A finales del siglo XIX la humanidad se encontraba en los albores del capitalismo. La miseria y pobreza generadas por este nuevo modelo imperante ya se hacían palpables en la dinámica social de los pueblos. Los grandes pensadores del socialismo surgieron analizando las contradicciones inmanentes al miserable sistema.
Bajo la conducción de los nacientes partidos políticos de izquierda, los obreros comienzan a conformarse en sindicatos y siendo que, eran mayoría y ahora lo sabían, la organización obrera pone en jaque al capitalismo y a su depredadora lógica de explotación del hombre por el hombre.
Por su parte, la Iglesia había perdido gran parte de su influencia mundial gracias al surgimiento del capitalismo como nuevo modelo socioeconómico imperante. En el marco del sistema feudal la Iglesia lo era todo: no solo dirigía desde lo micro la cotidianidad de la vida de las personas, sino que también controlaba la geopolítica mundial con su doctrina del “derecho divino” según la cual los reyes eran reyes porque “Dios” así lo quería. Se decía que luchar contra la nobleza y la monarquía era luchar contra “Dios” y a su vez, las monarquías para ser legítimas tenían que ser avaladas por el Papa del Vaticano, de esta manera el Sumo Pontífice católico era una especie de emperador de reyes que actuaba como árbitro en las disputas internobiliarias e internacionales.
Al imponerse el capitalismo, el Vaticano vio derribarse el mundo ante sus ojos, pero siendo una organización con tanta experiencia acumulada en el control de los pueblos, era de esperarse que se las pudiera arreglar para resurgir. Sobre todo cuando el capitalismo y el feudalismo tienen un elemento común: ambos se sostienen en la explotación del hombre por el hombre.
Con la aparición de los sindicatos –hasta ese momento todos dirigidos por la izquierda– que emprendieron sin cuartel la lucha contra su clase opresora, el capitalismo se tambaleaba… Y fue aquí donde el Vaticano encontró la oportunidad que buscaba para reposicionarse dentro de las nuevas altas esferas del poder.
En 1891, en el marco de las luchas populares de las sociedades ya industrializadas, el papa León XIII emitió su encíclica Rerun novarum. En ella, aprovechándose de su ascendencia religiosa todavía existente sobre gran parte del pueblo, “su santidad” explicaba que no podía existir una “lucha de clases” tal como la había planteado Marx, sino que todo debía ser un asunto de aceptación mutua entre la clase explotadora y las grandes mayorías explotadas. En otra encíclica suya: Quod apostolic numerici, León XIII lo explicaba más claro afirmando que “es oportuno favorecer las organizaciones de obreros y proletarios que, colocadas bajo la tutela de la religión, se habitúan a contentarse con su suerte, a soportar meritoriamente los trabajos y a llevar tranquila y apacible la vida”.
Con esto, León XIII había creado una nueva ideología política: el socialcristianismo, y creaba una forma alternativa de organización obrera con sindicatos socialcristianos. Aprovechando la fe católica de las masas explotadas, la Iglesia ahora salvaba el capitalismo de lo que hubiese sido una muerte prematura.
De ahí en adelante, la Iglesia, que ya en el feudalismo controlaba de manera casi absoluta todo lo relativo a la educación, establecía nuevas alianzas con las nuevas clases dominantes para seguir controlando los nuevos sistemas educativos modernos.
-La educación católica en las dictaduras del siglo XX:
En las dictaduras fascistas del siglo XX, la Iglesia católica cargó siempre con la misión de garantizar la sostenibilidad de tales regímenes en el tiempo, a través de la implantación encubierta de valores político-ideológicos en la población, de la mano con valores religiosos que siempre sirvieron a las minorías dominantes. Después de todo, si algo enseñó siempre el cristianismo creado por la Iglesia, fue la resignación ante la injusticia.
Por su labor “educativa” la Iglesia fue siempre recompensada en tales regímenes con la adjudicación de dinero y propiedades y ésta, a su vez, retribuía a estos regímenes avalándolos en los político y ensalzándolos públicamente al máximo, como ocurriera con el asesino Pinochet en Chile o Francisco Franco en España, a quien la Iglesia le bautizó como el “Caudillo por la gracia de Dios”.
-La Iglesia Católica y la educación en Venezuela:
La gran influencia de la Iglesia en la educación venezolana es una realidad de vieja data. Solo por mencionar que la Iglesia manejaba en gran medida la educación durante la dictadura clero-fascista de Marcos Pérez Jiménez y que a Rómulo Gallegos lo tumbaron entre otras razones, por su reforma educativa que le restó control a la Iglesia sobre el sistema educativo en nuestro país.
En la actualidad la realidad es evidente ante nuestros ojos: basta que la derecha convoque una marcha contra el Gobierno para que los primeros en salir, impulsados por sus autoridades educativas, sean los estudiantes de universidades privadas católicas y colegios privados católicos.
Un claro ejemplo de eso es el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe, en Sabana Grande. Ahí hay casos de niños de hasta tercer grado que no saben leer fluidamente o que no saben quién fue Bolívar, y se ha dado el caso de que un representante reclama y le dicen que para eso está “el hogar”. Mientras se dedican casi todos los días, incluso días enteros como el viernes, a la enseñanza de la materia “religión” que no es otra cosa que el adoctrinamiento del dogma cristiano-católico. Una vez más, si un representante reclama por eso le dicen que ese es un “colegio privado”, pero nunca dicen que el Estado subsidia a dicho colegio, de manera que realmente privado no es. Por demás queda decir que la educación en Venezuela es laica y que no existe ninguna materia conocida como “religión” en el pensum oficial del MPPE, de manera que es un delito que utilicen las horas regulares de clase, e incluso días enteros para su adoctrinamiento religioso: ¿Dónde está el MPPE? Las reuniones de padres y representantes las utilizan las monjas para hablar mal del Gobierno. Los libros que entrega gratuitamente el Gobierno no los utilizan, sino que mandan a comprar otros que tienen un enfoque distinto. Y por si fuera poco, el 14 de abril de este año, las monjas abrieron las puertas del colegio para que, en los momentos de mayor tensión, entraran los grupos violentos de la derecha y amedrentaran a los testigos del PSUV, en su mayoría mujeres, entre las que incluso se encontraba una mujer embarazada. A esta gente es a la que nuestro gobierno, ingenuamente, le asigna recursos para que “eduque” a nuestros niños y adolescentes.
No es posible que a estas alturas se tenga que seguir dependiendo del chantaje de la jerarquía eclesiástica para sostener la educación. Tal modelo de articulación educativa responde a un momento histórico distinto, en el que nuestras comunidades carecían de la capacidad organizativa necesaria. Hoy existen instancias organizativas comunitarias como las comunas y los consejos comunales que, a corto y mediano plazo podrían manejar la administración de los centros educativos en sus respectivas comunidades, prescindiendo así del adoctrinamiento masivo católico, que el fondo tiene una profunda carga ideológica de derecha.
Seguir dejando la educación de miles y miles de chamos en manos de la siempre reaccionaria Iglesia es un error que a la larga puede costar la caída de este proceso… y de todo lo que a nivel mundial depende de él.