A comienzos de cada año, los profesores universitarios, al menos los que se desempeñan en la Universidad de Los Andes, entregan a los respectivos departamentos de adscripción, una planilla denominada Programación, la cual contiene, de manera resumida, las actividades que esperan cumplir a lo largo del año considerado. Al final, se totaliza el tiempo que los profesores invertirán en actividades de docencia, investigación, extensión y administración. En muchos casos, se puede ver cómo, hay profesores que el menor porcentaje de tiempo lo invierten en impartir clases.
Lo anterior adquiere gran valor, cuando se analiza la suspensión de clases que se ha mantenido en las llamadas universidades autónomas durante el segundo semestre del año 2015. El caso es que los profesores universitarios no han impartido clases, pero sí han realizado de manera normal el resto de sus actividades programadas. Es decir, han asistido a las reuniones de las comisiones a las que pertenecen, han tutoreado tesis, han asistido a eventos científicos nacionales e internacionales, han publicado artículos de opinión en los medios de comunicación, han enviado artículos científicos a revistas especializadas, han desarrollado proyectos de extensión, etc.
Si es así, en el sentido que los profesores universitarios no necesariamente se dedican a impartir clases, pareciera ser un error la medida de suspender las clases como mecanismo de presión para negociar con el gobierno mejores salarios y mayores recursos financieros para el funcionamiento de las universidades, porque al final los únicos que pierden son los estudiantes, quienes ven cómo sus estudios universitarios se prolongan considerablemente en el tiempo. Y para muestra basta tomar los años 2014 y 2015, para ver cuántos días efectivos de clases ha habido.
Como ya se está en la parte final del año 2015, es bueno pensar en cuáles son las perspectivas de la educación universitaria para el año 2016. Porque algunos cambios tendrán que ocurrir, si no se quiere seguir en el círculo vicioso de reclamos-suspensión de clases-reclamos. Por un lado, el gobierno tiene que entender que el funcionamiento de las universidades requiere de más recursos financieros, sobre todo para hacer investigación. Y por otro lado, se tiene que avanzar en la superación del esquema tradicional de las clases impartidas por los profesores, para incorporar las tecnologías de información y comunicación aplicadas a la educación, además de que se requiere que los estudiantes sean más proactivos y avancen en el proceso de autoformación, acorde con los tiempos modernos.