La democratización, es un proceso de remozamiento de la esencia democrática, esto implica entre otras cosas la participación directa y protagónica como vía expresa para la consagración del nuevo socialismo.
En nuestro país, y como producto del proceso constituyente, se logró construir un proyecto de patria pocas veces dado en el mundo, como consecuencia de un diálogo entre todos los ciudadanos de nuestro país. Lo que es lógico pensar en este marco, es que en seis meses era imposible lograr un proceso absoluto de concreción del diálogo, sin embargo, fue importante el esfuerzo de iniciar toda una dinámica de encuentro y desencuentro con nuestra identidad y transculturización, que ha conducido a pensar que el proceso constituyente continua y se debe acentúa en distintos espacios donde ha sido más tardío.
Es así, que en espacios tales como los partidos políticos, las universidades, los sindicatos, las organizaciones empresariales, y otros elementos o espacios de organización social, el proceso constituyente no ha llegado a remover las bases cimentadas por un proceso histórico invadido, manejado y tergiversado por los intereses de quienes dominaban los hilos del poder trasnacional.
En específico, los partidos políticos y las universidades en nuestro país, tienen insólitamente una estructura común que impide ver la democratización más allá de un simple proceso de elecciones. Es por ello que iniciar un ejercicio de conceptualización de lo que es o debe ser un proceso de democratización es básico para iniciar cualquier discusión sobre el asunto.
Sin pretender conceptualizar de manera restringida, podríamos considerar a la democratización como la praxis que garantiza la continuidad del proceso constituyente, que tiene como objetivo penetrar las estructuras dogmáticas y costumbristas de nuestra sociedad, con el fin de permitir ser revisadas, deconstruidas y reconstruidas con la participación de todos los elementos involucrados en su realidad contextual, basado en los principios constitucionales que de común acuerdo se han establecido dentro del proyecto de país.
Por otra parte, es pertinente pensar que un acto tan revolucionario como este, léase, la democratización como la praxis que garantiza la continuidad del proceso constituyente, genere la resistencia incluso de aquellos que en algún momento han asumido al proceso constituyente como bandera, quizá por falta de comprensión de las dimensiones del hecho, o por enquistamiento en prácticas insertas en la adequidad de nuestras costumbres.
Es por ello que la forma más acomodadiza de evadir la democratización, es asumirla solo como la invitación a procesos electorales para medir fuerzas que intentan persuadir ( o manipular, dado el caso) a las masas, sin poder ver más allá de la punta de la nariz, pensando que todo el mundo piensa como ellos (aquellos que asumen esta postura), sin darse cuenta que democratizar implica todo un proceso de participación directa y protagónica de los involucrados, con el fin de desarrollar espacios de construcción colectiva de las estructuras deseadas, y trazar los objetivos trascendentales que conduzcan a la satisfacción de los puntos de acuerdo comunes, resolviendo los otros puntos no comunes a través de procesos electorales.
En lo concreto, a través de estos elementos antes expuestos, podemos observar como dentro de la estructura del MVR, partido de gobierno, el proceso electoral interno, efectuado para la escogencia de los candidatos a concejales y miembros de juntas parroquiales, fue una aproximación a la democratización como la praxis que garantiza la continuidad del proceso constituyente, pero montado en una plataforma inestable producto de la falta de un ejercicio de “participación directa y protagónica de los involucrados, con el fin de desarrollar espacios de construcción colectiva de las estructuras deseadas, y trazar los objetivos trascendentales que conduzcan a la satisfacción de los puntos de acuerdo comunes, resolviendo los otros puntos no comunes a través de procesos electorales.”
Este hecho en el MVR se evidencia, como consecuencia de los conflictos internos que una acción democratizadora generó en su seno, sin haber establecido una sólida plataforma que realmente permitiera cumplir con un parámetro constitucional, producto de un proceso constituyente que se plasma en el artículo 67. Esto en la actualidad, invoca a la discusión de cómo debe ser el proceso de selección de los diputados a la Asamblea Nacional para dar fiel cumplimiento a dicho artículo, dentro del contexto de la lección aprendida y la necesidad de profundizar la democratización aboliendo la dedocracia Alfarista de la adequidad.
Por otra parte y en otro contexto, pero directamente vinculante al caso, la actual situación de la Universidad Bolivariana de Venezuela también marca pauta en cuanto a la necesidad de superar los viejos esquemas de procesos de toma de decisión en el mundo universitario, la salida de las autoridades designadas por el Presidente en octubre del año pasado, más allá de sus intríngulis politiqueros, en realidad pareciera responder a la ebullición de un proceso que ya estaba dándose en la comunidad universitaria de la UBV, en cuanto a la necesidad de ser digno representante de lo que tanto se profesa entre los revolucionarios que creen en la Constitución, “un espacio para la construcción real de la participación protagónica en los procesos de toma de decisión y contraloría social de las políticas ejecutadas por las autoridades”.
Es lógico pensar, en el caso de la UBV, que si realmente se quiere superar los problemas que ya ha vivido esta novel institución, como consecuencia de la reproducción de estructuras cuartorepublicanas, con objetivos quitorepublicanos, lo primero que se debería intervenir es la estructura, para el mejoramiento de los canales de participación, e iniciar un proceso de reconstrucción de tejidos a partir del diálogo abierto para el logro de la democratización como la praxis que garantiza la continuidad del proceso constituyente.
Es justo pensar por todo esto y lo que falta por describir, si realmente quienes están en las estructuras de poder han interiorizado su discurso, o si simplemente son elementos discursivos retóricos y demagógicos, que se han convertido en los verdaderos enemigos de un proceso revolucionario desde abajo, y no desde arriba, como se ha pretendido hasta ahora en espacios tan sensibles de nuestro proyecto, como lo son el MVR y la UBV.
Nicmer N. Evans/Politólogo/Prof. UBV
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