El 6 de mayo la Universidad Bolivariana de Venezuela vivió un acto “brutal”, tal como lo expresó el Ministro de Educación Superior, Samuel Moncada, en su llegada, la UBV fue intervenida. Mucho se ha dicho en los pasillos de la universidad, y en espacios políticos gubernamentales de alto nivel sobre las causas de este hecho, y siendo aún lamentable lo poco que oficialmente se ha declarado sobre el asunto, lo que parece verdad es que hubo una causa lo suficientemente fuerte como para que la Junta Directiva presidida por la Dra. Orietta Caponi, y el General Roberto González, junto a Elizabeth Alves, tuviesen que ser sustituidas por decisión del Presidente de la República.
Creo que tratar de repetir las posibles causas de esta decisión, poco alimentaría la discusión, ya que una decisión de este tipo, aún cuando no se comparta, debe respetarse de manera disciplinada, sin dejar la capacidad crítica que como universitarios debemos siempre mantener en nuestra mente y nuestro espíritu. Sin embargo deja mucho que desear algunas actitudes que amparadas bajo consignas seudorevolucionarias, alientan el sectarismo y profundizan el faccionalismo que en los sesenta y setenta produce la autodestrucción de la izquierda venezolana.
Pareciera que en la UBV existiesen prácticas casi sadomasoquista, que generan un placer autodestructivo a lo interno de un proyecto “niña consentida de la revolución” (Presidente Chávez, Alo Presidente del 8 de mayo), solo por la necesidad de enaltecer a personalidades, que sin cuestionar su trayectoria, definitivamente cumplieron ya una etapa poco afortunada en su gestión, cosa que parece herencia directa de lo que sucede en otros espacios de poder, tales como el MVR, donde el “canibalismo político” (Min. Samuel Moncada, programa de Ernesto Villegas el 9 de mayo) atenta contra la estabilidad de la revolución.
Lo que si podríamos afirmar es que más allá de las aparentes causas de la intervención de la UBV, las profundas causas que generar este estado de crisis son: la comunicación y el proceso de tomas de decisiones dentro de la institución. Por otra parte, pero directamente vinculado a estas causas, esta el hecho de que tenemos instalado en nuestra vida cotidiana, la cultura de la adequidad, aún queriendo y deseando ser realmente revolucionarios.
Esta cultura de la adequidad consiste en la repetición de patrones de conducta no solo societales, sino institucionales, conducentes a realizar prácticas demagógicas y populistas que generar falsas expectativas sobre lo que verdaderamente se puede realizar, defraudando los recursos con que realmente se cuentan; sumando a esto el clientelismo político, sectario, que pretende satisfacer a familiares, amigos y grupos políticos que garantizan apoyo a cambio de favores que fácilmente se pueden asumir como actos sinceros de aprecio, amor y camaradería, pero que en realidad poco favorece a la comunidad en general.
Pareciera, en conclusión, que estamos viviendo en la actualidad un proceso nacional de sustitución de élites, que pasan de la burguesía tradicional a la “boliburguesia”, fenómeno que bien nos explica Luz Mely Reyes en su columna Politikom del diario Últimas Noticias, de cómo compatriotas que al acceder al poder no pueden desprenderse de la práctica adeca ya descrita, y la asumen como puramente bolivariana y revolucionaria, seguramente de manera ingenua.
Es por todo esto que creo profundamente en la necesidad de la participación ciudadana, tanto en la contraloría social, como en las funciones de dirección y ejecución de las políticas públicas, como única vía para la superación del fenómeno de la adequidad, para así superar su arraigo en nuestras bases éticas y aplicar así sinceras prácticas políticas para el logro del cambio cultural, necesarias para la concreción del proyecto de país expresado en nuestra Constitución.
Por tanto, pareciera lógico que esta intervención de la UBV respondiera a la combinación perfecta del artículo 62, 102, 103 y 104, de nuestra Constitución, cuya suma se expresa de la siguiente manera:
62+102+103+104= DEMOCRATIZACIÓN DE LA UBV.
Traduciéndose esto en un proceso paulatino y sistemático de la delegación protagónica a estudiantes, profesores, empleados administrativos y obreros, y las comunidades beneficiadas, tanto de las sedes regionales como de la municipalización de la educación superior a través de las Aldeas Universitarias, de los procesos de toma de decisión, en una estructura de cogestión, que genere un verdadero desarrollo endógeno, a través de los proyectos ejecutados por los estudiantes y profesores en su proceso educativo.
Esto debe pasar por una necesaria discusión de cómo debemos lograr este objetivo, sin sectarismos, lo que no implica dejar de tener posiciones adoptadas, pero asumiendo el proyecto de país común, expresado en La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Por lo tanto no podemos negarnos el derecho que tenemos como comunidad universitaria, punta de lanza de la revolución, a ser el ejemplo para el resto de las universidades nacionales, y no nos podemos permitir dejar de ver en la crisis la posibilidad del desarrollo de nuestro ingenio, para lograr los reales objetivos de nuestro proyecto de cambio.
Es por ello que no podemos esperar, a pesar de sus buenas intensiones, que las nuevas autoridades tengan todas las soluciones consigo, debemos nosotros mismo junto con ellos, demostrar que tenemos la capacidad de generar un verdadero proceso de construcción colectiva de nuestra realidad, y así asumir, como lo hizo nuestro pueblo, el hecho de que la democracia es la mejor vía para la superación de nuestra crisis, orientada por un nuevo socialismo que parte del cooperativismo como base relacional, y de la participación directa y protagónica como el proceso que sustenta nuestro futuro. El resto de las universidades esperan por nosotros.
UBV/Politólogo