Escuché con atención la intervención del Ministro de Educación
Universitaria, Ricardo Menéndez, en el Consejo Universitario (CU) de la
Universidad de Los Andes (ULA) realizado el 31 de marzo de 2014. También
escuché luego los comentarios, solicitudes y preguntas que al ministro
visitante le hicieran los diferentes miembros del CU. Algunos hicieron
referencia a la situación de suspensión de actividades en que se encuentra
la ULA "debido al estado de convulsión por la que atraviesa la ciudad de
Mérida", otros solicitaron recursos y apoyo para la construcción de planta
física y dotación de bibliotecas, otros más insinuaron que no habrá
reinicio de clases hasta que no "cese la represión y se solucionen todos
los problemas por los que atraviesa Venezuela", y uno que otro preguntó por
los planes que tiene el gobierno nacional para el sector universitario en
general, en materia de seguridad, presupuesto, transporte y salud.
Me imagino que el Ministro Menéndez, en un tiempo prudencial, con toda la
información que debe haber obtenido en ese CU, tomará algunas decisiones y
dará respuesta tanto a las solicitudes como a las preguntas. Sin embargo,
la cosa no pareciera ser tan sencilla. El asunto es por dónde comenzar, es
decir, cuál debe ser el punto de partida. ¿Se inician las gestiones para
ampliar la planta física de la ULA y dotarla de más bibliotecas sin que
haya un compromiso formal de reiniciar las clases? ¿Se reinician las
clases sin que se haya solucionado el problema de la obstrucción de las
vías públicas en que se encuentra la ciudad de Mérida? ¿Habrá que esperar
a que quienes mantienen la posición de mantener la suspensión de clases se
den por satisfechos con relación a "la solución de todos los problemas por
los que atraviesa el país"? ¿O es que de verdad la ULA está entrampada y no
logra ver la luz al final del túnel?