Según fuentes oficiales la matrícula universitaria en Venezuela es de 2
millones 700 mil estudiantes, lo que equivale más o menos al 10 % de la
población total del país, distribuidos entre las universidades autónomas,
universidades privadas, universidades experimentales, universidades
politécnicas territoriales, institutos y colegios universitarios, Misión
Sucre, academias militares e institutos de formación religiosa.
De esta significativa cantidad de estudiantes universitarios, unos cuantos
miles, no sé exactamente cuántos, están siendo presa de una desagradable
sensación conocida como incertidumbre que, según lo expresa alguien, “se
enreda en los tobillos de la persona, hace tambalear sus rodillas, y
pareciera esconderse en el fondo de su estomago”. De estos miles, una
parte está activada en las calles de algunas capitales de estado de
Venezuela, protestando contra el gobierno del Presidente Nicolás Maduro,
luchando, según lo han manifestado, ante la incertidumbre de no ver claro
el futuro. Otra parte, que permanece más bien pasiva y a la expectativa,
ve con incertidumbre cómo sus clases regulares han sido interrumpidas,
impidiéndoles proseguir su formación académica y avanzar en sus carreras.
A todas estas, otra parte de los estudiantes universitarios, unos cuantos
miles también, sencillamente están libres de la ya descrita sensación de
incertidumbre. Estos, por suerte para ellos, continúan, seguramente que
en medio de algunas dificultades, con sus estudios de manera normal. El
punto clave en todo esto es que, la enorme matrícula universitaria que
existe en Venezuela en comparación con su población total, crea una suerte
de mercado laboral, del lado de la demanda de puestos de trabajo y
posibilidades de emprendimientos, muy competido, por lo que eso de la
suspensión de las clases en algunas universidades, como que no pareciera
ser un gran negocio.