El huelguista de hambre que se mete su papai

Por ética y simple respeto no nos habíamos atrevido a acoger como del todo cierto, la tesis que afirmaba que los huelguistas contrarrevolucionarios no meten la chola completa en eso de la dietética tarea de pasar hambre pareja. Decimos “del todo cierto” y no “como cierto del todo” porque finalmente razón teníamos para medio sospechar un poco de la heroicidad de los rivales ideológicos del réeeegimen. Bástese con recordar al prócer metropolitano Antonio Ledezma, quien diítas después de haber abandonado la colchoneta vacacional se lanzó un chuletón de discurso que lo hizo quedar muy mal parado, pues, en lugar de mostrar un famélico y hambriento ánimo, pareció más bien todo un cuarto bate recién salido de rolo’e gimnasio. Ni Fidel pues, en su época de chamo.

Ahora, desde el 15 de febrero, un grupo de estudiantes sigue el ejemplo que Ledezma dio, tanto el ejemplo de la “huelga” (sí, con dudosas comillas) y el de la PAPA (sí, en mayúsculas) porque al menos uno de ellos se atraganta a diario, y la cosa no es chisme: lo vio un pana nuestro, muy serio –y estupefacto– además.

Todo sucedió hace semana y media (ver Ciudad CCS 12.03.11. Pág 5) cuando Luis Enrique Araujo, periodista de Radio Nacional de Venezuela, conversaba con uno de los universitarios. Alguien que no se había percatado del papel de Luis en aquella colmena opositora, llegó de manera descuidada y sin vacilar en ningún momento se dirigió al “huelguista” con la siguiente pregunta: “¿Vas a comer?”.

Tamaño e inesperado tubazo periodístico tomó por sorpresa a nuestro amigo pero más aún al interpelado a quien según afirma Araujo, el rostro empezaba a deformársele ante la involuntaria delación.

–Luis, ¿no descubriste el menú de ese día?– le increpamos en tono de juego. “No, no lo supe pero vi cuando los dos entraron al baño y a los ocho segundos estaban de regreso”, nos dijo para comentarnos después que el otro rumor que navega por allí es que la papa gorda es escondida en los sanitarios que algún buen alma de la derecha les puso allí.

Risas en lugar de molestia nos produjo tan burdo show. Hoy, más relajados, le decimos al “sacrificado” educando: ¡Cuidado con una espina!


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Ildegar Gil

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