Han transcurrido seis meses desde el momento en que el Presidente Chávez devolvió a la Asamblea Nacional el Proyecto de Ley de Universidades, con el propósito que se abriera en el seno de tales instituciones y el pueblo en general una amplia, consulta y discusión que a la postre arrojara como resultado un nuevo proyecto indudablemente mejor acabado y que gozara de la aprobación de la mayoría de los universitarios.
Bien, ni lo uno ni lo otro. Intermitentes, esporádicas y pálidas iniciativas al punto que si hoy preguntamos qué casas de estudios han abordado la sugerencia presidencial con la seriedad del caso, lamentablemente debemos decir que hemos hecho muy poco. Casi nada. Toda aquella alharaca mediante la cual se acusó al gobierno nacional y a la misma Asamblea Nacional de un madrugonazo legislativo ha devenido en tremenda irresponsabilidad. Muy pocas asambleas sectoriales o conjuntas. Uno que otro documento. Pocas discusiones y en definitiva pocos aportes. Y si los hay es un secreto bien guardado.
No es exageración afirmar que las universidades, institutos y colegios parecieran estar muy distantes de la realidad que vive el país y sobre todo de sus entornos regionales. Desfasados de un proceso de cambios que no solamente lo vive Venezuela sino toda Latinoamérica. Timoratos, lentos, incomprensibles, egoístas y a veces prácticamente ajenos y de espaldas ante un pueblo que espera respuestas, no solamente del gobierno quien se esmera por atenderlas, también propuestas, planes, proyectos y acciones de quienes históricamente fueron sus aliados y compañeros de lucha.
Este silencio, más que sorprendente es preocupante. Injustificable desde todo punto de vista, mas si consideramos que se exigió al Presidente y a la Asamblea Nacional que no aprobaran lo que algunos sectores consideraron como “un adefesio”, “mamotreto” o “acto dictatorial”. ¡Pura bulla!
En la dirigencia universitaria no ha habido voluntad de cambio. Si la hubiese, los mismos Consejos Universitarios habrían tomado iniciativas desde el mismo momento en que se aprueba la Ley Orgánica de Educación, 1999, con un Art. 34 que abría las puertas mediante el uso de la Autonomía para procurar reformas internas de trascendencia. ¡Jamás lo intentaron! Han reducido y resumido la autonomía, y las movilizaciones, a una caricatura presupuestaria y salarial. Jamás han procurado cambiar los arcaicos reglamentos internos, hechos para consolidar y perpetuar élites burocráticas.
Ante tan asombroso silencio y falta de iniciativa, el llamado es a los revolucionarios a tomar la iniciativa. No es posible creer que hay un país en revolución y unos universitarios, sobre todo las autónomas, en un nivel de pasividad y en franca antirevolución. No despreciemos la iniciativa, profundamente democrática y participativa que ha dado el Presidente Chávez para presentar y aprobar una LEU producto de la participación colectiva.
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