites que confunden la autonomía con soberanía. Es decir, cierta libertad académica que les concede el Estado la confunden con la plena independencia. O mejor dicho, confunden a sus escuálidos.
Estas universidades son espacios de poder independientes del Pueblo. El mismo Pueblo que las financia por medio del Estado, pero que no están sujetas a su control. Es decir, son verdaderos instrumentos de la lucha de clases bajo control de la burguesía y manejados por sus sirvientes. Y no podía ser de otro modo. La educación burguesa heredó el carácter de clase de la educación feudal que se ha mantenido desde el mismo nacimiento del modo de producción capitalista. Es decir, la educación es para el hijo del burgués y no para el hijo del obrero. Y eso lo demuestra la historia de la ideología burguesa.
Martín Lutero, interprete de la burguesía, decía que “el tesoro mejor y más rico de una ciudad es tener muchos ciudadanos puros, inteligentes, honrados, bien educados, porque éstos pueden recoger, preservar y usar propiamente todo lo que es bueno”, y por otro lado decía que “al Señor Todo el Mundo —refiriéndose a los trabajadores— se lo debe empujar corporalmente a trabajar y a cumplir con sus deberes piadosos, como se tiene a las bestias salvajes en prisión y encadenadas.” Y en otra oportunidad agrega: “Ninguna tolerancia, ninguna misericordia con los campesinos. Se les debe tratar como a perros rabiosos”. [1]
La intención del protestantismo fue educar a la burguesía acomodada. Pero Lutero no era el único que pensaba así. Los jesuitas también se esforzaron en captar la educación de los nobles y de la burguesía acomodada, para dar a sus alumnos la mejor enseñanza compatible con los intereses de la Iglesia y de su orden que estaban amenazadas. Nunca pensaron en la educación de la pequeña burguesía y de los trabajadores. Los jerónimos tampoco deseaban instruir a las masas. Tomás de Kempis, el autor de La Imitación de Cristo, les decía: “Guárdate del deseo de saber demasiado (…) es un gran insensato el que busca otra cosa que no es la de servir a su propia salvación.” [2]
¿Y qué decía John Locke? Este pedagogo y economista pensaba que "los hijos de los trabajadores son normalmente una carga para la parroquia, y por lo general son mantenidos en inactividad, de modo que se pierde su trabajo hasta que alcanzan 12 o 14 años de edad". Locke sugiere que se establezcan "escuelas de trabajo” para los niños pobres en cada parroquia de Inglaterra, con el fin de que los infantes “a partir de los 3 años de edad conozcan el trabajo." [3]
¿Y qué pensaba Voltaire? Este interprete de la alta burguesía y la nobleza ilustrada en una oportunidad le escribió a su amigo el rey de Prusia: “Vuestra Majestad prestará un servicio inmortal al género humano si consigue destruir esa infame superstición [la religión cristiana], no digo en la canalla, [el pueblo] indigna de ser esclarecida y para la cual todos los yugos son buenos, sino en la gente de bien.” [4]
¿Y qué hay de Rousseau? El camarada Anibal Ponce asegura que Rousseau no pensó para nada en la educación de las masas sino en la educación de un individuo suficientemente acomodado como para permitirse el lujo de costearse un preceptor. Su Emilio es, en efecto, un joven rico, que vive de sus rentas y que no da un solo paso sin que lo acompañe su maestro. [5]
¿Y Mirabeau? Este político de la revolución burguesa en Francia, se oponía a la gratuidad de la enseñanza, porque en esa forma se rebajaría el nivel de la misma al sustraerla a la competencia, y porque en esa forma también, “se arrancarían muchos hombres de su sitio natural”. [6] Más claro imposible. Mirabeau quiere decir que cada uno de los miembros de una sociedad participa en la educación de acuerdo a su “destino económico”, y a sus “circunstancias sociales”.
Más que suficiente para entender el carácter de clase de la educación en nuestra sociedad. La pelea es peleando. Los cambios pedagógicos fundamentales se imponen con el triunfo de la clase revolucionaria que los reclama. Lenin no creía en reformas superficiales. En el primer Congreso Pan-Ruso de 1918, Lenin decía: “Alguien nos reprocha de hacer de la escuela una escuela de clase. Pero la escuela ha sido siempre una escuela de clase. Nuestra enseñanza defenderá por eso, exclusivamente, los intereses de la clase laboriosa de la sociedad.” [7] Es decir, educar para liberarnos de la dictadura del capital. Y con simples reformas no alcanzaremos nuestros objetivos. Las reformas se pueden emplear como un medio, pero no pueden ser un fin en si mismo como acostumbra la derecha. Derecha que por cierto pasa bastante trabajo cuando las élites del sistema educativo son más clasistas que los políticos de turno.
Lo digo porque recientemente el presidente francés Nicolas Sarkosy intentó reformar las escuelas de élites francesas, y pidió a estos centros de enseñanza que diseñen mecanismo para permitir el ingreso de un 30% de alumnos becados por el Gobierno. El objetivo es que estas escuelas exclusivas se abran a la sociedad y acojan en sus aulas a estudiantes de escasos recursos.
Por supuesto, la reacción fue inmediata. Los directores de las Grandes Escuelas, centros que son elitescos con relación a las Universidades, y que han dominado el sistema nacional de educación superior por más de dos siglos, rechazaron la medida. La Conferencia de las Grandes Escuelas (CGE), el órgano que las agrupa y las representa, emitió un dictamen donde expresa que el libre ingreso a las Grandes Escuelas bajaría el nivel, y por lo tanto, han dejado claro de manera enfática que "los niveles de los concursos deberán seguir siendo los mismos para todos". [8] Esto ya lo había escuchado antes.
Por parte del gobierno, el Comisionado de Diversidad e Igualdad de Oportunidades, Yazid Sabeg, criticó el rechazo de las Grandes Escuelas a la propuesta de inclusión del gobierno. Esto dijo indignado: "Los pobres no amenazan la calidad de nuestras escuelas ni la de los estudiantes que se gradúan. Decir eso es escandaloso. Además, la Conferencia de las Grandes Escuelas esta sujeta a una política que se conduce al más alto nivel del Estado. Hay un gobierno que lleva a cabo la política educativa de este país, hay un importante financiamiento público (...) Todas estas escuelas están sujetas a una línea política y la línea política de hoy es hacer de la apertura social una cuestión muy fundamental de la política educativa”. [9]
También el director del Instituto de Estudios Políticos de París, Richard Descoings, criticó el rechazo de las Grandes Escuelas a la propuesta del gobierno. Refiriéndose a la negativa de los directores de las Grandes Escuelas a facilitar el ingreso de los becarios, Descoings se expresó de esta manera: «¡Es una reacción antisocial en toda su amplitud!» Es decir, «la inteligencia, la curiosidad intelectual, la capacidad de trabajo, todo eso [según las élites] sería exclusivo de “los ricos”, porque facilitar el ingreso a los becarios, es decir, a la clase obrera y a las clases medias bajas, significaría “bajar el nivel”». [10]
Aparentemente el gobierno de Sarkosy intenta una reforma del sistema educativo francés, uno de los más elitescos del mundo. Sin embargo, doscientos años de privilegios no se entregan tan fácilmente. Se trata de controlar la reproducción del orden social burgués. Las Grandes Escuelas más importantes reciben principalmente a los estudiantes que pertenecen a la clase dominante y son preparados para dirigir la alta administración, la industria, la banca, la investigación, etc. En otro nivel, están las Universidades que acogen a una parte importante de estudiantes provenientes de clases populares, quienes son formados principalmente para cargos técnicos y mandos intermedios. De esta manera se reproduce el orden social necesario para mantener el sistema capitalista, es decir, la dictadura mundial del capital, que se extiende desde el centro capitalista europeo hasta aquí en la periferia donde los estudiantes revolucionarios de Venezuela están dando la batalla.
[1] Anibal Ponce, Educación y lucha de clases. Editores Mexicanos Unidos, S.A. 4ª Edición, Marzo de 1981. pág. 156 -157
[2] Tomás de Kempis, La Imitación de Cristo, Capítulo II.
[3] John Locke, An Essay on the Poor Law, 1697.
[4] Anibal Ponce, pág. 175
[5] Ídem, pág. 179
[6] Ídem, pág. 183
[7] 21 Ver Lenin y la Juventud, págs. 27-28, ediciones del Secretariado Sudamericano de la Internacional Juvenil Comunista, Buenos Aires, 1920. (Citado por Ponce, cap. 8).
[10] http://www.20minutes.fr/article/373916/France-Les-grandes-ecoles-contre-les-quotas-de-boursiers.php
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