Ahí está el candidato Maduro, dando sus discursos de campaña, discursos que son los únicos que tienen cobertura considerable en los medios, no porque tenga mucha popularidad, sino porque son los únicos que la Dictadura le autoriza a los grandes medios.
Al no tener nada bueno que presentar, debido a que su gobierno ha sido el peor de toda nuestra historia republicana, su discurso solo apela al miedo. Habla de baños de sangre y guerras civiles si él no obtiene la victoria.
El discurso del madurismo, que se basa en el miedo, es el mismo que utilizó el Dictador Pinochet en vísperas del plebiscito de 1988, que le decía a los chilenos que si se terminaba su gobierno, sus oponentes incendiarían al país y lo llevarían al caos. Este discurso no solo busca sembrar el miedo en la población de cara a lo que puede suceder tras la evidente derrota del gobierno, sino que incluso, busca asustar a las mayorías para que no salgan a votar el día de las elecciones, por el temor de que algo pueda suceder.
Al igual que el dictador Pinochet, el madurismo desprecia a los partidos políticos, en especial a los partidos de izquierda. Con un accionar más sofisticado, además de ilegalizar los partidos políticos, aquí también los intervienen utilizando al Tribunal Supremo y les nombran directivas títeres serviles al gobierno, de esta forma se trata de aparentar la existencia de un sistema democrático.
En la Venezuela de Maduro no es posible registrar un partido de Izquierda, el gobierno no lo permite, y los nombres de partidos que en algún momento fueron de izquierda, en la actualidad con sus directivas títeres apoyan a un gobierno fascista que se sostiene mediante la represión, la coacción y el control social, al tiempo que impone un Mega-Paquetazo Neo-Liberal que hace caer todo el peso del desastre sobre los hombros del Pueblo, mientras los del alto gobierno, sus familiares y allegados viven de manera opulenta al mejor estilo de la más rancia oligarquía.
El gobierno solo permite el registro de nuevos partidos de derecha, siempre que le sean serviles y con la única intención de dividir el voto opositor.
En este contexto nos encontramos ante un proceso electoral totalmente disparejo y condicionado de manera sucia a favor del gobierno, en el que van más de 100 detenidos por el “delito” de apoyar la candidatura de oposición. A esto se le suman alcaldes opositores detenidos en todo el país, a quienes bajo amenaza se les ha prohibido apoyar o participar en actos de la candidatura opositora, como si hacer tal cosa fuese un crimen ¿Qué clase de distorsión conceptual puede tener alguien que apoye semejantes políticas despóticas?
Este es un gobierno que se sostiene en base al temor y la represión, un gobierno que tiene más de 150 trabajadores presos bajo el “delito” de exigir un salario digno, en el país con el salario más miserable del continente.
Violentando nuestras leyes, el gobierno madurista le robó el derecho a votar gran parte de nuestro Pueblo: según la ACNUR en este momento hay más de 7.700.000 millones de venezolanos en el extranjero, para ellos el madurismo inventó nuevas normativas que hace que solo puedan votar 69.000. Estas normativas no existieron nunca en Venezuela ni bajo el mandato de Chávez ni en la cuarta república.
Con censura total sobre los medios de comunicación e internet, con partidos políticos ilegalizados, y condiciones arbitraria y descaradamente impuestas para favorecer al gobierno, las elecciones en Venezuela no son libres ni justas en lo absoluto.
Tal como ha ocurrido en otros países en otros momentos históricos, la conversión del madurismo desde un régimen democrático a una Dictadura no fue algo que se proclamó de forma rápida y abierta, sino que se fue dando bajo un proceso de trasformaciones que derivaron en la Dictadura que padecemos hoy.
- La destrucción del Estado de Derecho y la transformación del madurismo en Dictadura
En el año 2013, Chávez le deja a Maduro una Venezuela convertida en potencia regional, con el salario mínimo más alto de América Latina (por encima de los 400 dólares mensuales), pero en muy poco tiempo, la incapacidad y corrupción madurista trajeron como consecuencia la peor crisis social y económica vista en nuestro país, signada por una profunda hiperinflación y el desabastecimiento. Este escenario de crisis económica y social, trajeron como consecuencia la primera derrota del Psuv en unas elecciones.
Se trata de las elecciones parlamentarias del 2015, para aquel entonces yo todavía estaba en Venezolana de Televisión, y en un programa le hice reconocimiento público a Maduro por haber asumido la derrota, lo cual demostraba su talante democrático… lamentablemente ese “talante democrático” iba a durar poco: en Venezuela estábamos por ver el nacimiento de una Dictadura.
Este primer episodio de demostración del fascismo madurista comienza, al mejor estilo de la Dictadura de Pinochet, con el ingreso de militares a la Asamblea Nacional, agrediendo a empujones a diputados que habían sido electos por el Pueblo en elecciones democráticas y transparentes -las últimas elecciones transparentes que hubo en Venezuela-. Este grave episodio fue presentado como algo chistoso por los medios de comunicación del estado, promoviendo claramente el irrespeto a los poderes públicos de nuestro país.
En ese momento, en Venezuela por ley tocaban las Elecciones Regionales en el año 2016, pero al ver la derrota electoral del 2015, el madurismo, comenzado a violentar el Estado de Derecho, se quedó postergando las elecciones sin dar ninguna respuesta. Ese mismo año, mediante el uso de sucias artimañas dilatorias, el gobierno desechó la solicitud para la realización del Referéndum Revocatorio contra Nicolás Maduro, el cual es un derecho consagrado en nuestra Constitución Bolivariana -y fue uno de los grandes Legados Chávez a nuestro sistema democrático-.
El silencio institucional con respecto a las Elecciones Regionales que constitucionalmente debían realizarse en ese año, seguían generando y acrecentando tensión política en el país.
El madurismo sabía -con los resultados electorales del 2015 en la mano- que de haber hecho el Referéndum Presidencial, Maduro lo perdía, y también sabían que de hacer elecciones regionales la oposición iba a ganar la mayoría de las gobernaciones, generando un escenario muy desfavorable para el poder ejecutivo nacional.
En lugar de ceder ante el creciente malestar del pueblo venezolano, con alguna salida democrática, el gobierno madurista prefirió dar un salto al vacío, manteniéndose como fuese en el Poder, y ese “como fuese” lamentablemente implicó, el recrudecimiento de la represión para contener las protestas populares y la destrucción del Estado de Derecho, con énfasis en la destrucción del sistema electoral.
En Mayo del 2017, sin haber dado respuesta hasta ese momento en torno a las Elecciones Regionales que se debieron haber realizado el año anterior, el gobierno anuncia lo que sería su gran arma para la destrucción de la democracia en Venezuela, con su convocatoria a una supuesta Asamblea Constituyente, una Constituyente que nunca tuvo como objetivo redactar una Constitución, sino aplastar al resto de los poderes públicos, consolidando la hegemonía institucional del gobierno madurista.
De la manera más sucia y descarada el gobierno anunció que en lugar de hacer las elecciones regionales primero, que eran las que estaban pendientes, se convocaría primero a la supuesta elección de la Constituyente, y luego las regionales… Pero con una sorpresa: el gobierno nuevamente iba violentar nuestra Constitución y nuestra ley electoral, para asegurarse su constituyente.
En esta elección, se violentó el artículo 63 de nuestra Constitución Bolivariana, que establece la representación proporcional, esto es que la cantidad de cargos a elegir por estado y municipio siempre depende de la cantidad de votantes que hay en cada uno de estos. De esta manera, los estados y municipios con mayor densidad poblacional siempre elijen más cargos en la votación. Pero sabiendo que perdía por paliza en todas las grandes ciudades, el gobierno de Maduro, a través del CNE, cambió las reglas del juego, y asignó los cargos a elegir por "municipio" sin tomar en cuenta la densidad poblacional. Bajo tales parámetros se eligió 1 por constituyentista por municipio y dos si ese municipio era capital de estado. Esto fue hecho para invertir la balanza poniendo la mayor cantidad de cargos a elegir en zonas rurales en las que el gobierno podía ejercer mayor influencia y coacción en la votación. Para que tengamos una idea de esto, el Dtto. Capital con 1.638.451 de votantes solo eligió 7 "constituyentes" mientras que el estado Amazonas con 102.448 votantes -16 veces menos- eligió 8 "constituyentes”.
No conformes con eso, también de manera inédita, crearon algo llamado el "voto sectorial", en el que se votaría por "sector", es decir, "trabajadores", "estudiantes", etc, y no por ubicación geográfica. Demás está decir que el "voto sectorial" es ilegal, por cuanto contraviene la legislación electoral de nuestro país, que establece que el voto debe ser universal.
Tampoco se aceptaba postulación por parte de ningún partido político, y fue en esta elección que el madurismo creó una de las más notables irregularidades que han venido siendo característica de los procesos electorales en la dictadura madurista: las elecciones relámpago, esto es la convocatoria a contiendas electorales de manera sorpresiva y con lapsos de campaña absurdamente cortos, con toda la intencionalidad de agarrar a todo el mundo desprevenido y que nadie tenga oportunidad de definir candidaturas ni prepararse de manera adecuada para la contienda.
Con estas violaciones a la Ley, el gobierno madurista se aseguraba la victoria en la supuesta elección antes de que la misma se realizara, lo cual trajo como consecuencia que ninguna fuerza ajena al gobierno participara, solo acudieron los candidatos del Psuv y candidatos de partidos para ese momento aliados, además de algunos ingenuos seguidores al gobierno, que de manera independiente se postularon, soñando que podrían ganar. Bajo tales parámetros esta elección terminó siendo una elección interna del madurismo. Esa noche, el CNE anunció la absurda cifra de más de 8 millones de votantes, ante la mirada atónita de un país que ese día vio la gran mayoría de los centros electorales vacíos.
El resultado de la elección de la constituyente madurista era el único que podía haber bajo tales condiciones: todos los que quedaron “electos” eran puros funcionarios de confianza del alto gobierno y sus empleados de confianza. Lejos de parecerse a la de Chávez -que desde el inicio se legitimó a través del apoyo popular- la Constituyente de Maduro fue similar a las Constituyentes realizadas por el Dictador Juan Vicente Gómez, en las que solo resultaban “electos” funcionarios públicos de su confianza.
Esos resultados de la Constituyente madurista nos reflejaron el milagro electoral más sorprendente de la historia, posiblemente del planeta entero. Algo sin precedentes en ningún país: estamos hablando de que Chávez había ganado las presidenciales del 2012 con 8.191.132 millones de votos, en su momento de mayor apogeo, dejándole a Maduro más de 1 millón y medio votos de ventaja, ventaja que en tan solo diez días de campaña Maduro perdió en el 2013, para ganar la presidencia en un empate técnico, por apenas unos 200 mil votos (7.587.579 contra 7.363.980 de Capriles) pero que después de eso vino la espiral inflacionaria que destruyó la vida del Pueblo, lo que se tradujo en una victoria electoral de la oposición en el 2015 con más de 7.728.025 de votos y una pérdida de más de 2 millones votos por parte del partido de gobierno que esta vez obtuvo 5.625.248 votos, que aún después de eso la situación económica empeoró mucho más, convirtiéndose en un escalofriante escenario de hiperinflación que se tradujo en hambre y miseria para el Pueblo, pero pese a eso, en esta supuesta elección de la constituyente, Maduro y su gobierno casi duplicaron su votación anterior, obteniendo 8.089.320 millones de votos, todo un milagro electoral. Este es el único gobierno en cuya gestión todo se pone literalmente mil veces peor y después de eso, aumenta en millones la votación obtenida, y lo más asombroso es que esos millones de votos volvieron a desaparecer para la elección siguiente, que fueron las regionales del 2017, en las que el partido de gobierno extrañamente bajó otra vez a 5.814.903. La diferencia entre una y otra elección es que para la constituyente no habían testigos de mesa de ninguna fuerza antagónica al gobierno.
Tal vez sin haberlo planificado de esa manera, la Constituyente de Maduro logró un daño colateral, que se convirtió en el mayor de los logros políticos que el gobierno de Maduro pudiera desear: el fraude de la ANC convenció a gran parte de la población que votar en Venezuela no tenía sentido, esa fue la gran victoria del madurismo con su elección constituyente.
A partir de ahí, todos los procesos electorales que han habido en Venezuela son completamente ilegítimos, son legales porque el gobierno controla las leyes y decide lo que es legal, pero son completamente ilegítimos, dado que se han basado en destruir la credibilidad en el sistema electoral para que las mayorías no voten, y que de esa forma el madurismo gane con la minoría que tiene, un claro ejemplo son las elecciones presidenciales del 2018, las cuales Maduro “ganó”, con la participación de apenas el 46% del padrón, es decir, ni siquiera asistieron la mitad de los votantes inscritos.
La Constituyente madurista sentó las bases para el establecimiento de la Dictadura en Venezuela. A través de este órgano, el gobierno aplastó todos los poderes públicos, a nivel nacional y regional.
Lo que sigue a partir de ahí ha sido la criminalización de toda forma de protesta, la censura absoluta hacia todos los medios de comunicación, la demolición de los derechos políticos -como la solicitud del Referéndum en el 2018, que fue ilegalmente aplastada y silenciada por el gobierno- y el incremento de la represión, llegando a vivir escenarios sumamente oscuros como el asesinato de dirigentes opositores, tales como el caso del concejal que fue lanzado desde un piso 10 o el de Oscar Pérez, asesinado a mansalva, utilizando armas de guerra mientras manifestaban rendición absoluta en transmisión en vivo en sus redes sociales.
El uso de cuerpos parapoliciales y paramilitares como órganos represivos ante protestas legitimas como las de docentes o enfermeras, constituyen otra demostración del Terrorismo de Estado ejercido por la Dictadura madurista en los últimos años, en los que se denuncian más de 10.000 desapariciones extrajudiciales cometidas por funcionarios policiales, sobre todo en los sectores populares del país. Este tipo de prácticas recuerdan a los famosos “Escuadrones de la Muerte” utilizados por la Narco-Oligarquía colombiana en los años 80.
Un gobierno que ha demostrado no tener el más mínimo escrúpulo a la hora de aplastar a quienes se le oponen, de la manera que sea. El madurismo reprodujo la estratagema del asesino George W. Bush, de denominar “terrorista” a cualquier cosa que le incomode, de esta forma, un grupo de mujeres de alguna barriada que protesten por falta de electricidad o gas doméstico, el gobierno madurista les tilda de “terroristas” y les envía sus grupos parapoliciales para disolver las protestas en base al temor.
Con Maduro por primera vez observamos políticas comunicacionales de terrorismo de estado jamás vistas en este país, como grabar conversaciones de presos políticos y presentarlas en televisión con tono de burla, o los arrestos en extrañas resoluciones de casos policiales de interés nacional, en los que aparecen personas visiblemente golpeadas o bajo clara amenaza realizando supuestas confesiones que de manera notoria leen bajo coacción.
El fascismo madurista ha implantado en Venezuela un régimen de terror, con la finalidad de mantener el privilegiado estilo de vida de la Neo-Lumpen-Burguesía madurista, la burguesía surgida a partir del saqueo de las riquezas de la nación, mientras el Pueblo sobrevive en la pobreza, subyugado por la represión y la coacción gubernamental. El madurismo pasará a la historia como el periodo más oscuro de nuestra historia republicana… afortunadamente la historia nos demuestra que las dictaduras también pueden salir con votos.